El cierre del ciclo chavista en Venezuela es una tendencia irreversible. Cada día son más los espaldarazos a escala mundial que recibe Juan Guaidó, cabeza del Ejecutivo nacional, que se traducen en el hundimiento inminente de la administración de Nicolás Maduro.

No hay pataleo que valga. No hay salvavidas que lo pueda reflotar en esta debacle. La ruptura definitiva parece ser cuestión de días. Hay urgencia de que así sea. A lo interno todo un país clama por comida, medicinas y un poco de sosiego. A escala internacional también hay apremio por rescatar la estabilidad política en la región porque son muchos los problemas que ya les hemos causado. Mientras tanto, vemos a un Maduro y su entorno con los grados de soberbia elevados a su máxima potencia, un discurso desgastado y el empecinamiento en echarles la culpa de la ruptura amorosa con su pueblo a factores externos, sin siquiera reconocer que han cometido muchos errores.

Quienes por 20 años hicieron lo que les dio la gana, maltrataron a quienes quisieron, se rieron en la cara de todos y metían con desparpajo el dedo en las heridas abiertas de una sociedad, creyeron que el poder les duraría toda la vida. ¡Qué desubicados estaban! Venezuela se cansó. El hartazgo de los venezolanos ante tanta miseria humana llegó a su límite. Hoy millones de personas retoman las calles para visibilizarse ante el mundo y agradecerle su ayuda para hacerle frente a quienes siguen aferrados a la silla de Miraflores.

Pero, cuidado, mucho cuidado. Si bien es cierto lo que dice Guaidó: «Vamos bien, vamos muy bien», no es menos cierto que un paso en falso del lado opositor podría echar por tierra todos los avances obtenidos. Debemos cerrar filas. En unidad hemos dado pasos agigantados, pero aún falta juego. Si queremos que Venezuela gane, no nos boicoteemos nuestras esperanzas. No es tiempo de figureos, del quítate tú para ponerme yo. Es tiempo de que todos, aun por encima de nuestras propias diferencias, rememos hacia un mismo lado.

Todos los dirigentes políticos han sido importantes para llegar a donde estamos hoy. Todos los partidos también. Todas las estrategias han aportado algo para construir la foto histórica actual, aunque cada momento y sus condiciones han sido muy distintos entre sí. Puede que no estemos de acuerdo con uno o con otro, con una manera de actuar u otra, pero lo importante es que ya estamos muy cerca de lograr lo que por décadas hemos luchado. A todos los bandos les sobran argumentos, pero los invito a deponer los dardos verbales para garantizar el triunfo de esta cruzada.

La hoja de ruta esta vez está muy clara: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Paso a paso. No queramos correr antes de gatear. Todavía no concretamos el primer paso y ya hay gente exigiendo elecciones en 30 días. El lunes ya lo dejaba muy claro el presidente Guaidó cuando decía que para llegar al tercer punto de la ruta había primero que reinstitucionalizar al país. Calma y cordura que vamos bien, muy bien.

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