Los datos recogidos en el recién publicado Boletín Epidemiológico reflejan con claridad las serias deficiencias del sistema de salud pública y el fracaso de las políticas destinadas a lograr una mejora en las condiciones de vida de la población.

Los indicadores reflejan claramente que en los últimos años la mortalidad materno-infantil se ha incrementado; los cuadros de morbilidad señalan la aparición de males superados hace años, tales como la malaria y, más recientemente, la difteria.

Lo anterior ilustra claramente el deterioro de las instituciones responsables, en las cuales progresivamente se ha ido perdiendo la capacidad de gestión, levantada con esfuerzo y mística en la segunda mitad del siglo pasado y que, al ser sometida a cambios estructurales bajo la presente administración, no ha logrado responder y cumplir con los objetivos y metas señalados en la propuesta oficial. Deficiencias en la gestión que se reflejan claramente en las cifras oficiales publicadas.

Por otra parte, los datos no solo reflejan las dificultades institucionales, sino que muestran, a su vez, los resultados de la política económica aplicada. La inflación de tres dígitos, la pérdida del poder adquisitivo del salario real, el descenso en la producción nacional, con la pérdida de empleo de calidad, el desabastecimiento en alimentos y medicinas y las fallas en los servicios, contribuyen al debilitamiento progresivo en las condiciones y calidad de vida de la población.

Por lo tanto, las cifras de mortalidad y morbilidad, recogen la malnutrición en grupos etarios de alto riesgo, entre ellos, menores, mujeres en edad reproductiva, adultos con enfermedades que requieren atención especial, ancianos, a los cuales el Estado debe prestar especial atención, mediante la aplicación de programas focalizados destinados a mejorar la ingesta alimentaria.

Por años, en nuestro caso, el Instituto Nacional de Nutrición apoyó al Ministerio de Educación en el diseño y aplicación de programas destinados a complementar la dieta deficitaria en escolares de bajos ingresos. Por otro lado, el Estado se responsabilizó por generar las condiciones destinadas a mejorar la dieta, procurando el abastecimiento a precios adecuados de los productos básicos y financiando un sistema de salud que atendía tanto la atención primaria como el financiamiento de centros especializados, que facilitaron la atención oportuna a la población de menores recursos.

Por otra parte, la gestión pública del sistema, especialmente en el siglo pasado, permitió coordinar la atención directa en el sistema de salud con el saneamiento ambiental, clave para eliminar enfermedades relacionadas con la calidad del agua, la eliminación de excretas y los servicios, entre ellos el suministro de energía a precios razonables, y la vivienda, todo ello asociado a una política destinada a mejorar las condiciones de la calidad de vida de una población que crecía y se urbanizaba.

De allí la mejora progresiva de los indicadores utilizados internacionalmente para medir las condiciones sanitario-asistenciales de la población, indicadores que de acuerdo con la publicación ampliamente reseñada por los especialistas, se revierten llamando la atención por la deficiente gestión de la presente administración. De allí que urge retomar la senda del crecimiento y la responsabilidad institucional en el campo de la salud.


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