Kant consideraba la autoemancipación mediante el saber como uno de los objetivos capitales y más nobles de su propia existencia, y estaba convencido de que todo hombre confronta esa finalidad, salvo si le falla el entendimiento requerido. Kant no tenía necesidad de apelar a los románticos para pensar que el hombre no es un ser de únicamente que de razón y que el saber al través del puro entendimiento no es en ningún caso lo mejor y supremo en la existencia humana. Kant era un pluralista, luchaba por la multiplicidad y diversidad de los fines humanos, luchaba entonces por una organización social pluralista y abierta, siguiendo la divisa: “Osa ser libre, respeta la libertad y la diversidad de los otros, pues la dignidad del hombre consiste en libertad y en su autonomía”. Exhortaba a actuar sin demora, pues no nos podemos liberar espiritualmente sino mediante el saber, liberarnos de la esclavitud a que nos condenan las ideas falsas, prejuicios, etc. Y aunque la autoeducación no sea un objetivo que absorba toda nuestra existencia, si puede contribuir de manera decisiva a darle un sentido.

“Sentido de la vida”, “sentido de la historia”, hay analogía entre estas dos expresiones. Pero,  debo aclarar la polisemia del término “sentido”. Lo empleamos muchas veces como si quisiéramos hablar de un sentido escondido, inmanente, como cuando hablamos, por ejemplo, de un sentido escondido de un anagrama o de un epigrama, o del sentido del Coro místico en el Fausto de Goethe. Pero, la sabiduría práctica de poetas y filósofos nos enseña que hay que entenderlo de otra manera. El sentido de la vida no es algo escondido que podemos encontrar o descubrir en la vida, más bien algo que podemos nosotros mismos darle; trabajando, actuando, estudiando, según nuestra concepción de la vida, nuestro abordaje del prójimo y del mundo, podemos comunicarle un sentido a nuestra vida.

Lo mismo sucede con la expresión “Sentido de la Historia”. A menudo pensamos en un sentido secreto, escondido, del curso de la historia, o en una tendencia escondida de la evolución, inherente a la historia. Pienso que la respuesta debe ser aquí parecida a la dada a la pregunta acerca del sentido de la vida. En lugar de preguntarnos sobre algo escondido de la historia, debemos darle un sentido a la historia. Debemos fijar un objetivo a la historia política y así nos fijamos uno a nosotros mismos. En lugar de interrogarnos sobre un sentido inmanente de la historia universal de los Estados, debemos preguntarnos cuáles objetivos de esta historia son del orden de lo posible, tanto desde el punto de vista de la dignidad humana como del político. Nosotros mismos podemos darle un sentido a la historia política, sentido posible y conforme a la dignidad del ser humano.

Podemos derivar lecciones de la historia sin que tal proyecto ético o interpretación deba por tanto ser del todo vano. Al contrario, jamás comprenderemos la historia si sub estimamos el poder de los fines éticos de la historia. Sin duda, a veces se llega a conclusiones desagradables, pero, en muchos aspectos nos hemos acercado a las ideas de la Aufklarung (siglo de las luces, lumiéresenligthtenment) expresadas por Kant, más que ninguna otra generación que nos haya precedido, en particular la idea de la autoemancipación mediante el saber, la idea de una organización social pluralista y abierta y la idea de la proclamación de la paz como objetivo de la historia política. Lamentablemente el chavismo destruyó todo el camino recorrido progresivamente.

 Es una lucha entre fuerzas benefactoras y fuerzas maléficas, tal como lo señala San Agustín en su obra la Ciudad de Dioscivitas Dei, que tuvo una influencia importante de una herejía venida de Persia: la doctrina de la lucha entre el principio del Bien y el del Mal, entre Ormuzd y Ahriman, que en nuestro caso se refiere a la lucha entre la democracia, civitas Dei, el Bien,  y el castrocomunismo: civitas diaboli, el Mal. Las teorías más recientes traducen las categorías metafísicas o religiosas de Agustín en un lenguaje   de las ciencias de la naturaleza o de la sociedad, pero sin cambiar gran cosa al dispositivo originario de la teoría: sustituyen a Dios y al diablo por clases biológicamente benefactoras o maléficas (los proletarios y los capitalistas).

Desarrollar al país es darle un sentido a la historia venezolana,  y expulsando al diablo: el castro comunismo, de nuestro territorio, es trazar una estrategia para crear una sociedad industrial próspera, libre, democrática, pluralista, diversa, sin pobreza, que enaltezca la dignidad humana, y aproveche el potencial de desarrollo existente por la dotación de recursos naturales hasta ahora saqueados, promoviendo la concordia nacional e internacional al apartar, combatir, las fuerzas maléficas que buscan destruir la civilización occidental de la cual somos herederos al través de España y de Europa Occidental en general.

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@psconderegardiz


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