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Love is the greatest of dreams, yet the worst of nightmares” (William Shakespeare)

Imagínese que tiene veinte años y le atrae un chico de su edad. Sin embargo, el chico no sabe que le gusta. Tanto usted como él son fruto de la era moderna y por tanto, adictos a las redes sociales. Se conocen hace tiempo, coinciden en varios sitios de la ciudad en la que viven. Son además amigos virtuales en Facebook e Instagram. De vez en cuando cuelgan y comparten fotografías de cumpleaños, fiestas y viajes. Aprovechan los momentos especiales en que se notan singularmente atractivos para subir un video o selfies con amigos. Póngase en el lugar de la joven enamorada en secreto de este mozalbete. Le busca cada vez que se conecta a Facebook. En cierto modo, usted se ha convertido en una mujer al acecho. Mira todas las fotos de Ameen (ese es su nombre), sus likes,  sus comentarios. No se le escapa nada. Está pendiente del botón verde del chat. Esto no es sano, se dice a sí misma. Pero se le pasa pronto y sigue observando.

Lleva más o menos una  vida normal (usted, me refiero) y piensa en su Romeo continuamente. Una jovencita seria no debería vivir así. Sin embargo, sigue adelante con sus hábitos de espía en la sombra hasta que la vida le pone a prueba un sábado. Ese día será terrible.

El chico de sus sueños está escribiendo comentarios en Facebook. Parece contento. Está a punto de contestarle, casi va a acabar la frase en el cajón de diálogo de la red para interactuar con él cuando Ameen sube una foto acompañado de una desconocida superguapa. Lleva gafas oscuras, una chaqueta azul y una camiseta a rayas. Tiene el pelo largo y rubio y una piel envidiablemente suave. Justo ahí, usted deja de escribir. Y espera. Quiere saber quién es esa mujer.

¿Qué está haciendo esa fresca con él? A ver por qué están los dos tan juntitos sonriendo a la cámara. Hace un cálculo rapidísimo de la edad de ella: 23 años, no más de 25. La observa y la analiza. No le hace ninguna gracia esa imagen de los dos tan cerca el uno del otro. Encima la joven luce un aspecto dulce, agradable. Vaya piel de maniquí, qué labios más rojos… No le hace falta una rival así ahora, tan desinhibida, tan desenvuelta. Y –seamos sinceros– tan sexy.

Ahora mismo está celosa. Su intuición femenina le dice que entre ellos hay una relación íntima. La manera de juntar la cara, la cercanía y esos detalles que no se ven a primera vista salvo si eres una mujer.

¡A ver si se le ocurre etiquetar a la mujer misteriosa de una vez! Necesita saber de quién se trata. Le molesta la ingenuidad de su amigo. Le cuesta reconocer abiertamente que la rubia de la fotografía es una preciosidad. Está subiendo otra foto de los dos en la que ella queda a la altura ideal para él, unos centímetros más baja. A ver, la mujer podría ser modelo o actriz de cine. Le duele oírse decir en voz baja que no hacen mala pareja.

Por fin etiqueta a la joven en Facebook y a usted le entra la risa. Dice que ella es su madre (¡su madre!) y que tiene 41 años de edad. No se lo cree, aunque le volvería loca de alegría poder creérselo. Mira las fotos con detenimiento y ahora diría que se parecen físicamente. La primera impresión atrevida que se le ocurre es pensar que ella es su hermana o su prima, pero ella escribe algo en el perfil del chico segundos después… 

La historia es real. Ella se llama Shimmi Munshi y es natural de Bolton, Inglaterra. Su apariencia física tan juvenil, a pesar de rondar los 40 años, es consecuencia de la herencia genética de sus padres. Munshi cuenta en el diario británico Metro [“Woman says she stopped ageing at 20 and now gets mistaken for her son’s girlfriend”, 20th April 2018] que no toma alcohol y que bebe litros de agua a diario. Le gusta tomar té verde y regularmente hace ejercicio físico en un gimnasio. Algunas conocidas insinúan que podría haberse sometido a operaciones de cirugía estética. Detrás de la belleza insultante de la esfinge se esconde el drama de una rara enfermedad –la gastroparesia– que le obliga a vomitar de forma anormal más de treinta veces al día. En el mundo real hay mujeres de extraordinaria belleza condenadas a un sufrimiento anormal.


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