En estos momentos previos a las votaciones de gobernadores, aún resuenan las agrias discusiones sobre la pertinencia o no de acudir a dichas elecciones. Muchos se han decantado por asistir y otros por no hacerlo. A ambas posiciones les asisten razones para la opción que han escogido. Sin embargo, desde que se anunció este nuevo proceso electoral, he observado cómo los argumentos han estado casi ausentes, mientras que el insulto y la descalificación han reinado obscenamente en el debate público.

Indubitablemente, uno de los grandes fiascos de nuestra lucha actual, en mayor o menor grado, es la terrible y desesperanzadora pobreza del debate público. Recuerdo a Carlos S. Nino, prominente filósofo y jurista argentino, premio Konex de Platino en Ética, quien decía: “Otra razón que afecta negativamente el valor epistémico de la democracia, y que es posible encontrar en todo el mundo moderno, es la pobreza del debate público”. ¿Por qué esa pobreza en el debate público? ¿Por qué la ausencia de pensamiento propio y posturas reflexivas?

Desde los años noventa del pasado siglo XX, Matthew Lipman enfatizaba en la obligación de educar ciudadanos responsables que consoliden la democracia, y esos ciudadanos se desarrollan no en una educación basada solamente en el aprendizaje, sino en el desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo. He hablado y escrito al respecto, pero quiero insistir en ello.

Cuando se solicitan razones por las cuales se llevan a cabo determinadas acciones, se suele distinguir entre aquellas que se acostumbra denominar “razones “normativas” y las llamadas “razones “motivadoras”. Esta distinción es de mucha relevancia en el ámbito de la filosofía de la acción, la ética, la filosofía política y la filosofía del derecho. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy hay un artículo excelente escrito por M. Álvarez, cuya lectura recomiendo y donde me apoyo para lo que escribo a continuación.

La reflexión teórica que requiere precisaría mayor espacio para hacerlo, por ello me limitaré a señalar algunas características que pueden ayudarnos a entender el fracaso de quienes han querido realizar una campaña a favor/o en contra de las elecciones del próximo domingo 15 de octubre.

Pensemos en las razones calificadas normativas como aquellas entendidas como “una consideración que cuenta a favor de que alguien actúe de un cierto modo”, tal como la definen algunos teóricos de la disciplina. Mientras que las razones conceptuadas como motivadoras son aquellas “por las cuales alguien hace algo, una razón que, a ojos del agente, cuenta a favor de que actúe de un determinado modo”. Dicho en palabras más sencillas, responden a preguntas diferentes: ¿Hay una razón? =Normativa. ¿Cuál es la razón? = Motivadora.

Tenemos, entonces, que las razones normativas hacen correcto o incorrecto realizar ciertas cosas. De allí que las razones normativas puedan ser morales, prudenciales, legales, hedonistas. Por su parte, las razones motivadoras responden a tres tipos de preguntas: si una razón aconseja una acción, si una razón motiva a un agente, y si una razón explica la acción de un agente.

Aparece así un componente muy importante en la argumentación y es que cuando argumentamos podemos tener diferentes intenciones, pero hay un aspecto común a esas distintas finalidades y es que al argumentar generalmente buscamos persuadir o convencer a alguien de algo.

¿Cómo manejamos la persuasión “frente” al convencimiento? Parecería que la persuasión está dirigida a conseguir un efecto conveniente, a adoptar una actitud peculiar y llevarla a la acción; por su parte, el convencimiento acostumbra mantenerse en la esfera intelectual. Ese matiz que diferencia “persuadir” de “convencer” se halla generalmente vinculado a las pasiones, a los sentimientos, y no al “entendimiento” que sería lo que caracteriza a “convencer”.

¿Llamar cretino político a alguien que no va a votar lo va a convencer de lo contrario? ¿Lo va a convencer? ¿Se le están dando “razones normativas”, razones motivadoras”? ¿Tildar de traidores, vendidos a quienes van a votar es una razón normativa, motivadora?

¿Por qué no se habló claro sobre las razones que aconsejan la votación, aun en condiciones adversas? ¿Por qué no se ha explicado la conveniencia de mostrar ante las instancias internacionales que estas votaciones, incluso, repito, en circunstancias desfavorables, dejan una vez más al descubierto los fraudes anteriores? ¿Por qué se ha tratado a los ciudadanos como incapaces intelectivos? ¿Por qué no se reconoce la profunda desesperanza y se trata de alimentar la esperanza, pero no con mentiras y falsas promesas? ¿Por qué el empeño en un secretismo que resta la transparencia indispensable en estos aciagos momentos de la historia del país?

No es insultando como se convence o se persuade a alguien. Se convence, se persuade con argumentos concluyentes, no con falacias.


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