Es indispensable el cese de la usurpación para realizar elecciones libres”. Grupo de Lima (Santiago, 15/04/19)

Tal como se ha planteado, los pasos que nos deben llevar a la inexorable salida del régimen, y de regreso al sistema democrático, tienen una secuencia lógica que responde fielmente a las exigencias que la crisis nos impone. De tal forma, que el cese de la usurpación nos debe llevar a un gobierno de transición y este, a su vez, a unas elecciones libres. Es una fórmula inquebrantable que no admite alteración porque en este temerario caso el orden de los factores sí afectaría el resultado.

Conviene recalcar esa clara y simple ecuación, cuando ha comenzado a especularse sobre una posible transición “negociada”, así como también sobre unas elecciones que por un pretendido nuevo diálogo deberían realizarse en una entente con el actual régimen. El asunto se torna más significativo aún cuando se atribuyen esos desaguisados a supuestas exigencias de factores internacionales que han terciado en favor de nuestros tirios y troyanos. ¡Falso!

Por la especie que se ha dejado correr como panacea, se supone que ese paquete “negociado” sería la única vía incruenta para resolver nuestras diferencias. La otra, una salida dura y compleja, en la que nos darían una lucha sin cuartel que dejaría al país incendiado por los cuatro costados en una política de tierra arrasada. Es un vulgar maniqueísmo seguramente salido de las entrañas de un régimen interesado en generar divisiones e incertidumbre. Es una manipulación pretender que esos “valores agregados” de una salida cruenta puedan determinar un cambio en la ruta que nos hemos trazado.

Concebir ese combo de transición y elecciones negociadas no es otra cosa que negar cuanto se ha hecho y se ha avanzado. El primer gran escollo para nuestra oposición sería el alto costo político que supondrían esos planteamientos. Es impensable que los actores políticos queden indemnes en un esquema en el que tengan que arriarse las banderas izadas contra la dictadura y la usurpación. En ese negadísimo supuesto, Guaidó dejaría de ser presidente encargado y la Asamblea Nacional dejaría de ser el árbitro político que hoy es, para pasar a ser figuras fantasmales invitadas a las exequias del vamos bien. Nuestro inestimable Almagro, por su parte, tendría que desdecirse y hacer llave con Tabaré Vásquez. Mister Trump a recoger velas y dedicarse a tiempo completo a la construcción del muro. Y el Grupo de Lima a reactivar Unasur.

Como contraparte, se revitalizarían Castro y su pandilla. Los rusos, chinos, iraníes y todas las demás lacras internacionales que apoyan a este régimen se frotarían las manos por lo que sería para todos ellos una fórmula en la que aun perdiendo ganan.

Una transición negociada no sería otra cosa que una negociación con el mal. Sería una danza con el enemigo que representaría la claudicación de los principios en los que se soporta la lucha y la esperanza de un pueblo que despreciaría a quienes pudieran prestarse a tamaña temeridad. Caso negado.

Como temerario sería el planteamiento electoral negociado, sin que se haya superado esta dictadura y sin que mediante un nuevo gobierno se restablezcan las condiciones necesarias para programar y ejecutar un proceso electoral con un árbitro legítimamente designado, verdaderamente institucional e independiente, en el que se cumplan los lapsos, se limpie el registro electoral, haya una verdadera observación internacional y una efectiva participación de todas las organizaciones y candidatos, muchos hoy inhabilitados.

Somos conscientes de la firmeza y tenacidad con las que el presidente Guaidó guía sus pasos, en sus manos tiene una gran responsabilidad histórica que entendemos ajena a tratativas marginales que puedan desviar el rumbo que ha señalado. De ese modo, tendrá siempre el respaldo pleno de su país.


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