Han sido muy importantes para que el régimen se haya mantenido en el poder durante veinte años. Esos silencios provocados por la censura y la autocensura. Para sacar del escenario público todos aquellos asuntos noticiosos que le molestan y perjudican. Para desaparecer u ocultar las voces críticas de los que piensen distinto, de los que incomoden o tengan una posición contraria a sus intereses. Silencios oficiales y también los que han sido impuestos a distintos medios y actores de la sociedad de manera autoritaria, con el miedo, con la represión, con la persecución, con el hostigamiento. Y, en algunos casos, se producen en quienes optan por la resignación, el conformismo, el cálculo acomodaticio por razones personales o políticas. Son silencios al servicio del control y del sometimiento de todo un país a las fuerzas de la oscuridad.

Ha sido prácticamente un proceso de silenciamiento con las características propias de una política de Estado contra la libertad de expresión. Revelador de un afán de aniquilamiento del pluralismo informativo y de constitución de una hegemonía comunicacional por parte del régimen para controlarlo todo. Un proceso que hoy sigue avanzando con muchos medios locales que han dejado de funcionar y otros impresos de circulación nacional que han reducido sus días de servicio al público, con portales digitales que sufren bloqueos y otros ataques, con periodistas que son agredidos y obstaculizados en su labor cotidiana, con los demoledores efectos de la crisis económica y de las recientes medidas gubernamentales en el desarrollo de sus actividades. Una situación verdaderamente dramática donde quienes detentan el poder controlan la gran mayoría de los medios y tienen el monopolio de la materia prima de los periódicos mediante el Complejo Editorial Alfredo Maneiro S. A. Una ONG, Espacio Público, habla de apagón informativo en cada rincón del país: “Son tres (de 24) en los que no circula ningún tipo de medio impreso por la falta de insumos, la ‘situación país’ o la ausencia de dinero en efectivo; una parte de la población venezolana debe buscar alternativas para estar al tanto sobre lo que ocurre en su entidad. En los 21 estados restantes oscilan entre uno y nueve los periódicos que continúan informando con serias limitaciones de forma diaria, semanal o mensual”

Son silencios diferentes. Unos oficiales, con los cuales el régimen mismo no acata lo previsto en los artículos 141 y 143 de la actual Constitución, al no garantizar el derecho de los ciudadanos y ciudadanas a ser informados e informadas oportuna y verazmente de acuerdo con ciertos principios. Igualmente, cuando impone arbitrariamente restricciones y prohibiciones para que otros no cumplan con la obligación de informar a la ciudadanía.  Un silenciamiento criminal, sobre todo en momentos de extrema gravedad cuando es indispensable estar debidamente informados para tomar las decisiones apropiadas. Como ocurrió recientemente, cuando efectivos de la GNB no les permitieron a los periodistas documentar las inundaciones provocadas por la crecida del río Orinoco. Otros silencios son producto de la autocensura, para sobrevivir en algunos casos, por motivos personales o políticos, los cuales no hacen más que reforzar las consecuencias perversas de aquellos que impone directamente la tiranía.

Son silencios que nos ocultan la realidad de cada día, que no nos permiten verla y apreciarla en su complejidad, que nos desconectan con otros, con lo que piensan, hacen, logran y padecen los demás, que niegan y obstruyen la participación ciudadana, que limitan mucho nuestra capacidad para idear estrategias de lucha para enfrentar y superar la tragedia en la cual hoy vivimos. ¿Cómo combatirlos? Que cada quien haga uso de un breve silencio reflexivo para contestar esta interrogante. No está de más. Es más que necesario. Es fundamental.

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@eleazarnarvaez


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