Gómez, en su férrea y arbitraria forma de ejercer el poder, implementó leyes y otros dispositivos jurídicos que prohibían como inmigrantes a las personas que no fuesen de raza europea o insulares de raza amarilla del hemisferio Norte. Mediante otras instrucciones, prohibió la entrada al país de “negros y chinos”. Mucho tiempo pasó para que esta política sinofóbica cambiara. Hoy China es la segunda mayor economía del mundo e integra el Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a veto. Ambas cosas nutren y determinan actualmente las relaciones chino-venezolanas.

Luego del inicio de relaciones diplomáticas en 1974, realizaron varias visitas al país. En la de 2006, vino al país una delegación, encabezada por el vicegobernador Jia Wanshi, que le dispensó una visita a AD. Aún, en ese entonces, tenían ellos la percepción de una posible alternabilidad del poder en el país y al principal partido opositor como la mayor referencia política nacional.

Como presidente del partido en aquel momento, acompañado por el secretario de Asuntos Internacionales, Dr. Alfredo Coronil Hartman, y el secretario de Profesionales y Técnicos, Arq. Raúl Hernández, les atendí y desarrollamos una cruda exposición sobre la realidad nacional, ya caracterizada por una grave crisis política que atentaba contra el Estado de Derecho. Y ellos se esmeraron en informarnos sobre los avances industriales y tecnológicos que en poco tiempo los consolidarían en una privilegiada situación económica.

Gravitó sí en el ambiente una interrogante que finalmente fue formulada. Preguntaron con mucho interés si el tratado y otros convenios, que estaban suscribiendo con el régimen, serían reconocidos por quienes a futuro pudieran ejercer el poder, ante la crisis e incertidumbre política en el país. Fuimos enfáticos en señalar que todo tratado internacional suscrito por Venezuela debía cumplir formalidades constitucionales y que no fuere lesivo a los intereses nacionales, de lo contrario sería absolutamente nulo.

Viene al caso lo referido porque hace más de 11 años, con Chávez en el poder, los chinos mostraron una natural preocupación en un ámbito reservado a las políticas de Estado. Pero hoy el cuento ha cambiado. Una muestra de ello son las declaraciones del portavoz de su Ministerio de Relaciones Exteriores, Geng Shuang, cuando insólitamente dice: “La situación interna está mejorando y el gobierno de Venezuela está promoviendo activamente la reforma económica y financiera”, por lo que pareciera que a China, como segundo consumidor de petróleo en el mundo, poco le importa que se haya o no autorizado por el órgano competente el monstruoso endeudamiento contraído en forma recurrente e irresponsable por Chávez y Maduro; o si es lesivo o no a los intereses nacionales.

Al capitalismo chino poco debe interesarle si en este país hay o no Estado de Derecho y menos si se respetan o no los derechos humanos, o si su financiamiento es pasto de una vulgar corrupción, delito que por cierto allá se paga con la muerte. Es como si solo pretendieran mantener a Venezuela en estado de dependencia y que no cambie el régimen para garantizarse de cualquier modo el pago de la deuda. Y si para estos efectos tiene que ejercer el derecho de veto en la ONU, negando una ayuda humanitaria para el pueblo venezolano, con certeza lo harán. Pareciera que solo China tiene reservado el exclusivo poder de regir hoy nuestro destino.

Llegará el día en el que revisemos con detalle todos y cada uno de los tratados internacionales celebrados con opacidad por este régimen. A los suscritos con China, por sus proporciones y consecuencias, les meteremos bien la lupa. Y no será cuestión de sinofobia, sino de saneamiento.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!