Sonriente, abrazándolo afectuosamente, tomándolo por el brazo, poniéndole la mano paternalmente en el hombro, el presidente de Francia, François Hollande, se mostraba feliz junto al recién elegido presidente, Emmanuel Macron, a quien tal vez señalaba como su heredero político, a pesar de emanciparse de su gobierno sin “traicionarlo”.

Esta imagen de la ceremonia de 8 de mayo, durante la primera aparición oficial del nuevo presidente electo y última conmemoración oficial del presidente saliente, con motivo del triunfo en la Segunda Guerra Mundial, comunicaba la idea de que hubo muchos sobrentendidos políticos en el curso de la campaña electoral, demostrando que sí había un cierto acuerdo de apoyo presidencial, de preferencia respecto del candidato nominado por el Partido Socialista en el poder: BenoîtHamon. El dúo encarnaba, sin duda, la continuidad republicana, la transmisión del poder ante la llama del soldado desconocido, símbolo de la unidad nacional. Pero, ¿Significaba ello una cierta continuidad política, por lo cual ya fustigan a Macron los adversarios?

El futuro presidente ganó brillantemente, con 66,1% de los votos emitidos, contra 33,9% de la señora Marine Le Pen, del Frente Nacional, candidata de extrema derecha, que en el debate entre las dos vueltas se mostró incompetente y agresiva, ya nadie dudaba que perdería, hubo abstención nunca vista de 25% y votos en blanco, nulos, lo cual significa que la votación obtenida por Macron todavía supera la sumatoria de votos aportados al FN, la abstención y los nulos, aunque sí indica una cierta fractura de la sociedad francesa en dos partes casi iguales, que comunican una lectura de cómo debería gobernar el nuevo presidente, comenzando por cómo integrará su gabinete ministerial, y a quién nombrará Primer Ministro, siempre teniendo en cuenta los próximos comicios legislativos, en los cuales debería arrasar para construir una mayoría parlamentaria que facilite la gobernanza y la ejecución de su plan de gobierno.

En Venezuela presumen que gobiernan, pero al contrario: al margen el mapa político.

La votación significó un rechazo del extremismo y del caos. Así decidieron los electores franceses. Los gobiernos extranjeros descubrieron con interés una Francia positiva, optimista, europea, muy lejos de una imagen deprimente de un país declinante, al borde del precipicio, que ellos percibían desde hace algunos años, tal como perciben ahora a Venezuela.

Se abre ante Emmanuel Macron un segundo acto un poco más complejo: ganar la batalla de las legislativas. Los más optimistas afirman que los franceses habitualmente le dan la mayoría a un presidente recién elegido, a lo cual contribuye que ya tiene el viento en popa con el resultado electoral y sus primeras actuaciones. Pero pienso que los franceses ya no se comportan como antes, como lo muestra que ambos partidos, uno de izquierda y otro de derecha, han explotado, casi se disolvieron en este proceso electoral. Las encuestas indicaban el probable triunfo amenazante de Le Pen, pero los electores dieron su veredicto en aras de la democracia y la tradición republicana.

Como para desmentir a aquellos que hablan en su nombre, los franceses desean, según una encuesta realizada dos días antes de las elecciones, que haya en la Asamblea una mayoría diferente de una supremacía presidencial, lo cual impondría una cohabitación a Emmanuel Macron (lección que no asimilan en Venezuela, dada la composición de la AN), aunque después de este tsunami político que desquició la clase política tradicional, es difícil predecir cuál será la recomposición del paisaje político que emergerá de las próximas elecciones legislativas. La República en Marcha, movimiento de Emmanuel Macron para las legislativas, espera integrar a su alrededor los partidos originarios más los que se sumarían a la mayoría presidencial, así como nuevos representantes de la sociedad civil. La apuesta es que la dinámica político-electoral estará a su lado y logrará armar una mayoría relativamente estable.

Macron tuvo éxito en comunicar su programa económico y demostró ser muy europeo cuando en la explanada del Louvre marchó solemnemente al son del Hymne à la joie, (himno a la alegría) que es un movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven y, desde 1985 Himno Oficial de la Unión Europea.

Esperamos que este bello símbolo sea prolongado por una renovación del liderazgo francés entre sus asociados miembros europeos. En cambio, Macron decepcionó a muchos franceses en relación con cuestiones sociales, como la laicidad, el comunitarismo, y en asuntos internacionales, tiene el reto de bajar el desempleo, movilizar la economía. Sin embargo, el domingo en la noche declaró: Je feraitoutpour que les Françaisn’aient plus aucuneraisonde voterpour les extremes, cuya traducción libre es la siguiente: “Yo haré todo para que los franceses no tengan ninguna razón más para votar por los extremos”. Bueno, adelante, ¡comience ya!

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!