Il Principe y la Istorie Fiorentine están consideradas obras maestras del análisis y orientación política. En el primero, su más popular libro, Maquiavelo analiza, reflexiona y aconseja con el objeto de mostrar cómo los príncipes deben gobernar sus Estados, según las distintas circunstancias, para poder conservarlos exitosamente en su poder. La historia florentina, concebida desde la categoría de anti modelo –ejemplo de lo que los hombres no deben hacer–, constituye un tratado sobre la decadencia en que la fortuna convive con la virtud. Estudia la corrupción y apunta un principio de superación de la distinción público/privado, esencial para la supervivencia de la autonomía política humana: el interés colectivo que enmarca la república, se define la división entre nobleza gobernante –que para serlo, corresponde poseer talento, habilidad, voluntad–, y la burguesía o clase popular, que ni entiende ni obedece. Y ése es un grave problema que la clase alta debe resolver, según el pensador.

La maniobra política no es cosa nueva, viene de mucho antes que Maquiavelo, sólo que este genio la organizó y convirtió en pedagogía de la conquista y conservación del poder. Enseñanza llevada a tácticas de acción. Orientadora y guía adaptable a los tiempos. Pero exige un detalle fundamental. Ejecutores. Los príncipes son esos operadores, y tienen a su vez sus propios operantes. Para operar con eficiencia, deben empezar por comprender la estrategia, y ésa es otra cuestión.

Podemos asumir que la jefatura castro-comunista lleva décadas aprendiendo, errando, corrigiendo, readaptando, diseña estrategias que el Gobierno debe aplicar y aplica. Todo este escándalo de la anulación de la Asamblea Nacional por la Sala Constitucional el Tribunal Supremo de Justicia, junto a la sorprendente declaración de la Fiscal que a varios opositores ingenuos entusiasma, aunque algunos advierten que hizo lo correcto, nada extraordinario, está cumpliendo con su trabajo, y otros, suspicaces, que luce como un ardid diseñado. Simultáneamente, el representante oficialista en el Consejo Permanente de la OEA, se muestra empeñado en insultar, convertir neutrales y amigos, en enemigos.

Dicen que sería una estrategia y se arma un lío continental de todos los diablos que distrae la atención de la creciente alarma internacional. La declaración del Ministerio Público es otro elemento de la táctica. ¿Alguien puede creer que a lo largo de todo lo que la señora leyó y nadie esperaba, lo que observó y expuso contra lo que el Gobierno quiere, VTV mantuvo democrática y descuidadamente la transmisión? En ningún momento salió del aire, tomen nota.

El Presidente, siempre tan “respetuoso” de lo democrático según crea que le conviene, llama a que el impasse se discuta y lleguen a un acuerdo. El siguiente acto lo adelantó el Consultor Jurídico de Miraflores, recomienda a la Asamblea Nacional -sus directivos- dar los pasos para que se elimine el “desacato” y las cosas regresen a su carril.

Regresada la vigencia del Poder Legislativo, aquí no habrá pasado nada, Luis Almagro se quedará sin uno de sus más relevantes argumentos. Tres meses tendrá desde este 1° de abril, para suavizar las cosas en la OEA. O tratarlo, al menos. Hay que señalar que ni las furias venezolanas ni la solidaridad boliviana pudieron evitar la reunión del Consejo Permanente, nuevo fracaso revolucionario.

A la mejor estrategia le saltan chispazos.

En el Consejo Permanente el representante del madurismo, en cumplimiento de su parte en la estrategia de impedir las votaciones, se excedió, las ofensas no son fáciles de dejar de lado, ni siquiera en diplomacia. Como el pan para el pueblo, objetivo importante, ejecución desastrosa, relancina y poco popular. O las cajas y bolsas de los CLAP, engorrosos, fácilmente corrompibles y que exigen mucho más dinero -cuando llegan- del afirmado por el Gobierno.

¿Tiene sentido insultar a Colombia, México y otras naciones? No es lo que Maquiavelo recomienda a los príncipes, los que en el siglo XXI son mandatarios y dirigentes políticos. En política exterior se cultivan los amigos, se solidifican las relaciones, se trata de suavizar o al menos neutralizar a los contrarios –algo en lo cual Estados Unidos, Rusia, China y algunas otras auténticas potencias son consumados maestros-. Buena estrategia, mal operador.

¿Alguien ha escuchado aspavientos de La Habana?

La discreción cubana es una lección que el ruidoso Maduro no parece entender, quizás atosigado por el espíritu de Chávez, o más bien por la mala guía de un recuerdo que se esfuma en faltas de comprensión, no entender que las personalidades se pueden seguir o descartar, pero no imitar.

Hasta el aparatoso Trump está usando los canales lógicos al menos en lo que a Venezuela y su Gobierno respecta. Gobiernos que se han mostrado seguidores al máximo de los recursos y hasta escondrijos de ley, paz y esperanza, se han visto llevados a tomar posiciones que antes no tenían contra el Gobierno venezolano.

¿Tienen sectores de la oposición una estrategia, siguen a algún Maquiavelo del siglo XXI? Lo que la mayoría percibe es que no, ni tienen un Maquiavelo ni menos una estrategia, y por si fuera poco sus príncipes añaden a la carencia torpeza, egoísmo y un empeño en mirar sus ombligos. Los marutos suelen ser redondos y quizás los confunden, llevándolos a creer que el mundo está enterrado allí. En consecuencia, no sólo se equivocan, sino que hasta sus equivocaciones les salen mal.

Como viejas, chismean unos con otros y de otros, se erigen genios de la comunicación moderna porque han aprendido a usar redes sociales, pero no entienden que Facebook, Twitter y demás, son óptimas multiplicadoras de informaciones útiles, y también de toda necedad. Los usuarios se comunican más rápido, pero sus tonterías y mentiras se detectan con igual rapidez y un agravante: pueden ser distorsionadas ad infinitum, aparte de que ninguno de nuestros entusiastas dirigentes aguanta ni media pedida para despepitarse.

Cierta oposición no tiene estrategia clara porque ha tenido muchas, a cada rato, y con todas ha fracasado. ¿Para qué seguir? Tenemos el Gobierno que elegimos y al que le hemos aguantado todo entre chistes, burlas y resignación. Asumimos la oposición que votamos y a la cual hemos seguido hasta el agotamiento, a pesar de sus incoherencias, entre cola y cola.

No basta con la estrategia, los ejecutores son necesarios y hasta en eso falló Chávez, que nos dejó a Maduro. ¿De qué sirve una canción si el cantante es malo?


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