Los venezolanos estamos sumidos en un nivel de angustia difícil de describir. Estamos viendo cómo a nuestro país, considerado en el pasado una de las democracias más sólidas de América Latina, se lo está llevando un vertiginoso sumidero comunista.

El daño provocado no tiene precedentes. Ricardo Hausmann lo define cuando afirma que en términos per cápita el PIB ha descendido 40% desde 2013, una caída “significativamente más aguda que la de la Gran Depresión de 1929-1933 en Estados Unidos, cuando se calcula que su PIB per cápita cayó 28%”.

Tales cifras quedan confirmadas por la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela, realizada por las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, en la cual se concluye que 82% de los hogares viven por debajo de la línea de la pobreza y 52% en pobreza extrema. Es decir, solo 18% de los hogares venezolanos no son pobres. Para colmo padecemos la inflación más alta del mundo (el FMI calcula que llegará a 2.300% en 2018). El nivel de vida ha caído en términos dramáticos.

Y ni hablar de la gravísima escasez de alimentos, de medicinas y el alarmante resurgimiento de enfermedades que estaban erradicadas y que cada día cobran un número mayor de vidas. Y, a ello, hay que agregar la tragedia de la inseguridad con su secuela de muertes.

La vida en Venezuela se ha vuelto un infierno y por eso tantos y tantos compatriotas están emigrando. Es un doloroso fenómeno que nunca antes habíamos conocido. Venezuela era un país donde la gente venía a construir sueños. Hoy la gente se va huyendo de pesadillas.

Por eso, las encuestas del país evidenciaban un fuerte rechazo tanto al presidente como al gobierno, lo que auguraba una rotunda derrota de sus candidatos en las regionales. Sin embargo, llegado el día de las elecciones, sin pudor alguno el CNE le asigna al gobierno 18 gobernaciones. Yen las que reconoce la derrota obliga a los gobernadores de la oposición a juramentarse ante una constituyente a todas luces ilegítima.

A medida que emergen las cifras del fraude se pone en evidencia que este va mucho más allá que el tema de la abstención. Una abstención que fue provocada por el propio régimen mediante acciones ilícitas. A ello hay que sumar más de 1 millón de huellas irregulares, además de testigos expulsados de las mesas y demoras causadas en forma expresa o negligente por fallas en las máquinas y, para colmo, un número impresionante de votos múltiples y votantes fantasmas.

Defendí vigorosamente la conveniencia de participar en las elecciones de gobernadores del 15-O. Siempre supe que habría un fraude y así lo señalé en múltiples ocasiones. También expresé que sería la puntilla para la legitimidad del régimen. Lo que nunca imaginé es que nuestros candidatos ganadores bajarían la cerviz plegándose a una asamblea constituyente írrita.

El TSJ legítimo en el exilio emitió sentencia declarando la nulidad y disolviendo la “asamblea nacional constituyente de facto, que ha pretendido funcionar sin la decisión expresa del pueblo de convocarla como lo exige el artículo 347 de la Constitución”. Los magistrados hicieron un llamado a que se declare la inmediata activación de la resistencia pacífica de la población para restablecer la vigencia de la carta magna:

“Los ciudadanos civiles y militares tienen el legítimo deber de desconocer, resistir y desobedecer toda actuación de la fraudulenta asamblea nacional constituyente, conforme a lo previsto en el artículo 350 constitucional”.

En cuanto a la convocatoria exprés para comicios de alcalde cabe preguntarse: ¿han cambiado las condiciones? ¿Ha cambiado el CNE? ¿Habrá observación internacional? ¿Cómo se impedirá esta vez el fraude? ¿Qué evitará que una vez resulten electos, el régimen no se burlará una vez más del pueblo destituyendo a los alcaldes que se nieguen a arrodillarse ante la constituyente “de facto”?

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, sostiene: “No tiene sentido ir a un proceso electoral sin garantías”.

La única realidad es que de no cambiarse las condiciones, la voluntad del soberano será frustrada bajo cualquier alternativa, salga sapo o salga rana.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!