La semana pasada les decía al final de mis palabras, más que como una promesa hacia mí misma, como un compromiso hacia todos ustedes, mis hijos venezolanos, nacidos o adoptados en estas tierras que son mis entrañas, que “volveré desde mi esencia histórica independentista a reconquistar mi libertad, y defender la de mis hermanas latinoamericanas, ¡como antes! ¡Yo soy Venezuela!”. Las preguntas que caben entonces son: ¿Cómo debo, como puedo hacerlo?

Les invito a reflexionar sobre mí al respecto de las preguntas anteriores. En primer lugar, a conocer mi historia, lo más precisa y bien relacionada posible con el entorno mundial en el que me he desenvuelto hasta hoy día. Les pido establecer, según las premisas de mi realidad actual, la unidad de propósitos, la organización y los recursos de que puedo disponer, y necesito reunir para lograr dichos propósitos. No haré confesiones impertinentes e inelegantes sobre cómo voy a parir nuevamente mi libertad, pero lo que sí quiero contarles es cómo sé que existen grandes posibilidades de alcanzar los sueños, cuando ellos se asumen realmente con pasión y entrega,  como mi historia, la historia de mi nacimiento como república, lo demostró fehacientemente, ¡hace apenas dos siglos!

La unidad de propósitos es vivir en libertad, en una república democrática que ¡no solo vote sino que elija, y exija el cumplimiento de las obligaciones constitucionales y legales a todos los funcionarios, así como a todos los ciudadanos venezolanos, y a todos aquellos que deseen vivir entre nosotros como hermanos! Para ello, en las actuales circunstancias, el único punto discutible en la agenda política entre todos los venezolanos es el inmediato inicio de la transición a la democracia. Es preciso tener meridianamente claro que todos los puntos que se deben desglosar, respecto del punto único de la agenda anterior, serán conquistados solo bajo la exigencia y reciedumbre de la acción ciudadana. ¡Las dictaduras no se retiran, son expulsadas por la presión de sus ciudadanos libres! Con apoyo de mis vecinos de América en primer lugar, y de todos los países con los que mantengo relaciones internacionales, de naturaleza cultural, comercial, y lo más importante, de defensa de los valores universales del hombre, cuyas expresiones más determinantes se encuentran representadas en organizaciones como la OEA y la ONU. Con su apoyo, yo, Venezuela, lograré mi libertad de nuevo.

Por sobre todas las cosas, y siempre, he mantenido y mantendré la fe y  la fuerza moral que me viene de Dios, nuestro señor; quien me dio, como Venezuela, junto a todos mis hijas e hijos, el derecho a la vida, a la libertad, y al amor universal. Por lo tanto, les  pido a mis hijos que no peleen entre sí, que no se dividan por aquellas cosas que no representan ninguna prioridad para el avance de nuestro mejoramiento organizacional, y la unidad para la lucha. Aceptemos que somos una diversidad de pensamientos, y que como en un coro de voces armónico se debe tener una única partitura para el sonido melodioso de su ejecución, respetemos las consultas que se han hecho a todos, como la del 16 de julio pasado. No es una única voz que suena, pero sí una sola canción, un solo himno, y este debe ser el “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando la virtud y honor”.

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