El viernes 1 de septiembre tuve la oportunidad de dar una charla homónima con la Fundación de Estudios Municipales y la Red de Defensores de la Democracia en el foro “Desafíos de la sociedad civil venezolana por el rescate de la democracia. Perspectiva ciudadana 2017, luego de la constituyente” (que reunió a varios líderes de diversas regiones del país). La pregunta seguramente se la hace la inmensa mayoría de los venezolanos aunque con otras palabras, pero con los mismos significados. ¿Venezuela tiene solución?; es decir, ¿podemos ser un país moderno que logre combinar libertades con prosperidad para todos? O para nuestra desgracia: ¿Debemos aceptar que la democracia en Venezuela es una ilusión, por lo que debemos conformarnos con una dictadura cercana al modelo chino o ruso (de las cuales estamos bien lejos en lo económico)? Para responder estas preguntas hice una breve revisión histórico-historiográfica, que para mis colegas historiadores es muy conocida pero que claramente no ha calado en nuestro pueblo. Me refiero a la crítica al culto bolivariano y a los próceres militares (u hombres de armas), y a la influencia positivista en nuestra mentalidad propensa a la valoración del “hombre fuerte” y del mito de las “dictaduras progresistas”. Sin olvidar lo afirmado por nuestro siempre recordado Manuel Caballero, que el marxismo en nuestra tierra sostuvo varias tesis de Laureano Vallenilla Lanz, de manera que el castro-chavismo que hoy padecemos sigue fortaleciendo estas tesis. A continuación ofrezco algunas respuestas a tan importante pregunta.

A diferencia de lo que muchos piensan no poseemos un “gen democrático”, primero porque en los cromosomas no hay factores culturales y segundo porque el desarrollo de nuestra historia y mentalidad política muestra lo contrario. Un buen ejemplo de ello es este hecho único en el mundo donde nuestro país no ha dejado un pueblo sin una plaza (la más importante o central) del que considera el padre de la patria, sin citar todo lo que ha recibido su nombre. Y si además le sumamos el resto de plazas y avenidas que ha dedicado a hombres de armas, se puede demostrar que nuestro discurso histórico-político considera que estos son más importantes que sus civiles. En nuestro Panteón Nacional 73% de los reconocidos allí fueron guerreros y 70% de nuestra vida republicana ha sido gobernada por militares personalistas. A partir de estas realidades, se puede decir que 99% de los venezolanos que son los civiles son ciudadanos de segunda o no han hecho casi nada por la nación. La democracia a partir de 1958 nos ofreció 40 años de ejercicio del civilismo (libertades electorales y políticas en condiciones de igualdad) y protagonismo de los civiles (todos nuestros presidentes en esta etapa lo fueron), pero mantuvo el culto a Bolívar y a los próceres en la educación y en los actos oficiales ¿por qué?

 La respuesta está en nuestro violento momento fundacional que generó un siglo de guerras (la de los caudillos), guerras que terminaron gracias a la creación de la Fuerza Armada profesional. El predominio del hombre de armas informal se transformó en la influencia del militar institucionalizado (pretorianismo). A ello se suma una historiografía que vio en la épica de las batallas su principal tema y tenía a los héroes de uniforme como sus protagonistas; para después caer en el positivismo con su “gendarme necesario” y en el marxismo con su meta partidista de la revolución “obrera” violenta. Es solo con los historiadores como Mariano Picón Salas, Augusto Mijares, Mario Briceño Iragorry y los que desde la profesionalización de las investigaciones se han dedicado a desmitificar nuestra historia, entre los que merecen especial mención Germán Carrera Damas, Manuel Caballero y Elías Pino Iturrieta; que los civiles y el civilismo han dejado de ser invisibilizados.. Pero falta mucho por hacer porque todavía seguimos protestando con afiches de Bolívar, poniéndonos franelitas con “charreteras” y llamando al que lucha por la democracia “guerrero” o “libertador”; y desconociendo las grandes obras de un Juan Germán Roscio (este año se cumplen 200 años de la publicación de su obra Del despotismo al triunfo de la libertad) por solo citar uno de los grandes de los tiempos de la Independencia.

El civilismo y el personalismo político principalmente pretoriano han sido dos tendencias que explican nuestra historia, aunque con pocas oportunidades para el primero. A pesar de ello y de sus recientes fracasos, nunca antes había tenido tantos dolientes ni multitudes que anhelan su triunfo. Una respuesta y por tanto una oportunidad para la democracia posiblemente esté en asumir lo que llaman el “voluntarismo institucionalizador” (Graciela Soriano de García-Pelayo. dixit), que no es más que una forma de personalismo fundador de organizaciones que aprendan en el tiempo a caminar sin el impulso de su líder y que jamás están al servicio de este.. Hay muchos ejemplos de civiles que lo han logrado por medio de partidos políticos, empresas y organizaciones no gubernamentales. Y hablando de los primeros, una forma de fortalecerlos es apoyándolos en las próximas primarias de gobernadores que llevará a cabo la Mesa de la Unidad Democrática este 10 de septiembre. Es un buen momento para retomar la movilización sacudiéndonos este luto paralizante, de cara al gran sueño de reconstruir la República civil. 


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