Las imágenes de la protesta cívica del pueblo y la represión brutal en Venezuela han ocupado primera página en toda la prensa mundial. Paralelamente, se ha movilizado el siempre intense trabajo de la diáspora venezolana en la lucha por el restablecimiento de la democracia, concitando apoyos políticos en todo el espectro político.

Esa diáspora ha adquirido un particular impacto en Estados Unidos, país particularmente relevante en el respaldo hemisférico al retorno de la democracia para Venezuela, en el marco de la Carta Interamericana Democrática, pero igualmente señalado de injerencista por la falsificante retórica del régimen que destruye el futuro los Venezolanos, precisamente la causa del éxodo que ha encontrado hogar en Estados Unidos y muchas otras latitudes.

Venezuela fue por décadas una democracia fuerte y ejemplar en América Latina. Este factor político, sumado a la prosperidad y envidiable ubicación geográfica convirtió al país suramericano en polo de inmigración. En las últimas dos décadas esto dio un brusco viraje. Gradualmente, la democracia venezolana entró en crisis, y la dependencia respecto del petróleo fue cerrando oportunidades a un país cuyos déficit fiscales y trabas al crecimiento económico abrieron paso al régimen de Hugo Chávez. El populismo autoritario de Chávez desembocó en el inefable gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro. Desde 2002 hasta la fecha, Venezuela se transformó en un país de emigrantes, no solo al quedar convertida en una dictadura cleptocrática (corroída por el narcotráfico y la corrupción administrativa), sino de súbito transformada en un infierno de inseguridad ciudadana en medio de una crisis humanitaria.

Caracas es, según todos los registros estadísticos de los organismos internacionales, la ciudad más violenta del mundo en la actualidad; la ciudadanía debe hacer largas colas para adquirir algunos pocos productos esenciales de consumo. El país registra la inflación más alta del planeta y la escasez de medicinas y alimentos es cada día más grave. Hoy, tal como revelan prestigiosos estudios de opinión, 70% de los jóvenes venezolanos tiene como principal proyecto emigrar de Venezuela; y, efectivamente, en los últimos 20 años ha salido 1 millón de venezolanos a diferentes puntos del planeta. En Estados Unidos, principalmente el sureste de la Florida y en segundo lugar, Houston Texas, se ha concentrado la mayor cantidad de inmigrantes venezolanos. Según el PEW Hispanic Center, se estiman 275.000 venezolanos residiendo en Estados Unidos, y el censo indica que más de 100.000 ya son ciudadanos.

Los mismos sondeos revelan dos rasgos sobresalientes de la inmigración venezolana en Estados Unidos: elevada capacidad profesional y espíritu emprendedor. De hecho, es visible su contribución como pequeños y medianos empresarios en la Florida; y muy destacado su papel en la industria petrolera de Texas. Esa inmigración tiene múltiples razones. Miles de expertos y profesionales vinculados a la industria petrolera fueron despedidos por razones políticas en 2002, y muchos más han abandonado el país suramericano tras ser víctimas del crimen desbordado (o por miedo a serlo). Y también están los perseguidos políticos. De hecho, solo entre 2015 y 2016, se registraron más de 10.000 solicitudes de asilo político en Estados Unidos por parte de venezolanos, en contraste con años anteriores cuando se recibieron 3.800 solicitudes.

