Con los campesinos de mi país aprendí aquello de: Cuando está llegando la mañana es que está más oscuro. La noche roja ha sido larga, muy larga, y ha estado preñada de pesadillas. Ha sido una oscurana con visos de infinitud donde los súcubos más inauditos han campeado a su antojo. Hemos visto a los más inesperados engendros apropiarse de nuestros sueños, nos ha tocado vadear espejismos y tremedales hasta quedar desollados y con el alma desolada. Hemos tenido que apechugar y echar la necesidad vital del suelo natal para aprender a vivir en tierras ajenas. Se ha vivido un auténtico muestrario de vergüenzas a las que hemos sido sometidos de manera despiadada y con feroz cinismo.

Este martes abril cerró abriéndonos las puertas de la eterna primavera en la que siempre Venezuela vivió. Las esperanzas no pudieron ser ahogadas por las alucinaciones que nos trataron de imponer a troche y moche. De las sombras convocaron a sus colectivos, grupos de malvivientes empoderados por la reata de incompetentes que desgobiernan. El mundo militar esperó su momento para hablar y lo hizo de manera clara. No faltan, como no faltaron ni faltarán, los que pretenden reducir al segmento castrense a simple comparsa de la comedia política. La ecuación nacional, insisto, debe ser resuelta de manera adecuada y por ello es necesario despejar la incógnita verde como corresponde.

Ya se asoman algunas voces preñadas de antiguas mañas pregonando cómo debe articularse la recomposición nacional, proceso que no será nada fácil pero al que todos necesitamos meterle el hombro. No hay que perder de vista que no se puede otorgar inmunidad a la impunidad, y que el coro de alcahuetas, endógenos y extranjeros, bramarán pidiendo el respeto a la autodeterminación popular mientras condenarán el intervencionismo imperialista. Bien lo ha dicho el presidente encargado Juan Gerardo Guaidó: ¡El momento es ahora!

Este relámpago de libertad rasgó las penumbras con parpadear de alegrías, no encontrarán manera de apagarlo. Maduro, Cabello, Jaua, Rodríguez, Villegas, Arreaza, Varela, Istúriz, Padrino y demás sabandijas afines vayan buscando sus madrigueras, se les acabó la rochela. Les pedimos por última vez que se retiren en paz, sus propios pellejos se lo agradecerán más temprano que tarde; todo tiene un límite y ustedes se han cansado de rebasar los nuestros. Salgan enteros que todavía tienen tiempo; muy corto, pero todavía lo tienen.

 

© Alfredo Cedeño

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