Es una frase con el verbo copulativo “ser”: “Yo soy Venezuela”, esto es, clasifica al sujeto y lo califica al mismo tiempo. Según Hegel, en la proposición hay un sujeto del cual se enuncian predicados. Al tener el sujeto buscamos los predicados (determinaciones) que le convienen y se los atribuimos. “El sujeto se adopta como un punto fijo, al que se adhieren como a su base de sustentación los predicados, aquí se pone al sujeto como un punto quieto y, en cambio, esta realidad es el automovimiento” (Fenomenología del espíritu, p. 18). Hegel concibe que el sujeto es actividad, que los predicados son producidos por el mismo y desde el mismo, es decir, las determinaciones (o predicados) son productos del sujeto. Este no es una cosa muerta, inerte, sino que se mueve a sí mismo.

El movimiento no es producido por una causa o fuerza externa, en cuyo caso él sería pasivo, efecto de un poder que actúa sobre él, sino que viene del mismo. Un verdadero sujeto no puede ser movido por otro. El sujeto es un ser vivo, cuya vida o capacidad de movimiento no se la debe a otro ser, sino que posee dentro de sí mismo la fuerza motriz. Nos parece evidente que lo que Hegel llama automovimiento del concepto dialéctico es un hallazgo para explicar que el espíritu (el concepto que se mueve a sí mismo) por no ser un ser natural no puede ser explicado su movimiento por la causalidad. Dialéctica y causalidad tienen un campo de acción distinto. Quien desee profundizar en este tema puede consultar al profesor doctor Eduardo Vásquez (Los puntos fundamentales de la filosofía de Hegel).

En la frase que analizamos, “soy” es el sujeto en automovimiento, cuya calificación es “Venezuela”. Pero, ¿cuál es esa Venezuela que califica a “soy”? Es lo indeseable, es la atrocidad político-social en que la ha convertido el chavismo con su despropósito político. Es la Venezuela de la cual huyen sus habitantes. Es aquella donde se registra hiperinflación. Donde prolifera el embarazo prematuro de niñas. Donde mueren recién nacidos y niños menores de un año por carencia de medicinas y de servicios médicos oportunos. “Soy” es, pues, el venezolano actual, el que en automovimiento protesta o soporta estoicamente las vicisitudes de nacer, crecer y vivir actualmente en Venezuela.

Esta situación del venezolano, “soy”, es en gran parte inducida desde el exterior a él por los que indebidamente detentan el poder, pero también brota de sí mismo, por razones históricas, sociológicas y antropológicas, pues se relaciona con la formación del pueblo venezolano según sus tres principales vertientes multiculturales: indígenas, españoles y africanos. Así, el venezolano es cínico por antonomasia, nunca dice la verdad o difícilmente la dice; por ejemplo, si usted deja su carro en un estacionamiento y pregunta a la cajera hasta qué hora estará ahí, le responde que hasta las 6:00 pm, pero si usted llega a las 5:15 pm se encuentra que ya no está. Las respuestas a las encuestas de opinión generalmente no son confiables.

“Venezuela” es el término que califica a “soy”, pero cuál es esa Venezuela. Es la que todavía, entre otras cosas, no ha aprendido a recoger la basura que se genera en la vida diaria. Casi todos los candidatos a alcaldes prometen que recogerán la basura, relatan casos de auténtica insalubridad, como en Carúpano, Ciudad Bolívar y otras ciudades. Y uno de los prominentes personeros del chavismo que detenta representatividad para negociar con la cómplice MUD, acaba de dejar a Caracas inundada de escombros y “desechos sólidos”, no fue capaz ni de instrumentar las medidas para recogerla. Si lo hace impertérritamente un siquiatra, ¿qué puede esperarse de los demás? Eso también es corrupción. Pero Maduro lo premia injustamente, lo cual significa que su pretendida lucha anticorrupción actual es muy sesgada.

“Soy” significa que el venezolano, como ente colectivo, no sabe entre otras cosas recoger la basura, eliminar sus efectos contaminantes; si es así, ¿cómo pretende gerenciar la industria petrolera? ¿Cómo aspira a industrializar el hierro, el aluminio y tantos otros minerales que yacen en nuestro subsuelo? ¿Cómo pretende diversificar razonablemente e industrializar competitivamente nuestra economía? Para acercarnos más a la realidad, digamos que sí hay un sector de venezolanos que sí puede hacerlo, pero que no está en los comandos de las instituciones políticas ni en las del gobierno. Por aquí debe comenzar la transformación. Tal vez, así el país marchará mejor.

Un mensaje político, un slogan, nunca debería referirse para perpetuar la situación política, social y económica, máxime si es catastrófica, donde dice que centrará su acción política. Siempre es conveniente insuflar esperanza, el cambio de una realidad que nos acogota y enturbia el futuro como nación. Por eso, el lema: “Soy Venezuela” es un disparate político.

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@psconderegardiz


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