Una Navidad sumamente extraña: casi un huésped incómodo en la memoria colectiva. Como un rehén encadenado fue arrastrada por las oscuras callejuelas del silencio. La eterna festividad cristiana secuestrada por una espectacular ruina económica, producto de un desquiciado gobierno totalitario; tan parecido al sórdido personaje ideado por el genio de Charles Dickens, en su obra Cuentos de Navidad.  Ebenezer Scrooge era un sujeto que sentía un profundo rencor por las fiestas decembrinas. Su amor por amasar dinero lo transformó en un ser profundamente amargado. Esto lo alejó de los sentimientos de solidaridad que deben existir entre todos los seres humanos.

¿Por qué el chavismo odia la Navidad?  La administración gubernamental juega a ir secuestrándoles cualquier espacio de libertad a los ciudadanos, para vender su propia epopeya de argucias con veneno totalitario. Para aquellos que hicieron de la venganza su motivación de espada, que un pueblo sometido al peor de los avatares pueda sonreír una noche es un signo inequívoco de contrarrevolución. Tienen demasiada podrida el alma para comprender que aún ante las mayores dificultades, un pueblo tiene derecho a conseguirse en la unión. Ese tenue sentimiento de confraternidad no es compartido por los amos de la República. Solo ellos tienen derecho a sus bacanales, que rueden los excesos mientras los venezolanos se mueren de hambre.

La noche del 24 fue de las más desoladoras que se recuerden por décadas. Ni siquiera en las dictaduras tuvimos mayor descalabro como el que se vivió este año. La mesa navideña adornada con la tristeza al observar lugares vacíos. Forzadas ausencias de muchos que se vieron obligados a buscar futuro en otras tierras. Paradójicamente, en la suya no consiguieron la oportunidad necesaria para labrarse un futuro decente. Ahora son mensajes lejanos que reabren la cruenta herida del adiós. Cada historia particular tiene raíz en un drama profundo del desgarre familiar. Todos llevan la misma agonía de quien carga la cruz de su calvario existencial; quizás por ello estás festividades nos hicieron experimentar un inmenso sopor de profunda tristeza. El cielo no se iluminó por la diversidad de los juegos artificiales, la música no tuvo el estruendo de la multiplicación de los decibeles. Rostros desencajados en el cortejo de la fractura familiar.

Gracias al terrible experimento totalitario venezolano miles de nuestros hogares fueron amputados en los sentimientos. Las añoranzas secuestradas, los pensamientos diseminados en otras latitudes, que vieron rodar lágrimas en las mejillas de rostros venezolanos. Millones de hogares compartiendo el hambre nacional. La Navidad hizo un esfuerzo sobrehumano para no ser asesinada, se impuso lerdamente a una máquina pendenciera que anhela escribir sobre su cadáver, una fiesta con el alma triste, casi danzando sobre ataúd de un país hambriento, secuestrado y lleno de víctimas…

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@alecambero


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