Estados Unidos está liderando la puesta en marcha del 5G. Una vez en servicio para el público –ahora funciona de manera aún segmentada– se dará el salto cualitativo de la conexión de personas a la conexión de personas-con-las-cosas. Sí: conectar las personas con las cosas.

No solo habrá mejor velocidad de conexión de Internet y telefonía, sino que es el umbral de conectar con las cosas. IOT Internet of Things: vendrá toda una nueva oleada de nuevas casas (domótica), nuevos vehículos (ya están los eléctricos e híbridos, los aparados de TV, etc) que puedan comunicarse con nosotros a través de nuestro smartphone. La ficción aterriza para convertirse en realidad con eso que llaman edge computing (computación en el borde) que es procesamiento de data al instante –información recabada por sensores o dispositivos inteligentes dispuestos en refrigeradores, autos, alumbrado público y un largo etc– para análisis de info en tiempo real, que revolucionarán viejos esquemas y estructuras de la industria, finanzas y telecomunicaciones.

Ello va a contribuir, definitivamente, a la denominada “transformación digital de la sociedad”, de los negocios, la economía, la forma de vivir y la guerra. Aparece allí el concepto de bigdata –o manejo masivo de datos, fotos, etc– permitirá a compañías conocer, al instante, cuántos usuarios prefieren tal o cual producto/servicio y cómo llegar a más compradores. Esos conceptos darán paso a la IA, Inteligencia Artificial y robótica que luego dará el salto a lo que se llama la singularidad, que magistralmente expone Raymond Kurzweil, y que no es otra cosa que el momento en que las máquinas ganen conciencia y la venida de una era de transhumanismo que serán los humanos mejorados con tecnología.

Aún se caminan esos pasos previos y –como en todo– ya hay críticas y algunas preocupaciones de la ciberseguridad de data ¿quién garantiza el uso eficiente de tantos datos que diariamente estamos aportando en el mundo digital? Seguro habrán los nuevos piratas que “naveguen” robando datos, haciendo transferencias ilícitas de dinero, robando secretos tecnológicos y comprometiendo la seguridad de estados y ciudades, pero es parte de la tecnología y –de seguro– habrán los elementos de seguridad que garanticen el tránsito de esta sociedad aún con mentalidad y restos de pensamiento del siglo XX a la sociedad plena del siglo XXI hipercibernética y digital.

Ese escenario demandará –y estimulará– nuevos liderazgos, nuevas competencias y nuevas formas de ser competitivos.

El mismo y prestigiado Foro Económico Mundial (Davos 2019) señaló en su informe que se debe dar importancia a los ciberataques como la amenaza “más probable solo por detrás de eventos climatológicos extremos, desastres naturales y el robo masivo de datos”.

En América Latina en Chile, en México –alrededor de 2022– y en Colombia habrá despliegues iniciales de 5G, por lo menos a decir del presidente Iván Duque, se espera que «Colombia esté lista en 5G antes de 6 años en todo el territorio”. ¿Y Bolivia? ¿Y Venezuela? Siguen en medios de guerras políticas-medievales abusivas de la gente. Lo grave es que aún, en algunos lugares del mundo como estos, seguimos enfrascados en discusiones de campanario y el mundo está girando a velocidades inimaginables generando nuevos modelos de sociedad, energías alternativas y tecnología que nos va a imponer un nuevo modelo de vivir al que, de no estar entrenados desde hoy, estaremos casi en desuso –como dijo el buen autor de 21 lecciones para el siglo XXI , Yuval Noah Harari–.

Ese acceso masivo, democratizado e infinito a las nuevas tecnologías digitales, que empieza como la telefonía móvil 5G, es clave para mejorar la productividad y la competitividad dando inicio a nuevos ciclos económicos: viejos trabajos serán desechados, surgirán nuevos tipos de trabajo que requerirán, como dijimos, nuevos arquetipos de competitividad con efecto directo en las empresas y en los ciudadanos, abriendo espacio de debates en lo que van a ser nuevas éticas-laborales y de comportamientos sociales. La tecnología genera competitividad y mejora niveles de producción que son medibles, todo se mide, y que permite saber –en tiempo real– tipos de costos, períodos de inversión y de recuperación en todo tipo de negocios. Allí entran las nuevas mentes altamente competitivas: la capacidad de manejo de data será determinante para los nuevos gerentes de este siglo.

¿Estamos entrenando nuevas competencias para ese nuevo escenario tecnológico o seguimos viviendo la pequeñez de la inmediatez?


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