—Sabemos lo que hace falta para salir de esta crisis; pero, ya no lo tenemos

—¿Y qué es mi pana?, le pregunté

—Dinero

Así me respondió mi amigo el economista Orlando Ochoa, a quien tenía tiempo sin ver y con quien, casualmente, me crucé hace pocos días. No titubeó para darme su diagnóstico, rápido, simple y certero, de la situación. Le bastó una sola palabra y no necesitó fórmulas complejas que solo entienden los expertos en la materia. Para salir de la situación actual requerimos, con carácter de urgencia, algo que no tenemos. Algo que no aparecerá imprimiendo más billetes ni ofreciendo una reconversión, ni remarcando, ni sacando de circulación todos los billeticos de 100 o inventando un nuevo cono monetario que, antes de entrar en marcha, ya huele a devaluado.

No hay dinero porque ha caído la producción petrolera. Y ni con decretos de autonomía, ni otorgando plenos derechos, la industria se reactivará y comenzará a extraer el petróleo que se necesita para llenar los miles de barriles que tenemos que vender para obtener algo de ingresos; ingresos que urgen para salvar la economía del país. No hay dinero para pagar las deudas del régimen con los acreedores internacionales, que tienen todo listo y están a escasos minutos de embargarnos. No hay dinero para echar a andar la maquinaria productiva o poner a funcionar otros sectores estratégicos con los que, antes, obteníamos algún dinerito. No hay dinero porque el que había, que resulta que era mucho –muchísimo–, fue a parar a “otros fondos” y se lo están gozando algunos inescrupulosos sin remordimientos, que hicieron de la corrupción su jugoso y rentable modo de vida.

El dinero se esfumó y dejó, en su ausencia, un deterioro inocultable. Sin embargo, en medio de esta oscuridad, algunos sectores del país se reinventan para soportar el vendaval que nos azota. Lo vi en la XLVIII Asamblea Anual de Consecomercio, donde, pese a las dificultades, los empresarios se las ingenian para surfear el tsunami y aportar sus experiencias de supervivencia para el futuro que no tarda en llegar. Ese al que apuestan y en el que confían, aún cuando son conscientes de que el momento actual les adversa. Y, sin embargo, pese al escenario, ajustan sus ofertas de servicios para satisfacer la demanda de los consumidores locales: y lo hacen convencidos de que es ahora, que es en este momento cuando Venezuela los necesita sacando el pecho por ella.

Durante el evento tuve la oportunidad de compartir tribuna con importantes empresarios, cuyos negocios suman en años más de cien: escuchar sus experiencias que no estuvieron exentas de momentos clave y tensos que pusieron en riesgo sus operaciones; pero que, no obstante, lograron superar. Escuché el paseo por la historia que nos hizo el académico Rafael Arráiz Lucca, que magistralmente describió la vida comercial de una Venezuela que, en algún momento de su pasado, ocupó los primeros sitiales en el ranking de la prosperidad económica del continente.

Tampoco faltó el diagnóstico de la situación política y económica actual del país, exposiciones que estuvieron a cargo de Benigno Alarcón y Henkel García. Y como podrán suponer, el escenario no es alentador. Venezuela vive un momento inédito, muy difícil; pero, no insuperable, según la opinión de estos expertos. Es verdad que la situación política parece un juego de dominó trancado. Es muy cierto que la hiperinflación nos tiene al borde de un serio colapso. Incluso, según los cálculos de Econométrica, la inflación de mayo cerrará en 99,2%. Y, sin embargo, la buena noticia para quienes nos aferramos al país es que, una situación tan asfixiante como la actual, no será eterna. Y será, desde todo punto de vista, la que impulse la aplicación de los correctivos urgentes e inmediatos que se requieren.

La situación económica será, muy probablemente, la que propicie los cambios políticos. Cambios para salir de este modelo inservible y nefasto. Cambios no para radicalizarlo, sino para erradicarlo y dejarlo como un capítulo desventurado de nuestra historia, que jamás debemos volver a procurar. Es lo que aspiramos los venezolanos que no dependemos de una caja Clap o un bono de la patria, sino que hemos construido nuestras hojas de vida con el producto de puro esfuerzo y trabajo. Pero, aún el tránsito por este túnel oscuro, peligroso y miserable, no termina. Sin poder precisar cuánto falta para salir de esta crisis, situaciones similares en otras regiones demuestran que, tarde o temprano, esta caída libre en algún momento se detiene y toca fondo. Y comienza a reflotar lo bueno del país. A poner en marcha las oportunidades que hoy, incluso en medio de la crisis, se están ideando y engendrando.

No es hora de echar para atrás, y eso lo percibí en cada uno de los empresarios que siguen metiéndole el hombro a Venezuela y no pierden la confianza en ella. El tiempo es relativo cuando lo que está en juego es el futuro de un país. Y nuestra esperanza es que ese tiempo, el de los vientos a favor, el que se llevará las malas vivencias, pronto comenzará a soplar con más fuerza.

Instagram: mingoblancotv


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