La fecha del 10 de enero de 2019 ronda en la mente de todos. Ese día se iniciará un nuevo ciclo presidencial de Nicolás Maduro. Su elección, absolutamente amañada, hace que su resultado no sea reconocido por más de ochenta por ciento del planeta. Fueron evidentes los yerros jurídicos que construyeron una victoria sobre un promontorio de ilegalidades. Es por ello que su nuevo periodo tiene demasiadas aristas que hacen que arranque con inmensas debilidades que imposibilitan la capacidad de maniobra. Los años de la revolución nos trajeron una verdadera catástrofe que nos hizo una nación convertida en miseria. El tsunami ideológico oficial pulverizó cualquier asomo de desarrollo nacional.

Caímos por un tobogán que transformó la realidad venezolana en un infierno. Las consecuencias las padecemos todos los días. Se viven horas terribles de persecución de un gobierno primitivo que solo conoce la maldad. Las tinieblas se ciernen con su tétrico calendario de onomásticos de revanchismo, es la hora del asalto falaz al espíritu republicano. Momentos en los que será sometido al escarnio todo aquel que ose enfrentarse con el armatoste totalitario empoderado desde Miraflores. Un iracundo Nicolás Maduro arremete desde la irracionalidad para ir en contra de cualquier asomo democrático. Las libertades castradas en la filosa hoja de las bayonetas.

El incienso dictatorial perfumando al Estado arbitrario que enciende la pira de sus desvaríos. Usemos ahora la imaginación para adentrarnos en el peor escenario: que este régimen logre mantenerse en el poder. Es fácil conjeturar que la situación recrudecería de forma dramática. Las consecuencias para la nación serian funestas, la escasísima probabilidad democrática arrasada por un vendaval sin rumbo. Es el momento de un inmenso encuentro de voluntades. Las fuerzas democráticas de diversos sectores deben actuar en una estrategia común de salvar Venezuela de la dictadura. Que cada acción sea acordada no por un cogollo caraqueño, sino por un conjunto de expresiones sociales que representen a las mayorías. Aquí el verdadero diálogo debe ser entre todos los venezolanos. Saber canalizar el descontento general, organizar al pueblo en redes que protesten por sus necesidades básicas. Solo así lograremos reconquistar la libertad…

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