Poco se avanzaría en el afán de salir del régimen de Nicolás Maduro si antes la oposición no se dedica con empeño, diligencia e inteligencia a hacer las rectificaciones de órdenes internas que son de obligatorias revisiones. El caso es que a pesar de que de nuevo se presenta dentro de las filas de la oposición un sector mayoritario que decidió no asistir a las elecciones de alcaldes, otros, representados por partidos circunscritos a sus respectivas regiones piensan y actúan de otra manera. Se presenta nuevamente el conflicto que fue un elemento determinante en los resultados desfavorables de las elecciones de gobernadores, al margen del gigantesco fraude ensamblado por el Consejo Nacional Electoral, la falta de un criterio único y coherente.

En todo esto existe un angustiante conflicto producto de la fuente democrática de los venezolanos. Por esencia los demócratas debemos estar de acuerdo con el voto, es más, luchar por él. Siempre he creído conveniente, es mi caso particular, las posiciones eclécticas por el simple hecho de que la verdad nunca es absoluta, ni tampoco invariable. En el caso de las elecciones municipales, por ejemplo, como en las regionales, nadie puede estar de acuerdo en que sea conveniente regalarle al gobierno esos espacios, aquí asoma su talante nuevamente el pensador Perogrullo. Buscando diferencias donde abundan semejanzas, es un error para destinos políticos superiores como las votaciones presidenciales asistir a las elecciones del 10 de diciembre sin un criterio único, al margen de que se puedan mantener algunas alcaldías, recordemos aquello de Fuenteovejuna, la forzosa unidad.

No es necesario que nos queramos ni siguiera que nos apreciemos, si es que eso es una quimera producto de un romanticismo tonto. Entonces echemos manos del pragmatismo para fortalecer la unidad, soportándose. Es forzado proceder a sustituir la MUD, pero sin estridencia. Llevar a cabo, también, una especie de jubileo para sanar las heridas que se ocasionaron entre dirigentes. Escoger el candidato presidencial, propuesta originaria de Andrés Velásquez, a quien le sobran títulos para hacerlo, en unas primarias abiertas para que sea la cabeza orientadora con la vista puesta en las elecciones presidenciales.

¿La MUD y la dirigencia política son los únicos responsables de lo que aconteció el 15-O? O ¿tuvo la sociedad civil su cuotaparte en esos trágicos números? Por supuesto, sí. Su decisión no obedeció al llamado de unos pocos dirigentes que no compartieron la idea del voto. Fue una decisión personalísima de absoluta autonomía; por lo tanto, no se pueden eximir de culpa. Fue una determinación equivocada, pero meditada.

Librar de responsabilidad a ese gran número de compatriotas es considerarlos una élite mediocre, inconsciente, una masa estúpida, amorfa. En “La peligrosa estupidez”, artículo de la española Rosa Montero, trata sobre las leyes fundamentales de la estupidez. La tendencia a siempre subestimar la cantidad de estúpidos que hay en el mundo. La estupidez, como una cualidad independiente de cualquier otra, no está asociada ni al dinero que se tenga o a la clase social o a la educación recibida, y siempre habrá en la Tierra un determinado porcentaje de imbéciles que siempre tenderemos a subestimar. Un estúpido es alguien que causa daño a los demás sin obtener con ello ningún beneficio e incluso perjudicándose a sí mismo.

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