Uno de los productos que se sembraban en la Nueva Valencia y su jurisdicción era la caña de azúcar, de la cual se podían crear los siguientes derivados:

  1. Miel de caña.

Para poder llegar a obtenerlos, en primer lugar, había que procesar la caña de azúcar en un aparato llamado trapiche. El trapiche no es más que un molino que se encarga de moler la caña para fabricar el piloncillo o panela y estaban hechos de madera.

Entre los siglos XVI y XVII los habían de dos tipos: Uno que tenía un mecanismo combinado donde actuaba una prensa y utilizaba el recurso hidráulico del agua para ponerlo en funcionamiento cuyo modelo hoy en día aún lo podemos ver en el llamado ingenio de la familia Bolívar en San Mateo, estado Aragua. El otro trapiche era más rudimentario y generalmente lo poseían los agricultores o campesinos de bajos recursos y que se valían de la tracción animal para ponerlo a funcionar. En el siglo XVIII se utilizó una máquina trituradora y aquí el molino y la prensa se dejaron de usar.

Los llamados ingenios azucareros se referían a las haciendas que tenían instalaciones para procesar la caña de azúcar y podían llegar a tener la posibilidad de producir azúcar, ron y alcohol y por supuesto tenían mayor capacidad de producción que los mencionados trapiches.

En relación con nuestra ciudad, hay que decir que para 1776 existían de 18 a 20 trapiches; la ubicación de ellos mayoritariamente estaba en las afueras de la misma y de acuerdo con los documentos revisados, el más cercano estaba ubicado en El Palotal. (1)

Para la instalación de los trapiches se exigía que los mismos no tuviesen ganado cerca y a través de una real provisión se determinó que el ganado no podía estar a menos de una legua de distancia (1 legua = 4,19 km) de donde se encontrase el trapiche (30). Los propietarios de este tipo de negocio tenían que reportar sus ganancias a los fines de hacer el pago arancelario correspondiente y se dice que esos 18 a 20 trapiches mencionados anteriormente generaban recursos por el orden de los 25.000 pesos los cuales al parecer no eran reportados totalmente a la Real Hacienda por un problema de corrupción administrativa en el que estaba involucrado el mayordomo de la ciudad. (2)

El producto principal de los trapiches era la fabricación del papelón o piloncillo y este era transportado para ser entregado en las pulperías y las panelas debían pesar lo mismo.

En la revisión realizada pudimos determinar que el costo del llamado arancel de mantenimiento se mantuvo constante por muchos años y a continuación vamos a mostrar los datos que ocupan un período de 114 años (1674-1788):

1674: 3 libras por un real.

1741: 3 libras por un real.

1761: 3 libras por un real.

1769: 3 libras por un real.

1783: 3 libras por un real.

1788: 3 libras por un real.

De estos trapiches también se podía producir azúcar y la más común en aquellos tiempos era la llamada azúcar prieta. Sobre la conocida azúcar blanca no pudimos comprobar documentalmente si en esos siglos se llegó a fabricar aquí; pero sí podemos decir que la misma sí estaba presente en las pulperías y a lo mejor pudo haber sido importada de otras regiones fuera de la Provincia de Venezuela.

Bien se podría decir que el funcionamiento de los trapiches en La Nueva Valencia del Rey fue el trabajo pionero de su primer proceso industrial, que también originó los primeros accidentes laborales de nuestra historia, cuya aseveración demostramos con la transcripción de una parte de un documento de fecha 26 de noviembre de 1736 del Cabildo que dice lo siguiente:

…En las curaciones que se le han ofrecido a las personas que le ha ocurrido las desgracias de romperseles los brazos y manos a algunos de estos en el ejercicio de los trapiches en que se beneficiado la caña dulce de sus sementeras que ha estos ha sido prezizo cortarles brazos y dibidirzelos del cuerpo y a otros hazerles aplicaciones de tablillas y otros menesteres necesarios a fin de q consiga el vivir con sanidad de dichos acaecidos…

Además de los productos que hemos hablado anteriormente, había otro adicional que, tanto en nuestra tierra como en otras latitudes, resultaba una atracción no solo por sus efectos espirituosos sino porque sus dividendos económicos eran muy buenos. Y por supuesto nos referimos al aguardiente.

En Valencia como en las otras ciudades y pueblos de la Provincia de Venezuela, la fabricación de aguardiente local estaba prohibida ya que los españoles lo comerciaban directamente trayéndolo de España o del Caribe y en la venta al público se le llamaba de las siguientes formas:

  1. Aguardiente de España.
  2. Aguardiente de Las Islas.
  3. Aguardiente de La Mar.

Sin embargo, en el año de 1778 un valenciano, don Francisco de Vega le dirigió una carta al Cabildo donde hacía la solicitud formal para que se eliminara dicha prohibición para lo cual utilizó de manera muy inteligente los siguientes argumentos:

El primero de ellos se refería a la recaudación de dinero por medio de los impuestos ya que la legalización de esta nueva actividad económica le estaría generando nuevos ingresos y así se evitaría el problema que estaba ocurriendo hasta la fecha con el contrabando de aguardiente, donde en toda la provincia en vez de comprarlo mayoritariamente a los españoles se lo compraban a los holandeses que lo vendían más barato, y esto por supuesto ocasionaba problemas a la Real Hacienda. El segundo argumento era sobre las propiedades médicas que este le atribuía al aguardiente en el tratamiento de: Llagas, heridas y en los partos en toda la quarentena…

Las autoridades españolas habiendo analizado toda la situación que se estaba presentando decidieron a principios de la década de 1780, autorizar la producción local y venta del aguardiente y se habla de que para 1786 se exportaron 56 barriles por un costo de 557 pesos.

Por supuesto y no es de extrañar que, a pesar del permiso para fabricar, muy probablemente algunos productores del preciado licor hayan decidido “desviar” por otros caminos parte de su producción para ser vendido en otros lados a un mejor precio que el que le imponían los españoles.

El consumo de aguardiente no solo tuvo sus restricciones en cuanto a la producción local, sino también las hubo en su consumo y por tal razón es necesario recordar que cuando ocurrió la visita pastoral del obispo Mariano Martí a nuestra ciudad él mismo prohibió la celebración del llamado Velorio de Cruz y los motivos el mismo los expresa de la siguiente manera:

Con pretexto de devoción a la santísima Cruz de la fiesta de su invención, se hacen altares, a que con motivo de velarla concurren así de día, como principalmente de noche, personas de ambos sexos de cuya mezcla y confusión resultan bailes, bebezones y otros excesos lamentables que pasan en las noches, prohibimos los Velorios de la Santísima Cruz. (3)

En cuanto al tema del ron debemos comentar que el mismo también tuvo un desarrollo muy importante en toda la Provincia de Venezuela, pero como el mismo ocurrió en el siglo XIX no lo podemos colocar dentro de nuestro libro.

1. Certificación de la administración subalterna de Hacienda de Valencia (1783). Ayuntamiento de Valencia. Tomo Libro: 25, Número 114, Período: 1771-1870, Disponible en : http://dspace.bolivarium.usb.ve.

2. Carta del Regidor Llano José Hidalgo (1779). Ayuntamiento de Valencia, Tomo-Libro: 23, Número: 12, Período: 1771-1870. Disponible en: http://dspace.bolivarium.usb.ve.

3. San Diego, Julio Centeno, Ediciones Alcaldía de San Diego, 2000.


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