Luego de 12 años establecido en Estados Unidos, como parte de esa diáspora venezolana que salió del país por razones políticas, he seguido abogando sin descanso por el retorno a la democracia en Venezuela. Mi opción ha sido el desarrollo de modelos de cooperación con la sociedad civil, que resiste democrática y pacíficamente en Venezuela, pero en el camino también me hice parte del sueño americano junto a mi familia, como emprendedor social, consultor y activista político dedicado al empoderamiento de los latinos en nuestra sociedad. En esas actividades he venido trabajando con el Latino Victory en el reclutamiento de nuevos líderes latinos; y durante nuestro trabajo en la Florida ha sido gratificante ver cómo destacan los venezolano-americanos. Al mismo tiempo, ha sido doloroso ser testigo de la historia de sufrimiento de nuestras familias y amistades, que siguen enfrentadas a la opresión, la crisis humanitaria y, en recientes semanas, de nuevo, a la brutal represión por parte del régimen de Nicolás Maduro contra ciudadanos activistas (incluyendo, madres y ancianos), por reclamar la no realización de un referendo revocatorio debidamente convocado por la ciudadanía o la celebración de elecciones de gobernadores, que debieron hacerse en diciembre del 2016, según el calendario establecido en la Constitución. Son procesos electorales que el Gobierno se ha negado a realizar, violando la Carta Magna y emplazándose, ya sin hoja de parra, en el terreno de la dictadura. La gente protesta en las calles de Venezuela porque no hay comida o medicinas, reclama seguridad en las calles; y exige acudir a las urnas electorales para que el propio pueblo decida el destino del país. La respuesta represiva ha sido desmedida y el miedo se ha instalado en millones de venezolanos.

La comunidad venezolano-americana ha venido promoviendo una campaña internacional para crear conciencia de la grave crisis que atraviesa el país para exigir de los organismos internacionales, principalmente la OEA, una respuesta hemisférica en el marco de la Carta Interamericana Democrática, en defensa de los derechos humanos y las libertades políticas de los venezolanos. De igual forma, nuestra comunidad ha debido ingeniar, contra viento y marea por la férrea oposición del Gobierno, ayuda humanitaria a nuestros y hermanos que sufren la escasez de alimentos, vestido o medicinas. Finalmente, decenas de activistas se han organizado eficazmente para ofrecer apoyo jurídico y orientación a quienes emigran en busca de un futuro, con la ciudad de Miami como puerto de entrada.

Nuestras voces han sido escuchadas por congresistas hispanos de ambos partidos. Destacan por su sólido respaldo e iniciativas legislativas para promover sanciones a quienes han violado los derechos humanos o corrompido a Venezuela, así como para apoyar las iniciativas del secretario general de la OEA, Luis Almagro.

En esta lucha han sido fundamentales los senadores Bob Menéndez (D-NJ) y Marco Rubio (R-FL); y en la Cámara de Representantes, Ileana Ros Letinen (R-FL), Darren Soto (D-FL), Carlos Curbelo (R-FL), Mario Díaz Balart (R-FL), Tony Cárdenas (D-CA), Norma Torres (D-CA) y Adriano Espaillat (D-NY). Junto a tan sólida representación de líderes hispanos, nuestra organización Latino Victory se propone continuar su trabajo junto a la comunidad venezolano-americana para amplificar su voz y activismo en defensa de la democracia venezolana (hoy día una de las pocas causas bipartidistas que se conocen en Capitol Hill, en estos espinosos tiempos de polarización), y por los derechos humanos, la atención a la crisis humanitaria y la libertad de los presos políticos en Venezuela.

La violenta represión de la que hemos sido testigos estos días, así como el intento deliberado de frustrar salidas electorales por parte del régimen, seguramente encontrarán expresión en nuevas iniciativas político-legislativas en el seno del Congreso norteamericano como expresión de un compromiso con la democracia y los derechos humanos en las Américas.

De ese proceso seguro surgirán nuevos líderes de origen venezolano-americano, cuya presencia es garantía de que con el cambio en Venezuela esta enérgica comunidad será protagonista del retorno a la excelente relación y alianza bilateral, tanto como económico-comercial, que mantuvieron Estados Unidos y Venezuela por décadas, un necesario intercambio afectado hoy por el desempeño antidemocrático y antiamericano de un régimen que nos ha llevado al punto de que ambos países ni siquiera han intercambiado embajadores.

Tenemos, pues, muchas razones para estar preocupados: la hora es crítica y muchos hermanos venezolanos sufren terriblemente, pero aún más motivos de esperanza y satisfacción porque el régimen está solo y aislado, pero el pueblo venezolano, no. Por el contrario, somos muchos quienes dentro y fuera del territorio bregamos duramente para recuperar las libertades y recuperar el país, porque dondequiera que esté un venezolano está el país.


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