Combatiente consecuente por nuestros derechos políticos desde hace unos cuantos años, sobre los setenta, detalle demasiado importante en un país como el nuestro en el cual la inconsecuencia y la prevaricación han sido y siguen siendo muy bien premiadas, sociedad en la cual conquistar los derechos básicos de un ciudadano ha consumido dos siglos de luchas y esfuerzos.

Me encontré con Teodoro por vez primera el 21 de enero de 1957, en horas de la mañana, en la zona industrial de Los Cortijos de Lourdes, en Caracas. Nuestra brigada juvenil universitaria acompañaba a los militantes del Partido Comunista en el reparto de propaganda, mediante la cual se invitaba a obreros y empleados de las fábricas a sumarse al paro general que comenzaba a la 12:00 del mediodía y no tenía límites de tiempo.

Recorrimos el parque industrial voceando consignas en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, e invitando a sumarse a la huelga; de pronto, irrumpieron en el escenario varios transportes policiales voceando su apoyo al gobierno y, como siempre, disparando los que pronto se desplazaron en las calles de la zona para detenernos y se inició una persecución que nos obligó a dispersarnos.

Pasaron los primeros años de la década de 1960-1970, tiempo en el cual estuve dedicado a la construcción política de la Juventud Comunista en la UCV, soporte de una buena parte de la actividad insurgente caraqueña, por lo que una vez más me encontraría con el catire Petkoff dedicado en la vecindad a la dirección y a las tareas políticas de la época.

Y en la mitad del camino de la década, en los primeros meses de 1964 en la izquierda (URD, MIR y PCV) se desarrolló un intenso debate destinado a definir la continuidad de la lucha insurreccional, que nos condujo a la aventura heroica de la lucha guerrillera en los campos y ciudades, extraordinario error, expresión del voluntarismo de una vanguardia, actividad en la cual otra vez me encontré al “catire”, dedicado a animar la continuidad del proyecto.

Y luego, no más encuentros; me fui del PCV a mediados de 1966. No compartía la retirada decretada por la Dirección Nacional del PCV y estaba convencido de que semejante decisión exigía una extensa discusión autocrítica de la organización, además de la precisión de las responsabilidades en las políticas desarrolladas.

Y este largo desencuentro concluye en la decisión de apoyar el programa reformista del presidente Rafael Caldera, en el convencimiento de su contribución a detener la ofensiva conservadora que, alentada por la delincuencia financiera, ya había mostrado su decisión de cambiar el equipo de poder gubernamental, por lo que desde el chiripero coincidimos con el MAS, Petkoff, Pompeyo y Freddy Muñoz, en participar electoralmente apoyando la aspiración presidencial calderista, reencuentro que se fortaleció en estos últimos 20 años, a través de la política de recuperación del proyecto liberal democrático venezolano, tarea en la cual la contribución del combatiente Petkoff en el desarrollo de la resistencia al militarismo ha sido extraordinaria y en la que su aporte a la construcción de un formidable instrumento de lucha como TalCual ha sido invalorable.


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