A lo largo y ancho de nuestra querida y maltratada Venezuela no se ha mantenido la costumbre o tradición de conmemorar el día de los Reyes Magos, una festividad que trasciende de generación en generación. La costumbre se ha venido apagando desde hace más de medio siglo. Pero en este período “revolucionario” tan bella tradición ha sido reducida a Chávez/Maduro, esos “príncipes payasos” de una sociedad en decadencia. Los niños de Venezuela, nacidos bajo la sombra de dos gobiernos ajenos a la espiritualidad y al gozo puro de la edad de la inocencia, se asombran cuando escuchan, atentos, los relatos de lo que, otrora, significó para ellos el día de Reyes.

Pero sigue siendo un día muy especial para todos los niños que esperan ansiosos la llegada de estos tres personajes para recibir sus presentes. La fiesta que simboliza la llegada de los Reyes Magos es el nombre por el que la tradición denomina a los visitantes que, tras el nacimiento del Niño Dios, acudieron desde países extranjeros para entregarle regalos y se celebra el 6 enero en Venezuela y en otros países.

Es una costumbre que en la noche del 5 de enero los niños coloquen sus zapatos en las puertas de sus habitaciones para que los Reyes dejen allí sus presentes. Así, cuando a alguno de nosotros se le caía un diente de leche, encontraba en su zapato, por la mañana, un mediecito. La leyenda cuenta que quienes no se portan bien no merecen el regalo. Muchos festejan este día en sus hogares invitando a familiares y amigos. Es costumbre y tradición venezolana que en el pesebre navideño, como parte de la religión católica y costumbres tradicionales, se coloque a tres Reyes Magos que acompañan a la Virgen María, san José y el Niño Jesús mientras entregan sus ofrendas de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.

Muchos festejan este día en sus hogares invitando a familiares y amigos, donde se acostumbra servir platos propios de la fecha, como lo es la rosca de reyes, un pan dulce que lleva frutos secos en su interior, acompañado de vino. Los magos de Oriente son personajes citados en la Biblia, en el Nuevo Testamento. Es poco lo que realmente se sabe de ellos: se ignora cuántos eran y de qué tierras procedían. Escrituralmente, solo es sabido de ellos lo que cuenta el Evangelio de Mateo: Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del Oriente a Jerusalén unos reyes magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarle (Mateo 2,1-2). Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11, versión Reina-Valera 1960).

La tradición cuenta que vinieron de Oriente, en número de tres, que iban guiándose por una estrella que les condujo hasta Belén. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron, ofreciendo oro (presente conferido a los reyes), incienso (empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos). Antes de llegar, en la ciudad de Jerusalén, encontraron al gobernador Herodes el Grande, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se encontraba dicho niño, para poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes).

La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los tres Reyes Magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran dos, cuatro, siete y hasta doce.

La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la Procesión de las Vírgenes. Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Melchor, Gaspar, Baltasar…

Poco a poco la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad y representantes de las tres edades del hombre. La llegada de los Reyes Magos es un tema tratado también en los Evangelios Apócrifos. Según la tradición esotérica aplicada al cristianismo, estos personajes procedían del lugar donde se encontraba el preste Juan.

Otra leyenda cuenta que después de la Resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los halló en Saba (India), que fueron bautizados y que se les consagró obispos; después fueron martirizados en el año 70 y fueron depositados en el mismo sarcófago. Los restos fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena. Posteriormente, Federico I Barbarroja, en el siglo XII, los trasladó a Colonia, donde hoy reposan sus cenizas con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia. Actualmente en la Catedral de Colonia se veneran los supuestos restos de los Reyes Magos en una urna dorada colocada en el altar mayor.

Si bien parece contradictorio que practicantes de la magia (severamente amonestada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) sean admitidos como adoradores del Mesías, el término griego no era utilizado preponderantemente para referirse a los hechiceros; se utiliza, en este caso, para referirse a hombres sabios (como en diversas versiones de la Biblia en inglés) o, más específicamente, hombres de ciencia. De hecho, también poseían conocimiento de las Escrituras (Mateo 2:5-6).

San Mateo nos deja ver que eran astrónomos que conocían con precisión el movimiento de las estrellas. Aunque bien intencionados, su visita es causa de turbación general y del celo de Herodes (2:3). A pesar de ser anciano y de haber reinado ya por más de treinta años, Herodes les ruega que averigüen el sitio preciso del nacimiento del Mesías (2:8) con el fin de acabar con su potencial sucesor. Los sabios, que no sospechan esto, encuentran al Niño, al cual adoran y obsequian oro, incienso y mirra (2:11), pero prevenidos por un ángel (2:12), no regresan con Herodes. Iracundo, el rey manda a matar a los niños menores de dos años. Para entonces, José ha sido avisado en sueños (2:13) de huir a Egipto con los suyos.

A partir de ese relato, tanto la Iglesia Católica como el vulgo en general han ido elaborando una historia sobre los hechos y la personalidad de estas tres figuras, incluyendo el presunto estatus real. Desde muy antiguo el tema de los Reyes Magos ha sido ejecutado por artistas pintores y escultores. Les han representado en número de tres, cuatro, y en algún caso (pocos) en número de dos. Actualmente existe en el mundo un monumento a la figura de los reyes magos, se encuentra en la localidad alicantina de Ibi, España.

¿Por qué los Reyes Magos ofrecieron a Jesús “oro, incienso y mirra”? Diversos autores lo explican así: Como bien sabemos, los descritos como los “Reyes Magos de Oriente” son Melchor (procedente de Europa, un hombre anciano de pelo y barbas blancas), Gaspar (el más joven de los tres, de pelo rubio y proveniente de Asia) y Baltasar (de mediana edad, origen africano y piel negra). Según relata el Evangelio de Mateo (2:11), los presentes que ofrecieron, los nombrados como “sabios”, al llegar frente al Mesías Jesús fueron tres cofres que contenían “oro, incienso y mirra”.

Es habitual creer que el orden de los regalos sea el mismo con el que nombramos normalmente a los Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), pues muchas son las personas que creen que fue Melchor quien entregó el oro, pero en realidad (o así se indica en algunos escritos) fue Baltasar quien lo agasajó con el metal precioso.

El porqué de cada regalo también tiene su explicación: Baltasar entregó el preciado oro a Jesús ya que este era considerado el “Rey de Reyes” y ese presente era el que estaba destinado para los monarcas y altos dignatarios. Gaspar obsequió al Mesías con incienso, pues se trataba del hijo de Dios y a las divinidades se les rendía culto en los altares quemando incienso. Melchor ofreció la mirra porque Jesús era hombre y como tal moriría joven, siendo necesaria esa resina para que su madre (María) pudiese ungir el cuerpo sin vida cuando llegase el momento del deceso.

No es necesario ser católico, o creyente, creo yo, para que la alegría bañe a los niños de Venezuela y el mundo el Día de Reyes. Herodes no ha muerto.


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