La humanidad del siglo XXI vive grandes confusiones. Trans significa al otro lado y el término, que no es mío, en este caso específico no se trata de sexo sino de la ciencia de la economía.

Vivimos en un mundo contradictorio y absolutamente desquiciado donde todo es válido. Lo bueno es malo y lo malo es bueno. Ya casi nada sorprende. La marihuana ahora es un remedio. A los poetas nadie los entiende y eso a ellos les gusta. Los cantantes casi no tienen voz. Los músicos casi no afinan. Las prostitutas follan por amor y los chulos están trabajando. Los diablos tienen alas y los santos cachos. Los brujos progresan y los médicos se arruinan. Las vacas se volvieron locas y los toros viven su preferencia sexual. Ser mujer se decreta y ser hombre es raro. Los adolescentes controlan a profesores y a padres. Nadie escribe con lápiz. Nadie habla durante las comidas porque se pierde tiempo de revisar las redes sociales. La vida privada es Facebook e Instagram. Dios es un eufemismo lejano al que acudimos cuando hay turbulencia en un avión. El Papa solo oye por el oído izquierdo. A Maduro le gusta Lenín, pero a Lenín de Ecuador no le gusta Maduro. Los cocineros se alejan de los fogones y se congelan con cocina molecular. Las misses son hombres y Tiger Woods, el campeón de golf del mundo, lo mandan a terapia porque le atraen demasiado las mujeres.

De niño siempre me gustó el dinero aunque fuera de monopolio. Nunca jugué papagayo, trompo, metras, perinola ni beisbol de chapita. Me sentía millonario. Coleccionaba monedas y olfateaba los billetes. En diciembre, en lugar de ir a las jugueterías, me pegaba a las ventanas de los bancos para mirar la caja fuerte. Me gustaba ver el mapa de Suiza porque sabía que allí estaban los bancos más importantes del mundo. Lloré cuando la maestra explicó que algunos galeones cargados de oro se hundieron en el mar Caribe.

Mis padres me llevaron a psicólogos y terapeutas. No resultó. Pero me encantaba ir para ver el momento en el que sacaban el fajo de billetes y les pagaban. De joven adulto veía películas pornográficas pero de atrás para adelante, ya que el momento más excitante era cuando la prostituta le devolvía el dinero al cliente.

Soy un trans económico, un millonario atrapado en un cuerpo de pobre. Ahora estoy reuniendo dinero para operarme y convertirme en un millonario de verdad.


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