La reciente acción concertada entre Estados Unidos, Inglaterra y Francia para detener la temeraria fabricación de armas químicas mortales en Siria no sorprendió a nadie distinto de los responsables y algunos de sus aliados políticos. Se veía venir. No valieron argumentos ni oportunidades para resolver el tema “por las buenas”. Pues bien, la geopolítica del área cambia radicalmente y, con ella, también la del resto del mundo. En esta oportunidad el protagonismo ha sido de tres países probadamente democráticos, respetuosos del derecho interno e internacional, especialmente en materia de derechos humanos. Ojalá quienes se mueven en dirección contraria asimilen la lección, midan las consecuencias de cuanto hacen y entiendan que no hay dictaduras eternas. Todas tienen principio y fin.

Aquí en Venezuela hemos sido víctimas de un golpe de Estado de ejecución progresiva durante casi veinte años. Con la muerte del ordenamiento jurídico también murió la posibilidad de lograr algún progreso material. Todo lo contrario. El retroceso ha sido espantoso. El país está destrozado, en ruinas y la nación sobrevive con una mezcla de indignación, rabia y un profundo anhelo de justicia para alcanzar la vida en libertad que tanto necesitamos.

Duele mucho la ausencia de centenares de miles, de millones de compatriotas buscando maneras de sobrevivir y desde afuera poder ayudar a quienes no han podido salir. Es poco lo que podemos agregar a los múltiples diagnósticos existentes sobre la realidad nacional. Es tiempo de concentrarnos en el trabajo indispensable para ponerle fin a la tiranía y rescatar la vigencia de los valores deteriorados y perdidos. Mientras este régimen exista no será posible resolver ningún problema. En consecuencia hay que resolverlo cambiando de régimen, iniciando con la dimisión voluntaria o forzada de quien está formalmente a la cabeza de la tiranía.

Ese es el paso fundamental inmediato. Para lo que viene después los venezolanos estamos preparados. Hay ideas, planes y programas, gente bien formada y dispuesta para el trabajo en todas las áreas de la vida nacional. Tendremos, además, la colaboración activa de la comunidad internacional incluidas las múltiples opciones políticas y financieras existentes.

“Vacilar es perdernos”, dijo Bolívar en su momento. Ahora podemos decir lo mismo. Hay y seguirán existiendo muchas trampas en el camino y algunos seguirán cayendo en la tentación de hacerle el juego al régimen, equivocando los tiempos o manteniéndose aferrados a un electoralismo inútil y sin sentido. Si Maduro fuera un verdadero patriota evitaría la dura confrontación final que se avecina presentando su dimisión y abriendo la posibilidad inmediata de una transición civilizada hacia la vida en democracia y libertad.

Un fraternal recuerdo para los centenares de presos políticos, civiles y militares. También para los llamados “presos comunes”, recluidos como bestias en este desastroso sistema penitenciario tan alejado de la justicia.

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