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Benjamín Prado, la señora Grandes, el director del Instituto Cervantes, Chus Visor y Joaquín Sabina

El fraudulento presidente del Reino de España ha tenido a bien exonerar, con su cara de palo seco, al poeta y crítico Juan Manuel Bonet de la Dirección del Instituto Cervantes para encaramar allí la familia profesional, del comercio de papel impreso, Visor-García Montero-Grandes.

Pedro Sánchez, mentiroso aficionado a viajar en aviones oficiales, con ínfulas de rey Felipe, sin ser invitado, como receptor del besamanos del Palacio Real, ha sido seriamente cuestionado por haber nombrado a uno de sus amigos para presidir el tribunal de su tesis de grado, al tiempo que copiaba sus opiniones. Ha entregado la televisión pública (RTVE) a su contradictor chavista Pablo Iglesias; nombró ministro de Cultura, por seis días, a un señor con dolo fiscal; hubo de aceptar la renuncia de la ministra de Sanidad por presuntas irregularidades en la titulación de una maestría en la Universidad Rey Juan Carlos; tiene a la ministra de Justicia en la picota por mentir sobre sus relaciones con un comisario de la policía que todo lo sabe, y a las ministras de Educación y Economía, más el astronauta Pedro Duque, ministro de Ciencia y Universidades, por líos con la agencia tributaria española. Todo tan de representación que un periodista ha exclamado: “Está perdiendo el pudor y un día querrá nombrar cónsul a su caballo”.

Las olivas del seco martini, en este adelantado tentempié, resultan de las denominaciones de origen Chus Visor, García Montero y Almojábana Grandes. Tres establecimientos de esquile y mutua ganancia a partir del bolsillo del respetable, que han oprimido el mercado del “poema” y la “novela” en los últimos 50 años.

Jesús García Sánchez, un riquísimo vejancón mejor conocido como Chus Visor, es el editor de poesía mejor cotizado en Wall Street, con más de 1.500 títulos de autores hispanoamericanos puestos en circulación porque nunca les ha pagado un euro; muy amigo del fundador y primer director del Centro de Investigaciones Literarias de Cuba, donde Mario Benedetti promovió la teoría de la incultura como fundamento del arte mediante una literatura en la revolución y la revolución en la literatura, porque según el eterno exiliado, el acto de crear poesía es una mistificación del capitalismo que hay que abolir escribiendo con la prosodia y la gramática del lumpemproletariado.

Chus Visor, hijo de un viejo estalinista de Villarino de los Aires y comunista él mismo, atormentado por la policía que perseguía a los estraperlistas de la Cava Baja y a los contrabandistas de libros rojos de la librería Crisol de López de Hoyos, conoció al uruguayo del barrio Prosperidad cuando en su odio contra el asturiano Antonio Gamoneda y su poesía,“donde la clarividencia de la injusticia no descarta un pesimismo ante la vida que nos hunde en la muerte”, buscaba afanosamente cómo hacerse con los lectores de versos del euromamertismo, que luchaba contra el agónico régimen de Franco. Benedetti le convenció de que, como él, los poetas hispanoamericanos ignorados, con gusto cederían los derechos de autor al consumado fumador de Marlboro sin chistar y ni siquiera de palabra. Por eso Chus ha dicho que Benedetti “hizo mucho bien a la poesía, fue muy importante para mí y para España”. “Hablaba con él tres y cuatro veces cada semana y nos veíamos los viernes hasta que regresó a Montevideo… 10 días antes de morir fui a verlo y me recibió llorando… Era mi amigo íntimo, mi hermano, sus libros los publicamos siempre sin hacer contrato”.

