En el prolongado y áspero camino de la historia humana, encontramos con mayor frecuencia de lo esperado el fenómeno de la transformación política y conductual de los equipos que asumieron la dirección de procesos en los cuales las exigencias del desarrollo económico imponía cambios en la organización de la producción, en las funciones del Estado o en la distribución de los beneficios creados por el trabajo.

Explicación que deja muy en claro el porqué de los conflictos que han conmovido importantes sociedades americanas durante el siglo XX, pero que además nos permite comprender los cambios en las conductas políticas de los grupos de ciudadanos, que han sido los dirigentes de las situaciones y de las confrontaciones sucedidas.

Y es un lugar común de la historia humana desde sus orígenes que los cambios son producto del impacto transformador de los hechos en los cuales es decisiva la participación masiva de los ciudadanos, en los cuales la esencia de los mismos generalmente es irreversible; la ruptura de Hispanoamérica con España o la destrucción del poder económico y político monárquico francés son ejemplos muy claros, sin importar los suceso posteriores.

Resultados de valor permanente y universal, pero con frecuencia nuestros deseos y aspiraciones demandan de los actores comportamientos por encima de lo ocurrido, desconociendo que las individualidades, salvo muy contados caso, responden a intereses económicos y sociales, en los cuales la apropiación de los beneficios del poder sigue siendo su principal preocupación.

En la contemporaneidad hispanoamericana no debemos segur confundiendo los hechos políticos indicadores de cambios progresistas, con el comportamiento posterior de los actores que participaron en los mismos, exculpándolos de sus errores en la actuación personal en nombre de lo que sucedió cuando fueron parte de respuestas de la comunidad.

No podemos continuar confundiendo los resultados históricos con la administración del Estado y del poder en la vida cotidiana, nadie discute que la derrota de la dictadura del general Batista fue un éxito democrático en el cual Fidel Castro tuvo una contribución destacada, pero 50 años después en esa nación existe una dictadura construida por él y sus seguidores.

De igual manera ocurrió en Nicaragua, los Ortega participaron en la derrota de la dictadura somocista, pero 40 años después Daniel Ortega ha construido un Estado autoritario y corrupto, pretendiendo el ejercicio continuista del gobierno, para lo cual ha organizado todo un conjunto de procedimientos políticos destinados a minimizar la fortaleza electoral de oposición.

Y en nuestro escenario es muy obvio que la victoria electoral del chavismo fue posible por el deterioro de Puntofijo, en combinación con el desarrollo de una respuesta insurgente frente al poder protagonizada por un sector de las FAN, amparado por la cobertura y el apoyo de sectores de la estructura dirigente estatal y del poder económico financiero; pero hoy, 20 años después, la catástrofe económica y social que padecemos desmiente la oferta democratizadora prometida.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!