La cátedra libre Democracia y Elecciones de la UCV, que dirige Eglée González Lobato, preparó un cuadro analítico sobre el acuerdo CNE-Falcón, propuestas del acuerdo de los cancilleres en RD, propuesta de acuerdo RD por el gobierno y la propuesta de acuerdo por la oposición. Compara varios asuntos, cronogramas, observación internacional, equidad en el acceso a los medios, centros de votación, auditoría y miembros de mesas, control de puntos de apoyo, apertura del registro en el exterior y reconocimiento de los resultados. Sin duda, es un esfuerzo académico importante, una herramienta útil que, entre otras cosas, genera una gran angustia al comprobar efectivamente que lo que deberían ser derechos y obligaciones del ente electoral, no del gobierno, han sido rebanados en el tiempo para que precisamente quienes representan hoy a la mayoría de electores del país se sometan a negociar las condiciones que ya la Constitución y las leyes nos brinda. El gobierno necesita competir deslealmente. Como bien afirma la profesora Lobato, “hay que diferenciar entre participación para competir o para ganar”. Lamentablemente, el equivalente a una instancia para la defensa y promoción de la competencia electoral, que sería el CNE, ya sabemos en qué anda.

La teoría de la rebanada es la que ha aplicado el gobierno, como autocracia al fin, para minimizar a la oposición con la única finalidad de reducirla, hacerla a su medida, no desaparecerla, porque con la realidad de estos tiempos globales las dictaduras necesitan mantener ciertas formas. ¿Es esta irracionalidad política novedosa en Venezuela? No. Precisamente, Jesús Sanoja Hernandez, en su obra Entre golpes y revoluciones, cuenta cómo la junta militar en 1950 actuó con la táctica del salami rebanado, la tesis que aplicó Mátyás Rákosi en la Hungría comunista, que consistió en ir eliminado, con la fuerza del Estado, paso a paso, a la oposición. La eliminación sectorial y en el tiempo, esa es la táctica. Si comparamos la estrategia de la JM y la actual, es casi calcada: eliminación de partidos y líderes, minimización de la Iglesia y depuración de las Fuerzas Armadas. Una sola variante, no hay Guerra Fría, sí hay una celosa comunidad internacional, y la fuerza de las redes sociales que todo lo ven y todo lo dicen.


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