El agravamiento de la crisis, la cada vez mayor preocupación de la comunidad internacional por sus implicaciones, el agotamiento de la dictadura y su eventual colapso en el corto plazo abren el espacio a una transición que, más que a un gobierno provisional o de emergencia, se centra en un período de tiempo en el cual deben instrumentarse las medidas necesarias para el restablecimiento del orden constitucional y la reconstrucción de las instituciones y del tejido social y el crecimiento económico y el progreso de una sociedad devastada por una crisis.

Es claro que un período de transición supone un cambio de gobierno y, en algunos casos, de sistema político, económico y social, como ocurrió, principalmente, en los países de Europa del este después de 1989. Este periodo podría iniciarse, incluso, como ocurrió en España y en Polonia, antes del fin de la crisis, es decir, antes de que ocurra el cambio de gobierno y de sistema, un proceso de autorreforma difícil de concebir en el caso venezolano, en donde el oficialismo parece todavía no entender la necesidad de un cambio en esa dirección, única opción para evitar una catástrofe anunciada.

Son muchas las experiencias que deben considerarse para lograr una transición que asegure a los venezolanos y a la comunidad internacional que estamos en la buena dirección, que habrá una respuesta que garantice que la situación trágica que se ha vivido estos años no se repetirá. Desde luego, las situaciones y los procesos que se han planteado en muchas partes son distintas, aplicadas a sociedades diversas y a las cuales se han aplicado mecanismos de solución igualmente diferentes que deben responder a tales especificidades.

Se han hecho muchos planteamientos para guiar el final de este nefasto período. Dada la gravedad de la crisis y la falta de voluntad del régimen de resolverla, se ha planteado la intervención humanitaria, concebida erróneamente como una acción militar; también el diálogo directo entre el oficialismo y la oposición, la mediación internacional y hasta se ha hablado de una acción militar interna, en fin, diversas variables, prevaleciendo, sin duda, las propuestas menos traumática, la negociación, que solamente puede llevarse a cabo con éxito cuando quienes se sientan representan a las partes en el conflicto, en este caso, al régimen y a los venezolanos, lo que no es el caso.

Una negociación no puede ser el acercamiento entre grupos sin representatividad-legitimidad y aceptación general de todos los venezolanos. Tanto el oficialismo como la oposición partidista muestran fisuras y debilidades que afectan su representatividad y legitimidad. La mediación o los buenos oficios de los Zapatero o de cualquier entidad o grupo que lo pretenda no contribuirá con la solución de la crisis; más bien, por el contrario, una negociación en estas condiciones y con actores no representativos de la sociedad civil producirá efectos contrarios, la oxigenación de un régimen criminal, mayor desconfianza, desesperanza, en resumen, la prolongación innecesaria de la agonía.

La participación de la sociedad civil ha sido determinante en otros procesos, de los cuales podemos extraer experiencias y referencias, desde luego, sin ignorar sus especificidades no siempre asimilables a nuestra realidad. En Túnez, por ejemplo, sin descartar otros procesos que interesan, como el polaco y el checo, tras la denominada Primavera Árabe, en 2011, la sociedad civil organizada alrededor del llamado Cuarteto Tunecino, premio Nobel de la Paz 2015, integrado por trabajadores, empleadores, gremios y grupos de derechos humanos, desempeñó un papel fundamental que permitió que las partes en el conflicto, gobierno y oposición, se sentaran y lograran acordar un proceso de transición que impidió una salida política de facto, una situación que hubiera afectado no solo a Túnez, sino a la región del norte de África en la que se avanzaban cambios políticos que favorecían la democracia.

La coalición de la sociedad civil en estos términos, representativa de la sociedad venezolana, de todos los sectores de la vida nacional, podría ocupar un lugar central en una negociación entre el régimen y las fuerzas opositoras y abrir el camino hacia la transición, hacia la reconstrucción del país y el reencuentro de todos con justicia, y promover un proyecto de país en el que podamos confiar todos los venezolanos y la comunidad internacional, para superar la crisis y retomar nuestro camino como nación, asegurando a todos que la situación que hemos vivido estos últimos años no se repetirá.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!