Hoy por hoy no nos queda otra opción, Venezuela debe ganar de la manera que sea. Tenemos que ganar así sea con trampas, ante lo cual no faltará más de un apóstol de la pureza que santiguándose abjure de quienes tal cosa afirmamos, pero ello, la falta de reglas y el cambio de ellas según su propia conveniencia, es una norma que la plaga roja ha aplicado desde el mismo comienzo de su ejercicio del poder. La implementación de la ausencia de cánones ha sido bendecida por todos los beneficiarios de la «revolución bonita», o sea: rojos y negociantes de todo orden y estilo.

Por la caja escarlata han desfilado políticos de viejo cuño y nuevas maneras, así como sus semejantes de reciente aparición y añejas formas; también envarados oficiales decorados por condecoraciones bufas; no han faltado pastores y dirigentes, damas y cortesanas, un muy vasto abanico de representantes de nuestra sociedad que ha aupado dicha manera de celebrar los juegos.

Es hora de que juguemos para ganar, y Guaidó lo está haciendo. Sobran los atorrantes que le exigen una eficacia que nunca supieron exigir a la otra parte. Escasean quienes dejen a un lado los cálculos para acatar sus instrucciones.

Fue un largo período en el que ellos impusieron su versión de cómo debía jugarse el partido, mientras se dedicaron de manera impune a arrebatarnos a los jugadores que podían empujar nuestro carro maltrecho. La lista es inmensa. Eliminaron a Óscar Pérez y a Fernando Albán, a Juan Pablo Pernalete y a Diego Arellano, entre muchísimos otros. Sancionaron de manera vil a Leopoldo, a Juan Requesens, a Roberto Marrero, a Iván Simonovis, a Otoniel Guevara, y así hasta donde no se puede más. Sin dejar de mencionar que han hecho resucitar endemias que ya habían desaparecido de nuestra tierra: sarampión, chagas y malaria, para solo nombrar tres, ahora hacen de las suyas. Han tratado, en vano, de extirparnos la esperanza y atornillar sus estúpidos delirios como valores de obligatoria observancia. Fue un tiempo que terminó.

Son días de resurrección y consagración a rehabilitar lo destruido los que ahora nos tocan. No ha sido breve este tránsito por caminos infernales, han sobrado quienes han cobrado; espero que ahora, llegado el momento de pagar, no pretendan jugar a las cándidas doncellas estupradas. Es tiempo de ganar, repito, así sea con trampas. Llegó el turno de aplicar la vieja cita bíblica atribuida al evangelio de Mateo: Con la vara que han medido serán medidos, sin más concesiones que las otorgadas por las leyes y la justicia. El país entero lo reclama, lo necesita y se ha ganado el mayor de los derechos de gozarlo.

© Alfredo Cedeño

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