Hoy tiene más de un millar de títulos en un catálogo con 90% de libros galardonados, de autores nacidos en ambos lados del Atlántico, financiados con donativos, y proyectos de gobiernos corruptos y proliferación de premios institucionales que le favorecen vía edición, ahorro de derechos y otras ventajas publicitarias de trueque de favores que son también dinero público. ¿Qué si no es esta legión de Premios Del Tren, Casa de América, Generación del 27, Ciudad de Melilla, Ciudad de Burgos, Tiflos, Gil de Biedma, Fundación Loewe, Fray Luis de Leon, Emilio Alarcos, Cáceres y/o Viaje al Parnaso con gajes que oscilan entre los 5.000 euros y los 27.000 euros, en que los ganadores hacen de jurados y los jurados también se ganan los premios, siempre por él nombrados? Chus, que odia a los poetas (“Los editores de poesía somos unos gilipollas. Los poetas no agradecen nada a nadie, siempre se creen el ombligo del mundo”) y mucho más sin son mujeres (“Lo siento, pero creo que la poesía femenina en España no está a la altura de la otra, de la masculina, no hay una poeta importante ni en el 98, ni en el 27, ni en los 50, ni hoy”), publica sus libros con traducciones y textos plagados de errores, con los títulos cambiados, como cuando mudó Como a un lugar extraño de Luis Antonio de Villena a Como en lugar extraño, o Echado a perder de Carlos Pardo transformado en Echado a peder, o aquella antología de poesía de un país suramericano en la que aparecían los poemas mutilados o un texto era adjudicado a otro, etc. En cuanto a sus declaraciones sexistas contra las mujeres poetas, hay un manifiesto firmado por más de 1.700 intelectuales peninsulares rechazando sus majaderías.

Luis García Montero, el flamante andaluz que Pedro Sánchez ha entronizado como director del Instituto Cervantes fue, en las elecciones de 2015, candidato fracasado a presidente de la Comunidad de Madrid, con 13 diputados comunistas defenestrados, y en la universidad granadina, ventajoso discípulo de un fanático de las doctrinas del comisario Anatoli Lunacharski, donde se hizo doctor merced a las confesiones que durante sus últimos centenarios años le hizo un adolorido Rafael Alberti al no haber recibido el Premio Nobel, que había concedido a tantos comunistas el agente soviético de la Academia Sueca Artur Lundkvist, el tóxico enemigo de Borges.

Cotizante del eurocomunismo de Santiago Carrillo y la Izquierda Unida de Gaspar Llamazares, aficionado a las carreras de caballos de sangre árabe, Montero ha conquistado prestigio como bardo desde el día en que su hermano Juan, militante del Partido Popular y católico practicante, partidario de que la religión incida en todos los aspectos de la vida cotidiana, se hiciera con los cargos de teniente alcalde, eterno concejal de Cultura y delegado del municipio a la televisión granadina, y desde entonces el propio Luisito, controlador permanente de la colección Visor de Poesía, el Festival de Poesía de Granada, el Granada Hay Festival, los Premios García Lorca, Casa de América y Ciudad de Granada o la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde tuvo colocado a su primo hermano Juan Muñoz.

García Montero, que ha recolectado numerosos premios literarios (García Lorca, Loewe, Andalucía, Adonáis, Nacional de Poesía, Nacional de la Crítica, Poetas del Mundo Latino, López Velarde) gracias a sus larguezas con prestigiosos vates, envejecidos o enfermos, en trance de crear alguna fundación o dejar alguna fortuna en derechos de autor, digamos Blas de Otero, Jaime Gil de Biedma, Ángel Gonzalez, Francisco Ayala o Rafael Alberti, quien antes de morir vomitó esta perla: “Suelo sentir algún temor de los poetas profesores. A Luis García Montero no me lo imagino en ese trance”, fue condenado a pagar a uno de sus colegas en la Universidad de Granada una compensación de 3.000 euros y una sanción de otros 1.800 por proferir insultos desde El País de Madrid contra el catedrático, mientras la esposa de Ángel González le acusa de deslealtad con la memoria de su marido y de pretender arrebatarle su herencia como viuda.

Otra conseja en la que ha estado involucrado se produjo en 2012 cuando el jurado de un premio que presidía García Montero fue criticado por haber incluido, a última hora, dos libros que habían sido rechazados por los preseleccionadores y uno de ellos terminó premiado, algo así como lo que había sucedido cuando Chus Visor fue sorprendido en flagrancia luego de descubrirse que había manipulado a los jurados y el ganador de una gema de 25.000 depreciados dólares americanos, en uno de sus premios, el Viaje al Parnaso.

