Amanecí con temblor (No de “bala”, al decir del poeta Valera Mora) y con el subsiguiente temor ocasionado por la experiencia telúrica vivida cuando escribo. Aprecié la ingrata y atemorizante experiencia a pocos minutos de las cinco de la mañana. Fue distinto a los últimos apreciados en Caracas. Por ello presumí que las réplicas serían más fuertes y procedí a vestirme para enfrentar de manera presentable -con ropa de faena cónsona- lo que sobrevendría. Paradójicamente; a escasos minutos, recibí un mensaje desde la tierra que sufre este tipo de embates de manera recurrente, por parte de un amigo entrañable radicado en Chile  donde solicita información.

Las ideas que tenía en mente para ser desarrolladas en el escrito fueron soslayadas por unas sensaciones inconmensurables de miedo. De temor avasallante y desasosiego. De sensaciones de incertidumbre muy parecidas a las que siente la inmensa mayoría de compatriotas y extranjeros que mal convivimos, en lo que en época pretérita, se conceptuó como “tierra de gracia”. La misma que acogió sin recelos y resquemores a una avalancha de inmigrantes variopintos buscando un futuro mejor. La que ahora, con estupor, ve que la migración se ha revertido. Es decir, actualmente somos una oleada de venezolanos que salen despavoridos de nuestras fronteras en búsqueda de tranquilidad y sosiego en lo económico, social y político.

La consciencia de nuestra ciudadanía se ha puesto en almoneda pública. La ha colocado en casi procaz escena el “paisano” Maduro, (al decir de Pastrana) cuando de manera reiterativa e irresponsable regala dinero a manos llenas mediante la peculiar denominación de bonos. La nomenclatura de los mismos varía de acuerdo a las circunstancias: bonos navideños, de carnaval, de Semana Santa, patrióticos, independencia y pare usted de contar. Mañana 1° de mayo (otrora día del trabajador a celebrar, cuando los venezolanos trabajábamos y recibíamos remuneraciones acordes a nuestras necesidades bajo parámetros de cierta normalidad) conoceremos una variación distinta y muy demagógica de todas estas aparentes dádivas.

El presidente, sin rubor, dice que el regala dinero contante y sonante en espera la debida retribución mediante votos. Los que las inefables arpías del ministerio de elecciones del gobierno anunciarán en la madrugada del lunes 21 de mayo. Será una especie de multiplicación silvestre, pícara y delictual. De ninguna manera parecida a la que Jesucristo realizó en la llamada “multiplicación de los panes”.  Sirvieron para paliar la sensación de hambruna de aquella época. En la actualidad la multiplicación delictiva de votos procurada por el cuarteto infame estará sustentada por las bayonetas milicas que forman parte del Alto Mando de la llamada FANB.

     El ambiente electorero propiciado por el llamado “madurismo” por una parte; y, por la otra, por la denominada “sargentada”, tienen un denominador común: Apatía generalizada. Mas bullicio y participación popular se sintió en los pasados carnavales celebrados en la población de Pedernales (Cuando hay buen tiempo se puede divisar la isla de Trinidad) con motivo a la elección de la reina de carnestolendas. Coinciden complacientemente, tanto el presidente como el sargento, en que “llueve, truene o relampaguee” se realizarán las elecciones el 20 de mayo. Los llamados a suspender la elección por parte de la comunidad nacional e internacional y por la Conferencia Episcopal venezolana les tiene sin cuidado. El “continuismo” aspira seguir desgobernando. Los otros son la reencarnación de la vetusta “guanábana”increíblemente ampliada con ex ñángaras. Rediviva por parte de los jefes tácitos de la campaña: Claudio Fermín y Eduardo Fernández (con hijo incluido) quienes recorren “virtualmente” el país. Nos aburren diariamente con declaraciones de micrófono formuladas desde estudios radiofónicos con aire acondicionado. Imaginemos –por no dejar- la puja inclemente entre la doble “F”.  Luego del utópico -por imposible- triunfo electoral a ser anunciado por el CNE con aceptación del gobierno. Procurando ser designados como vicepresidente ejecutivo de la república en un gobierno inimaginable presidido por el sargento.

Los émulos de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Hugo Chávez (muy disminuidos políticamente y sin ética alguna en esta particularísima aventura) pretenden adormecer a los venezolanos con cuentos de camino. Los epígonos de quienes indistintamente gobernaron pretenden revivir glorias y experiencias pasadas. La historia, a pesar de la relativa cercanía (los lapsos históricos suelen medirse tiempo después de concluidos, cuando las pasiones se han sosegado debidamente) de aquellos gobiernos ya ha comenzado a establecer parámetros de rigurosa crítica con los modos, medios y formas como gobernaron.

El 21 de mayo nos encontraremos frente a frente con nuestras conciencias en primer término. Contra las pretensiones irreconciliables por parte del continuismo hegemónico procuradas por Maduro en segundo término. Consecuencialmente, -en su tercer aspecto- estará indisolublemente consustanciado con los líderes que procuran la aplicación de políticas de gabinete. Estos han mantenido estrategias y tácticas fracasadas por lo equivocadas y erróneas de las mismas. Si los venezolanos aceptamos en ese oscuro amanecer del 21 de mayo que los politicastros de oficio fracasados continúen y persistan con políticas equivocadas tendremos la mácula imborrable de ser ineptos y torpes en la capacidad de escogencia del liderazgo probo. Nuestra será la culpa entonces de lo que sobrevendrá. Además del costo económico, social y político que se le seguirá infligiendo a la sociedad venezolana en general. La responsabilidad de los errores opositores no solamente debe ser establecida por las acciones. Es el caso particular de la participación complaciente en el sainete electorero por parte del sargento y su combo. De igual manera la responsabilidad habrá de recaer en aquellos dirigentes que por omisiones se han mantenido en un cobarde limbo.

A pocos días de la consumación del fraude quienes forman parte de la llamada MUD y de Soy Venezuela; con sus respectivos frentes constituidos públicamente, se han guarnecido en un provocativo silencio estruendoso armonizado con sordina. Una que otra declaración pública con diversas peticiones adjetivas. La mayoría de ellas con la única intención de mantener un “bajo perfil” para situarse al acecho –como la piel del camaleón- cuando se produzca lo ya inevitable. Hasta las romerías a realizar al interior del país –con una excepción- han sido suspendidas. Casi todos, que es como decir todos, se han guarnecido bien abrigados en una especie de “Cuarteles de Invierno”. Quizás –en lo particular- no peque de extremista al pensar y manifestarlo (así lo pronostico) que estamos a horas de confrontar una explosión e implosión política sin parangón alguno en la historia de Venezuela y tal vez de la humanidad…

El pueblo venezolano y su ciudadanía se encuentran lúcidos y expectantes. Los trabajadores con sus irrenunciables derechos económicos, sociales y políticos vilmente conculcados. Los obreros, profesionales y comerciantes sin capacidad alguna de producción económica que satisfaga las necesidades más simples. Los jóvenes –estudiantes y trabajadores- sin un despliegue viable y armónico en sus actividades cotidianas. Los industriales y campesinos sin potencial alguno de producción. La situación es tan grave y confusa que la diáspora indetenible del día a día se encuentra conformada por una mayoría de compatriotas desesperados buscando mejores opciones de vida. Junto con ellos; también participa una minoría de delincuentes muy significativa. Se trata de las tradicionales “ratas” abandonando la nave ente el inminente naufragio. Eso sí, bien apertrechados con los billetes verdes mal habidos producto de sus pasantías burocráticas y de contubernio promiscuo con la corrupción.

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@CheyeJR

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