El tiempo apremia y la presión aumenta. La hegemonía se descompone en medio de un abrumador rechazo nacional y un creciente rechazo de la comunidad democrática internacional. Si sus jefes fueran revolucionarios en el sentido de comprometidos de manera radical con una ideología revolucionaria, estarían dispuestos a resistir. Pero son cualquier cosa menos revolucionarios. 

Cuando se denuncia que la hegemonía imperante en Venezuela es una narcodictadura no se quebranta la verdad para nada. La criminalidad organizada y el oficialismo rojo no tienen fronteras que se puedan distinguir. Son una misma realidad siniestra que está destruyendo a la nación venezolana. Por eso el cambio político de fondo que el conjunto del país aspira y reclama no puede seguir esperando. 

Maduro y sus colaboradores lo que quieren es tiempo. Tiempo para tratar de abrir un margen de maniobra. Pero no creo que esta vez consigan salirse con la suya. Se sabe de sobra que el continuismo de Maduro solo podría significar el agravamiento de la catástrofe que padece el país. No hay derecho que Venezuela esté en la lona en medio de una bonanza petrolera mundial. Por todo ello hay que tener cuidado con algunas iniciativas que se asoman, como la de una mediación mexicano-uruguaya, u otras de tenor similar. Eso solo favorecería a Maduro, a menos que la condición esencial sea su salida, pero esa no es la posición de los gobiernos de México y Uruguay.

Así mismo, las tensiones al interior del poder deben ser muy fuertes. En particular en la Fuerza Armada. No podría ser de otra manera, porque los militares y sus familias conocen la tragedia que acontece en Venezuela. Los mandos superiores se presentan como alineados con Maduro, pero la estructura general de la FAN debe tener muchos problemas. De tan dramática condición se puede salir con el cumplimiento de la doctrina militar de la Constitución formalmente vigente. 

Al reloj del señor Maduro le está sonando la alarma. Llegó la hora definitiva, en la que su ilegitimidad no se puede seguir sosteniendo. La combinación de los conflictos internos, del masivo descontento, y del respaldo de muchos gobiernos democráticos a la necesidad de cambios políticos, tiene una fuerza muy importante. Y como para dejar constancia, es tiempo de reconocer y aplaudir la valentía de tantos y tantos que se han mantenido siempre desafiantes, sin caer en el juego de las concesiones que, sin duda, ha prolongado la agonía de Venezuela bajo la hegemonía roja.

Esa fuerza se requiere para superar el presente y para impulsar un proceso de reconstrucción integral de Venezuela. Sí, el tiempo apremia y la presión aumenta. Tic tac…

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