En verdad, ¿está todo dicho acerca de la actual inseguridad ciudadana y el incremento de los índices delictivos y de mortalidad?; ¿se pueden dar por terminadas las mentiras, manipulaciones, amenazas y agresiones asesinas del régimen? No lo creo, por mucho que nos cueste admitirlo, tan terrible problema parece ir en permanente aumento, y hay en él aspectos inéditos en su divulgación o no conocidos al detalle. No se puede ocultar la sensación de que muchas cosas han empeorado o de que asistimos a la instalación de rasgos negativos casi con calidad de nuevos valores (aunque de obvio origen oficial): uno de ellos es precisamente la violencia como fenómeno integrado con todas sus implicaciones, a nuestra vida de cada día, y lo es también la atención a sus secuelas que nos ocupa como actividad esencial, y con una gama de participantes que comprende cuerpos policiales, médicos cirujanos, traumatólogos y forenses, ministros, jueces, agentes funerarios y sepultureros.

A nombre de en lo posible entender mejor, la línea de vida que nos ha correspondido seguir o que dentro de lo factible nos hemos trazado; queriendo percibir y captar esa realidad la observamos, nos compenetramos con ella, tratamos de analizarla, que es mucho decir, y junto con esa valoración del presente, la mente por sí misma nos lleva al reencuentro de situaciones vividas o conocidas años atrás y para compararlas teniendo en ello la posibilidad de ver cuán detenidos nos quedamos en el tiempo con el solo recuerdo o hasta el olvido de lo ya antes vivido; palpar si hemos sabido ir más adelante y hasta en previsión de un factible futuro. Puesto en ello volvió a mí que años atrás, en l995, fue celebrado en Caracas el XXIII Congreso Venezolano de Cirugía, un evento extraordinario por su excelente preparación y por la cuidadosa selección de los temas en él abordados. Y ¿qué sucedió entonces?

Cirujanos venezolanos en pleno desempeño profesional celebraron justificadamente tal encuentro, que significó: “una magnífica oportunidad de recibir de primera mano información novedosa, actualizada”; y cabe igualmente por explícita y demostración de que nuestra problemática tiene crudos y no pocos deplorables antecedentes, esta otra cita: “Fue al mismo tiempo un congreso revelador y fiel reflejo, a esa instancia particular, de las nefastas circunstancias por las que hoy atravesamos”. Llamó la atención en tales crónicas de hace algo más de 20 años, que lo planteado en ellas aludía a un fenómeno deplorable en materia de salud pública arrastrado desde años antes, y constatar cómo al releerlo nos resulta no menos nefasta la negativa situación  que aun hoy es deplorablemente arrastrada bajo este régimen que la Venezuela militarizada padece y enfrenta.

No puedo dejar de al menos mencionar un hecho significativo que llamó la atención en el programa del evento: el alto número de mesas redondas, conferencias y trabajos libres, temas y actividades, relacionados con la violencia y traducidos en reportes de diversos tipos de lesiones por armas blancas y de fuego, y en estudios con estadísticas que demuestran que los homicidios representan la segunda causa de muerte en el área metropolitana. Congresos que por años centraron su atención en innovaciones de técnicas quirúrgicas, en la revisión de casuísticas de determinadas afecciones y sus formas de tratamiento, hoy tienen que reconocerles carácter prioritario a los hechos de sangre y sus consecuencias que demandan respuestas urgentes.

¿Tenemos realmente claro por qué debemos mantenernos dignamente firmes y en no hacerle ninguna concesión a la degradante barbarie que nos persigue brutalmente?


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