Primero hay que identificar qué significa “esto”, y para mí significa el sojuzgamiento de un país por parte de una hegemonía despótica, depredadora, envilecida y corrupta. Lo de la “nueva reconversión de la moneda” lo reconfirma plenamente. ¿Y qué quiere decir “saldremos”? Pues, superarla, dejarla atrás, transmutarla en una etapa de la mala historia del país, pero no para caer en otra modalidad de tragedia política, económica y social, sino para empezar a transitar el camino de la recuperación integral de Venezuela, lo cual incluye la república, el Estado, la democracia, la economía productiva, la convivencia social. ¡Casi nada! Pero es así, porque todo ello ha sido derruido hasta sus cimientos, y por lo tanto la reconstrucción tiene que comenzar en las bases fundamentales de la nación venezolana.

Casi todos los que emigran, los millones que emigran, en especial los más jóvenes, responden esa interrogante de manera negativa. Su “no” se materializa en su propia acción, en la emigración. No es un “no” teórico sino práctico. Desconozco de encuestas serias que hayan evaluado el porcentaje de compatriotas que desea emigrar –he visto algunos números por allí, pero de encuestadoras que no son serias–. Uno supone que debe ser un porcentaje elevado, lo cual expresa la desesperanza que envuelve a gran parte de la población. Y esa desesperanza, consecuencia de la frustración política, de tantas expectativas disueltas, de tantas promesas de cambio a lo largo de muchos años, para que todo se haga cada vez más calamitoso, esa desesperanza, repito, es ideal para las aspiraciones continuistas de la hegemonía, y hace que las opciones de cambiar para bien la realidad presente se hagan más cuesta arriba.

Hay algunos “sabelotodos” que no se preocupan tanto por la situación de Venezuela, ya que tienen variadas hipótesis sobre una inminente transición electoral, forzada por las circunstancias de catástrofe humanitaria que se padece. Considero que tienen tanta credibilidad como las ofertas de prosperidad que proclaman los voceros del oficialismo, para tratar de justificar que se “vote” por Maduro en las pretendidas elecciones presidenciales de mayo. Hay otra especie de “expertos” que ya imaginan una presión internacional de tal calado que haría imposible la supervivencia de la hegemonía roja, más allá de un cortísimo plazo. También les concedo una credibilidad similar.

En verdad, nadie puede asegurar con certeza que saldremos de esto, y en el caso de que salgamos, cuándo y cómo. Pero eso es una cosa y otra muy distinta y más necesaria es comprender por qué tenemos que salir de esto, y mientras más rápido mejor. Tenemos que salir de esto para que Venezuela pueda ser una nación independiente que le dé a su pueblo un futuro humano y digno. Tenemos que salir de esto para que el conjunto de la nación pueda aprovechar el potencial de sus recursos de la más variada índole. Tenemos que salir de esto para que nuestra patria no sea un recuerdo borroso e innoble en la memoria histórica, sino que, por el contrario, pueda ser un testimonio dinámico de desarrollo y oportunidad.

Uno de los grandes maestros de la psiquiatría del siglo XX, el vienés Viktor E. Frankl, discípulo y crítico de Freud, sostenía que si una persona encuentra el porqué de su vida, el sentido de su vida, encontrará el cómo para caminar su camino. Ese principio también es válido para la vida colectiva. De allí que la existencia misma de Venezuela, como nación viable y de posibilidades afirmativas, nos conduzca, a contestar la pregunta inicial con un “sí”. Pero no con un “sí” para salir del paso, para no quedar mal, para no ser tachados de resignados o inútiles. Nada de eso. Un “sí” fundado en la compleja trayectoria venezolana, en las reservas de su gente, en la angustia que todos sobrellevamos ante la notoria destrucción de nuestra patria. Sí, tenemos que salir de esto.

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