En 2017, se comercializaron 96,8 millones de vehículos, informa la OICA, asociación mundial de fabricantes de automóviles. La expectativa del gremio es que, en 2019, se alcanzará la anhelada cifra de 100 millones de vehículos producidos y vendidos en un año. Este repunte se debe a la “motorización masiva” en China, Brasil, Rusia y la India, principalmente. En el conjunto, América Latina es un actor importante del auge: casi 15% del total de vehículos fueron matriculados en 2017, en la región.

El potencial de la industria es todavía inmenso: mientras en Estados Unidos, el promedio de vehículos por cada 1.000 habitantes es de 821, en India, por ejemplo, es de 22. Si tomamos como punto de partida la estimación de la propia OICA, según la cual en 2015 había en circulación 1.282 millones, es posible que a finales de 2017 se haya cruzado la línea de los 1.400 millones de vehículos en circulación. Esto es, un promedio aproximado de un vehículo por cada 5 personas.

Este boom vehicular coincide con la cada día más grave problemática del calentamiento global. Algunos analistas muestran cierto optimismo en relación con el avance en vehículos que se alimentan de energías alternativas: 4,8% del total de los vendidos en 2017. Otros piensan lo contrario, que el crecimiento de los vehículos eléctricos no marcha a la velocidad requerida. La preferencia por la gasolina persiste como tendencia predominante. Europa sigue siendo un caso particular, por el enorme uso del diesel o gasóleo, que todavía representa más de 43% del mercado.

Cada día, pues, se venden más vehículos. Pero la construcción de vías, por la enorme cantidad de recursos que demanda, está rezagada, precisamente en los países donde las ventas se han incrementado. Hay expertos que señalan que en América Latina se requeriría el presupuesto total de los países, por cinco años, para satisfacer las necesidades actuales de vías de comunicación.

Entre tanto, los ciudadanos padecen los atascos. Hay personas que pasan 4 y hasta 5 horas cada día retenidas en colas interminables. De acuerdo con el INRIX Global Traffic Scorecard, que estudia el tráfico en 1.360 ciudades, Sao Paulo, Bogotá, Ciudad de México, Medellín, Río de Janeiro, Cali, Belo Horizonte, Porto Alegre, San Juan, Quito, Monterrey, Guayaquil y Puebla son las urbes latinoamericanas donde las personas pierden más tiempo en atascos. El costo actual de los embotellamientos es superior a 1,4 billones de dólares. Algo más: las emisiones contaminantes de los vehículos en situación de embotellamiento alcanzan 22% en los países miembros de OCDE. Estas 2 últimas son cifras del Foro Económico Mundial.

La movilidad, un verdadero nudo crítico, no se la puede considerar separada del auge de las nuevas tecnologías y de la crisis del medioambiente. En el Informe Road Tech, elaborado por Abertis, empresa especializada en gestión de autopistas, se enumeran los principales desafíos planteados por la movilidad en los próximos años.

En principio, no es razonable seguir construyendo autopistas y grandes vías con la lógica de las precedentes. El diseño y construcción de vías inteligentes, conectadas a la red en toda su trayectoria, cambiará la faz de la movilidad. Si vías y vehículos se conectan, se reducirán los atascos, disminuirán las emisiones y la tasa de arrollamientos tenderá a desaparecer. Es perfectamente concebible, incluso, que los vehículos se interconecten entre sí. Las vías tendrán que disponer de estaciones de suministro eléctrico, estacionamientos y calzadas solares, softwares que informen a los viajeros, en tiempo real, del estado de las vías.

La promesa de un mundo transitado por coches eléctricos, conectados a la red, que circulen por vías gestionadas por inteligencia artificial, crea una inmensa interrogante a las autoridades y sociedades de la mayoría de los países. ¿Tiene sentido mantener el modelo actual o ha llegado la hora de dar el gran viraje y tomar la iniciativa de construir las grandes vías de la era digital? ¿Serán capaces, los gobiernos y dirigentes del mundo, de acelerar el cambio hacia el vehículo eléctrico y conectado y, de forma paralela, dar un salto cualitativo en la construcción de vías públicas?

Hace casi un siglo, en la Italia de los primeros años veinte, aparecieron las autopistas, tal como las conocemos hoy. Se han modernizado, es cierto, pero sus premisas medulares no han cambiado. Aunque la historia de los motores de combustión interna es mucho más larga, desde los primeros años del siglo XX vienen ocupando de forma creciente el espacio visual y sonoro de las ciudades en todo el planeta.

El debate sobre el futuro de estos dos factores está en curso. Nadie discute ya la condición imprescindible de los vehículos de transporte para uso familiar, colectivo o laboral. Las mercancías circulan en aviones, barcos, trenes y camiones que las llevan desde sus centros de producción hasta los consumidores. Ya no se trata de oponer vehículos a peatones, sino de crear soluciones convenientes a unos y otros, que además sean sostenibles. El futuro de la movilidad debe decidirse ahora. Puesto que compromete inmensas inversiones, ejercicios de planificación, así como el tiempo y la vida de la gente, son decisiones que deberán tomarse más temprano que tarde.

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