Es Rodolfo Izaguirre el Roger Ebert de Venezuela. Un crítico popular, que no populista, que supo leer las imágenes y palabras de la idiosincrasia de su país a través de las películas de su tiempo.

En la prosa, amable y fluida del Jedi, encontramos la síntesis creativa del oficio que hizo famosos a Serge Danney, André Bazin, Francois Truffaut, Andrew Sarris, Pauline Kael y Román Gubern, todos equivalentes y contemporáneos al ascenso meteórico del papá de Boris y el esposo de Belén Lobo.

El maestro perteneció a la generación dorada de la crítica nacional, compartiendo afectos y reflexiones junto con Alfredo Roffe, Juan Nuño, Fernando Rodríguez, Perán Erminy, Antonio Pasquali, Ambretta Marrosu  y tantos otros referentes de las páginas míticas la revista Cine al Día.

La escritura del sensei revela un profundo respeto por el espectador, al introducirlo en el filme de su análisis por medio de un sutil desglose de la trama o del argumento del largometraje de estudio.

El autor describe el contexto del surgimiento de la pieza, añadiéndole consideraciones personales de experto en la materia.

Afirma, en una nota publicada en Cine al Día (1973), que El Padrino se inspira en un best seller de escaso vuelo literario que deslumbró a las masas.

Luego le reconoce destrezas técnicas y artísticas a Francis Ford Coppola a la hora de desplegar su operática puesta en escena. El remate del texto cierra con contundencia, exponiendo las falencias narrativas y conceptuales de la cinta. Son los sellos y las marcas de fábrica de una firma inconfundible que cuenta, entre sus atributos, con una admirable capacidad de resumen, producto de la experiencia en la publicación semanal de artículos de prensa.

Un servicio social que viene prestando a la comunidad, con el fin de establecer una comunicación diáfana entre el séptimo arte y el público más despierto, lo cual justifica su labor y su impronta.

A los 87 años, Rodolfo Izaguirre nos regala píldoras de conocimiento en una generosa columna que imprime El Nacional los domingos.

En cada entrega, el intelectual es fiel a su historia y a su memoria de ciudadano insigne, intachable e ilustre. Confronta al oscurantismo del chavismo desde la voz de un descontento urgente, articulado, disidente y siempre iluminador.

Recurre a metáforas lunares para describir el eclipse de la democracia. Sueña con celebrar el retorno de una república de civiles y hombres nobles, cuando viajaremos hasta el sol en nuestra condición de astronautas de a pie y a la vez marcianos. 

Hoy disfruta de la amistad y del reconocimiento de las generaciones de relevo. Gil Molina, investigador de la identidad, disfruta ser cómplice de la eterna vuelta de Rodolfo a su fase de adolescente pícaro que se asume como oveja descarriada de la familia.

El humor y la buena actitud mantienen vigente el carisma del presidente estrella de la Cinemateca Nacional, cuya gestión inspiró a jóvenes a incursionar en el campo de la producción, la realización y la creación de ensayos audiovisuales.

Por tal motivo le dedicamos un sentido homenaje el sábado 4 de agosto en Trasnocho Cultural, para designarlo miembro vitalicio del Círculo de Críticos Cinematográficos de Caracas, en tributo a su carrera tridimensional y transversal, pasando de la conducción de programas de televisión a la gerencia de instituciones, tras liderar la fundación del movimiento de vanguardia El Techo de la Ballena. 

Sin Rodolfo Izaguirre muchos de nosotros no estuviéramos aquí. Él brindó herramientas, métodos, recursos, teorías, disciplinas, ejemplos y bases que permitieron el desarrollo de la profesión. Honremos su legado en vida, apostándole al futuro.


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