En cubículos de dos por tres metros, ubicados en forma continua uno detrás del otro, cinco sótanos bajo la superficie, piso y paredes blancas, sin ventanas ni baños, sin acceso a la luz del sol o al aire libre, con camas de concreto, cámaras de video y micrófonos en cada celda, con aire acondicionado a mínima temperatura y luces blancas que no se apagan a ninguna hora del día o de la noche, en aislamiento prolongado y sin contacto con otras personas; son encerrados los estudiantes y presos políticos de este régimen malandro y asesino. Es “la Tumba”, el centro de detención y torturas situado en el edificio sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), en Plaza Venezuela.

La existencia de esos lugares y campos de concentración para presos políticos, donde los disidentes son ilegalmente retenidos, confinados, torturados y hasta asesinados, es uno de los métodos preferidos por las dictaduras para amedrentar a la oposición y mantenerse en el poder.

En época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, los castillos de San Carlos y de Puerto Cabello sirvieron con ese propósito. El Castillo de San Carlos es una edificación de la España colonial, ubicada en la isla de San Carlos, estado Zulia, construida en 1623 en la entrada de la barra del lago de Maracaibo, para proteger a la ciudad de los piratas. Cipriano Castro lo convirtió en una prisión para sus adversarios políticos y Juan Vicente Gómez la continuó durante 27 años. El Castillo de Puerto Cabello está localizado en la base naval de Puerto Cabello, fue construido entre 1732 y 1741 para proteger de los piratas el puerto y las mercancías de la Compañía Guipuzcoana. Allí, en sus bóvedas, estuvo preso Francisco de Miranda a la caída de la I República en 1812, antes de ser enviado a Cádiz y morir en La Carraca. Castro y Gómez lo convirtieron en cárcel, donde estuvieron presos ilustres personajes y políticos como el Mocho Hernández, Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Andrés Eloy Blanco.

Otras famosas cárceles venezolanas han sido: La Rotunda:situada en Caracas, fue una de las cárceles más famosas del régimen de Juan Vicente Gómez, por los métodos de tortura, el envenenamiento y las condiciones inhumanas a que eran sometidos los detenidos. En esa ergástula los presos políticos eran depositados para que murieran de hambre, envenenados, por las torturas o por enfermedades, sin asistencia médica. Eran inmovilizados con grilletes y pernos de acero, que sujetaban los tobillos; y en los alimentos se solía introducir veneno o vidrio molido para causarle mayores sufrimientos durante la muerte. La Rotunda fue conocida como la última morada de los opositores a la dictadura de Gómez, porque ellos solo de allí salían muertos. José Rafael Pocaterra cuenta todas esas atrocidades en su obra Las memorias de un venezolano en la decadencia. Guasima fue un campo de concentración en la dictadura de Pérez Jiménez, situado en una isla en el delta del río Orinoco, utilizado como un mecanismo de represión contra la oposición acusada de terrorismo y dirigentes políticos de Acción Democrática y el Partido Comunista. En la obra Se llamaba SN de José Vicente Abreu se exponen crudamente la violación de los derechos humanos contra los dirigentes políticos durante esa dictadura.

El Helicoide es otro centro de detención y torturas del Sebin. Concebido inicialmente como “centro comercial, exposición de industrias y hotel”, con 60.000 m2 de construcción en una doble espiral de concreto armado, se empezó a edificar en 1956, durante el gobierno de Pérez Jiménez; pero actualmente ha terminado siendo una cárcel para presos políticos. Junto con La Tumba y El Helicoide, la cárcel de Ramo Verde es el centro de reclusión preferido de Maduro. Situada en la ciudad de Los Teques, capital del estado Miranda, es una prisión de condiciones especiales y estrictas medidas de seguridad para los reclusos, reservada específicamente para militares y para civiles de importancia para el estado. Depende de la Tercera División del Ejército de Venezuela y de la Zona Operativa de Defensa Integral (ZODI). Allí han mantenido secuestrados y hacinados a los dirigentes más incómodos para la dictadura, como Leopoldo López, Antonio Ledezma, Raúl Isaías Baduel, Daniel Ceballos, Carlos Ortega, Iván Simonovis y los comisarios Henry Vivas y Lázaro Forero.

Aun cuando nos encontramos en el siglo XXI, esta maldición chavista-madurista, en su objetivo de eliminar toda disidencia, nos ha retrotraído a siglos pasados al cometer innumerables violaciones a los derechos humanos como política de Estado, con total impunidad y esparciendo el miedo en la población para mantenerse en el poder.

Pero no podemos dejar que el temor nos paralice. Es indispensable la unidad de la oposición en  apoyo al trabajo internacional de nuestros dirigentes políticos ante la OEA, la ONU y los países democráticos;  debemos apoyar la Ley de ayuda humanitaria, reconstrucción y Estado de Derecho en Venezuela propuesta por Estados Unidos; y también exigir la legítima intervención de nuestras Fuerzas Armadas. Por nuestras familias y su futuro debemos mantener la presión y continuar en las calles, porque este año Venezuela será libre.

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@JMColmenares


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