Los políticos se juegan el que podría ser su último cartucho. Esta semana promete, pero solo es eso, una promesa. Del dicho al hecho hay mucho trecho.
Por lo pronto, Juan Guaidó, el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, levantó los ánimos alicaídos de millones de opositores que, al margen de las disquisiciones legales sobre cómo debe plantearse la transición, sintieron que al fin se planteaban las cosas sin pelos en la lengua.
Claro, hubo que esperar más de media hora para que el joven líder de Voluntad Popular se encarrilara, pero una vez que se encaminó fue directo y contundente. Al final no quiso enredarse con los periodistas, pero no había por qué hacerlo, ya había dejado su impronta y el discurso quedó clavado en la posteridad.
Pero ya sabemos que los políticos pueden afirmar lo que sea, desdecirse y volver a plantear lo mismo una y otra vez. Por eso, aunque la gente se esperanzó, reina un sano escepticismo con el cual se afronta la semana que empieza. ¿Será verdad que los políticos de oposición van a apretarse el cinturón y dejar de guabinear, pensando más en sus intereses y los de sus partidos que en los del país?
Guaidó, a quien ya algunos señalan de próximo presidente de la República, dijo que Maduro a partir del jueves es un usurpador, por lo que algo tendrán que hacer los diputados, no pueden quedarse de brazos cruzados.
Y no digo que preparemos cotufas para ver el enfrentamiento porque lo que toca, si es verdad tanta belleza, es apoyar e involucrarnos en cualquier acción que desde el hemiciclo se tome para superar este drama que nos afecta a millones de venezolanos. No podemos quedarnos como mirones de palo.
Ojalá que quienes están al frente del Parlamento estén a la altura de las circunstancias, que no haya más burlas ni mamaderas de gallo. Que Dios bendiga a Venezuela en estas horas aciagas.