Un veterano contaba la historia de un hombre extraño que hablaba solo todo el rato. Nos decía que no estaba bien de la cabeza, como todos los inquilinos del hospital. Los enfermeros se interesaban por él. Le preguntaban cómo le iba, en qué pensaba y, cuando le notaban una mirada enajenada, intentaban alegrarle el día con una sonrisa. Una semana, el solitario parecía preocupado. Paseaba nervioso de un lado a otro de los corredores de la planta de psiquiatría del edificio. Gesticulaba, se reñía a sí mismo. Buscaba aislarse de manera absoluta. Quería estar solo, si es que podía estarse todavía más solo que él. Elegía las esquinas para sentarse en el suelo. Escribía notas en un papel que arrugaba cuando se sentía observado. Pocos pacientes le trataban.

El hombre dibujaba garabatos combinando números y letras, fórmulas matemáticas, tachando rabioso una flecha, esbozando un eje, un giro o una nueva polea. Esa semana se confió a uno de sus cuidadores después de aceptarle un cigarrillo por primera vez. Compartió con él su secreto. Le mostró el croquis de una máquina de fabricación de billetes de curso legal. Eso decía él. Creía que, en cuanto consiguiera obtener una pieza, solo una pieza, funcionaría de inmediato. Era, sin embargo, improbable (por no decir imposible) lograr la pieza que faltaba ya que este pájaro raro aseguraba saber que un relevante personaje de la política nacional la custodiaba en un lugar desconocido y bien protegido. Conociendo la identidad del personaje al que se refería, todos los que escuchábamos risueños al veterano la anécdota del hombre y su máquina del dinero supimos que el inventor no iba a conseguir su objetivo.

Ayer, mientras hablaba yo con una amiga sobre la situación política actual de su país y el mío, ella me decía que la democracia consistía en aceptar las decisiones, los votos, de los demás y vivir con ello. Decía que unas veces ganamos nosotros porque se cumple nuestra opción y otras perdemos. Por mi parte, yo me preguntaba en voz alta (le preguntaba a ella también) si acaso la democracia era la mejor forma posible de gobierno o si nos estábamos perdiendo algo. La sociedad moderna a menudo parece descontenta e insatisfecha. Y pensé que a este modelo político podría faltarle un principio, un artículo o dos, un algoritmo o quizás un pieza como a la máquina del loco para empezar a rodar.


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