Escribo bajo el peso inclemente del destierro. Iniciaba la semana reflexionando sobre qué hemos logrado aportar a la insólita diáspora venezolana en su escape. Empujadas por las desesperanzas inducidas, cientos de miles de familias, autóctonas o no, huyen del suelo patrio para intentar salvar y rehacer sus vidas en otras sociedades, ante tanta ignominia.

Murió Pompeyo en 2017. Ahora muere en 2018 Teodoro Petkoff Malek. El catire de El Batey. Diáspora sembrada en tierra zuliana por dos inmigrantes judíos. Somos muchos los forzados a estar fuera, que no hemos podido ofrecerles nuestra presencia física como homenaje póstumo; en testimonio de respeto democrático por sus valiosas contribuciones al complejo camino de la búsqueda de una mejor Venezuela.

Ese país petrolero, que se inició con “el reventón” del Zumaque I a partir de 1914, hace más de un siglo, durante la férrea unificación dictatorial de la República ejecutada por Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (1898-1908/1908-1935), ha visto nacer y morir hasta hoy día a muchas generaciones, bajo el influjo del deseo permanente de vivir en una nación moderna, próspera, democrática.

Después de que creíamos alcanzada la estabilidad democrática, con una etapa de básicos logros institucionales (1958-1998), sin embargo, vulnerable y trastocada por el germen castrocomunista que se infiltró en el cuerpo desprevenido de la nación, muchos se van dejando atrás lo que no hubieran querido dejar al irse: un inmenso desastre humano, político, económico, social y cultural. Por ello es perentorio el desafío a los demócratas que hoy: ¡salvar a Venezuela!

Se cierra una época con la muerte de estos dos grandes de la vida política venezolana: Pompeyo (28 de abril de 1922- 21 de junio de 2017) y Teodoro (3 de enero de 1932-31 de octubre de 2018). La sociedad pluralista y democrática que costó tantos esfuerzos construir, no solo en cuatro décadas, el actual régimen de bárbaros la ha destruido en menos de dos.

Superadas las transiciones hacia la democracia bajo tutela de los cuarteles, con López Contreras y Medina Angarita (1935-1945) comandando el Ejército, se afianzó el advenimiento de la política de partidos, con Acción Democrática, URD, y el legalizado por el presidente Medina, Partido Comunista de Venezuela. Principales referentes del momento histórico son testimonios pasados de la búsqueda no resuelta de un paradigma eficaz para satisfacer las necesidades reales de la todavía joven sociedad venezolana.

Después de ensayar la alianza cívico-militar, con la llamada “revolución de octubre” y conjurar el intento de alternancia continuista a la que aspiraba López Contreras, se pasó del trienio 1945-1948 presidido por Rómulo Betancourt a la elección presidencial e inmediato golpe de Estado contra su maestro Rómulo Gallegos, lo que desechó dicha alianza y devolvió el poder total a los cuarteles, para otra década más de militarismo: 1948-1958.

Es durante esa década dictatorial, 1948-1958, cuando se maceran pensamientos y acciones heroicas de hombres y mujeres, desde las existentes y nuevas organizaciones partidistas: AD, URD, PCV y Copei. Se lucha entonces más que solo por el desarrollo material e infraestructuras, por la libertad y el desarrollo institucional democrático. La justicia, el respeto al ciudadano y la transparencia administrativa. Así creció un nuevo fervor de militancia partidista e independiente por construir un mejor país. Desde distintas posiciones ideológicas y gremios, concuerdan todos en confrontar la dictadura militar perezjimenista. Allí se comienza a sentir el Teodoro, figura estudiantil que desde las aulas universitarias y su militancia en la juventud comunista participa en tales luchas, siendo presidente del Centro de Estudiantes de Economía.

Con la salida del régimen perezjimenizta, el 23 de enero de 1958, durante la década siguiente 1958-1968, bajo las Presidencias de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, fueron conjuradas las amenazas militaristas de golpe de Estado. También fueron derrotadas insurrecciones comunistas de lo que es hoy bastante aceptado como el error de las guerrillas de la década de 1960, cuando muchos jóvenes soñadores de la clase media y pudiente del país, junto con Teodoro, estuvieron inmersos en una suerte de generación rebelde. Al comienzo de la primera Presidencia de Rafael Caldera (1969-1974) se les abría la puerta de la factibilidad pacificadora, para dar un paso adelante a una nueva etapa de debate político propositivo e intelectualmente enriquecedor. En El socialismo como problema, Teodoro critica el llamado socialismo real existente en la Unión Soviética. Es su primera obra de peso político. La invasión a Checoslovaquia era la comprobación de su perspectiva de inviabilidad de un sistema de libertades y de bienestar socioeconómico bajo signo del comunismo. De tales análisis, la llamada nueva izquierda democrática venezolana surgió para fundar en 1971 el MAS, superando con coraje intelectual el comunismo.

Nada mejor que el reconocimiento que lleva por nombre el premio José Ortega y Gasset (1883-1955) a la trayectoria de un hombre de pensamiento y acción como lo fue Teodoro Petkoff. Aunque no pudo viajar a recogerlo a Madrid, debido a la “prohibición de salida del país” en el año 2015, un auténtico ex presidente demócrata y dirigente español de talla mundial como lo es Felipe González tuvo el gesto de traérselo a Venezuela.

La filosofía moderna de Ortega y Gasset, con su desarrollo del perspectivismo, dio magnífico aporte cuando surgiría precisamente por aquel mismo año del mencionado reventón petrolero del Zumaque I una nueva era para Venezuela.

Tomo esa “perspectiva orteguiana” de hace ya más de un siglo, y desde sus Meditaciones del Quijote (1914) me muevo espiritualmente hasta nuestro espacio territorial, en este momento de dolor con que atrapo su frase allí aparecida: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Alejados como estamos muchos de nuestra patria venezolana a la que tenemos “prohibición de facto de entrar” y parafraseando, entonces, a Ortega y Gasset interpretamos tu pensamiento como oportunidad para el desafío planteado y decimos en tu homenaje: “Teodoro, fuiste tú y tus circunstancias”. Nosotros somos nosotros y las nuestras. ¡Venezolanos de hoy, si no salvamos a Venezuela no nos salvaremos de la vergüenza histórica de haberla abandonado!

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