Inventor de la poesía de circunstancia, su obra se caracteriza por un extendido biografíame, teatral, cinegético o seudonovelado, en el que el personaje enumera recuerdos o deseos de sí mismo porque, según Gil de Biedma, “hoy es posible ganar fama y fortuna y seguir siendo muy mal poeta, hay cientos de premios, de concursos, de verdaderas canonjías, que terminan por fomentar… camarillas mafiosas…”.

Ahora, la pareja euromamerta Montero-Grandes ha pasado de odiar y criticar la falta absoluta de pudor democrático de la monarquía borbónica, a un regusto inusitado por compartir mesa, mantel y confidencias con su majestad el rey y su señoría la reina Leticia. Luisito va de traje, en coche oficial y con un sueldo de 91.920 euros anuales, ganando más que su amo Sánchez, que se mete al bolsillo apenas 80.953 euros o la presidente del Consejo de Estado que se pone encima 80.563 euros.

Almojábana Grandes, la rotunda esposa del señor director, es una furibunda comunista que ha cosechado mucho euro con sus guiones de cine, premiados como novelas.  Entre ellos el Nacional de Narrativa otorgado este año por el gobierno de Sánchez. Varios llevados al cine con financiación estatal por directores de estatura eurocomunista. Campeona en decir barbaridades, ha llegado a sostener en público que hay que fusilar a los opinadores de derechas como Federico Jiménez Losantos, o que los seguidores de Rajoy se parecen más a la derecha de la Segunda República que al franquismo, porque quieren gobernar por la gracia de Dios y actúan como terratenientes expropiados, o que las monjas, que habían sido violadas por los milicianos izquierdistas durante la Guerra Civil deberían imaginar, a la hora de su muerte, el goce que habían sentido al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y –¡mmm!– sudorosos. Tan descompuesta por la obesidad tiene la lengua la señora Almojábana, que tratando de burlarse de los planes de Barack Obama de reactivación de la economía mundial, dijo que si los 775.000 millones de dólares que él proponía, se repartían entre los 6.700 millones de habitantes, a cada uno nos tocarían, nada más y nada menos, que 115 millones. El País tuvo que rectificar. Abriendo la bocona dijo entonces: “Quiero pedir disculpas a todos los lectores de ciencias, y a los de letras también, por mi ineptitud aritmética. He suspendido matemáticas muchas veces en mi vida”.

Es con la ayuda de esta santísima trinidad hispánica que el Ministerio de Cultura, el Banco de la República y Belisario Betancur, carnal de los propietarios de ciertos medios de comunicación colombianos, han convertido las artes literarias y sus autores en servidumbre voluntaria.

Piedad Bonnett, mejor conocida como la Gabriela Mistral de Amalfi, el caserío del jefe paramilitar Carlos Castaño y sus hermanos, ha merecido, por su desinteresada colaboración con la trinca, los premios Casa de América, Poetas del Mundo Latino, Casa de las Américas, José Lezama Lima y Generación del 27. Darío Jaramillo Agudelo, ministro de Cultura que estuvo al frente de la gerencia del ramo del Banco de la República por 22 años, inundando de epítomes españoles con tapa negra las catacumbas bibliográficas de la institución, ha merecido el José María de Pereda y el García Lorca. El encomendero Héctor Abad Faciolince y el oficial Juan Gabriel Vázquez, han sido condecorados con la Orden Isabel La Católica por el rey Fernando VII, porque según el virrey don Pablo Gómez de Olea, “han llevado la literatura colombiana al nivel más alto de su historia”, luego de haber prometido, el primero, no volver a España hasta que abolieran la visa Schengen, y el segundo, ser un execrable rival de Józef Konrad. Lo cierto es que todos, junto a Alfonso Carvajal, Evelio Rosero, Laura Restrepo, Pablo Montoya, Ricardo Silva y Santiago Gamboa han sido premiados por sus amos aborígenes y celtíberosmamertos y por haber patrocinado, con todas las formas de lucha, recogiendo enormes canonjías y visitas a ferias del libro, el pacto criminal de Santos con las FARC.

Héctor Abad y Juan G. Vázquez con la Orden de Isabel la Católica


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