Hay quienes aseguran que fue en la década de 1940, otros, que en la de 1950, cuando el poeta puertorriqueño Luis Lloréns Torres acuñó el término pitiyanqui. La palabra en cuestión era la fusión del término francés petit (pequeño) y yankee (estadounidense). Lo cierto es que en Venezuela empezó a ser utilizada por el trujillano Mario Briceño Iragorry. Desde entonces el vocablo se ha empleado copiosa y despectivamente para ridiculizar a quienes asumimos el modelo de vida estadounidense como uno de los más idóneos, tanto que por momentos ha superado el no menos manido reaccionario. 

Por cierto que en lo que corresponde a quienes manifiestan su arrobo por cubanos, chinos, rusos, embatolados y demás especímenes de similar ralea no se les coloca ningún epíteto. Es así como vemos a la omnímoda prensa boba desgañitarse contra la intervención estadounidense en Venezuela, mientras el Grupo de Lima les hace el coro. Pero qué bien saben callar cuando los ya mencionados rusos, chinos, cubanos y demás sabandijas de análogo pelaje entran a tambor batiente en nuestro país. La hipocresía es un oficio que no requiere talento, solo un buen espinazo que permita inclinarse ante los que tocan el son que se quiere oír.

Se es pitiyanqui por pretender vivir al amparo de las leyes, también por aspirar a una vida mejor, por querer libertad, por poder andar por donde se me antoje sin estar dando explicaciones más que las que me exige mi propio entorno para poder estar en paz. Se escribe rápido y se lee al voleo, pero cuán arduo es. Son las condiciones que nuestra atormentada Venezuela tenía y de la cual disfruté a rabiar.

Ahora Gofiote y su combo de malvivientes agitan el trapo del “intervencionismo” y paralizan a propios y extraños. Nadie quiere ser señalado de apoyar al monstruo imperialista. ¡Pero cómo les gusta retratarse con Mickey Mouse! Recuerdo mi época de estar en la Asamblea Nacional como reportero gráfico y ver a más de un rojito, uña en el rabo, bramar porque le habían negado la visa de entrada a Estados Unidos. Les gusta echar vainas en casa ajena, pero que no los echen de la fiesta…

Apátrida me dirán los que tienen un léxico más amplio, traidor a la patria los más básicos y furibundos, pero ambos pedirán mi cabeza en una pica a la entrada del aeropuerto de Maiquetía. No me cansaré de repetir el ejemplo de la mujer maltratada por su cónyuge y por la que nadie hace nada. Maduro y su gavilla de delincuentes acaban con el país de manera ostentosa y sin siquiera guardan las apariencias, pero si los estadounidenses intervienen para poner las cosas en su lugar son intervencionistas. Ante tanta imbecilidad no puedo hacerme cómplice de este gobiernito y exigirle a Guaidó que deje el miedo y termine de apoyar la intervención que nos permita recuperar los sueños y salir de esta maldita pesadilla. Es hora de que despertemos.

© Alfredo Cedeño

http://textosyfotos.blogspot.com/

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!