Son los de los trabajadores del campo y de la ciudad, los de los maestros y bomberos, los de las enfermeras y los médicos, los de los policías y soldados, los del cuerpo de suboficiales y de oficiales de baja graduación, en fin de todos aquellos ciudadanos que no se encuentran enchufados en la macrotorta petrolera, y que reciben un salario de hambre.

Panorama de pobreza generalizada como producto del bajísimo poder adquisitivo de los venezolanos que viven de su esfuerzo, para los cuales los bonos de Nicolás no son otra cosa que una caricatura de subsidio a la pobreza generalizada de nuestra comunidad, porque el atraso intelectual y la avaricia gubernamental es tan grande que hasta el presente los planificadores miraflorinos solo han producido corrupción y derroche.

Un kilogramo de queso o de carne, un cartón de huevos o un litro de leche son productos que en forma unitaria sobrepasan en su valor de mercado los cacareados bonos, información conocida por el gobierno madurista, pero también identificada por la población, sin embargo, la política del reparto de la pobreza continúa.

Resulta muy evidente que la práctica política gubernamental destinada a la “democratización del atraso y de la miseria”, es una toda una política de Estado, destinada a la construcción en gran escala de un piso electoral clientelar, cuya lealtad se ha levantado mediante el reparto de la miseria, dejando fuera el universo que no comparte el tramposo proyecto del “país de los pobres”.

Y en el palco miraflorino los personajes del liderazgo dedicado a esconder sus privilegios, consumiendo en dólares y engañando a la población, enmascarados de patriotas y socialistas, manipulando una comunidad confundida y entretenida en la solución de sus problemas de subsistencia.


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