La oscuridad del apagón hizo pasar por debajo de la mesa al recientemente celebrado Día Internacional de la Mujer, fecha señalada para recordarle a los terrícolas, pues todavía pareciera necesario hacerlo, que el sexo no es ninguna razón para establecer desigualdades entre las personas.

El machismo aún goza de buena salud

Vaya que ha corrido agua por debajo de los puentes, lavando prejuicios y tonterías que no debieran tener lugar en la cabeza, ni en el corazón, sobre todo, de una persona medianamente razonable de esta época. Sin embargo, no ha sido suficiente, según lo prueba el machismo, que sigue mostrándose como un hueso muy duro de roer. Así, no obstante las luchas libradas para erradicarlo, sobrevive en todos los espacios de la vida social (político, laboral, educativo, deportivo, religioso, científico, en fin), y se pone de evidencia en millones de mujeres que  tienen que usar velo, que no se les permite salir a la calle sino es en compañía de un hombre, que no se pueden poner traje de baño, que tienen prohibido conducir autos o, para citar hechos más graves, en  más de 3 millones de niñas que cada año sufren ablación y miles de mujeres que todos los años están siendo golpeadas, asesinadas, violadas, tejiendo junto a otros hechos, un rosario largo de atrocidades absolutamente inexplicables.

El Informe sobre Igualdad de Género del año 2018, elaborado por el Foro Económico Mundial señala que, de acuerdo con sus proyecciones, la brecha a nivel internacional en materia de salarios entre hombres y mujeres tardará, al paso que vamos, más de 200 años en cerrarse y 107 años en lo que respecta a la participación femenina en la política. Estamos, pues, ante un escenario desalentador, tanto en los aspectos mencionados como en otros, Cabe advertir, sin embargo, la existencia de enormes disparidades entre los países y por tanto, como revela el citado Informe, “…hay unos que son mejores que otros para que nazca una mujer”.

Se sabe, así pues, que no obstante progresos legales muy importantes que lo enfrentan, el machismo toma su oxígeno de estructuras y modos que pesan mucho en el gobierno actual de la vida colectiva. Como diría un sociólogo, el género (al igual que la edad) es una variable universal de estratificación social que regula los roles y el acceso a la distribución de los recursos.

El feminismo como desafío para la masculinidad

La filósofa española Victoria Camps ha escrito, con razón, que para conseguir una igualdad real  “el feminismo que viene tiene que dedicar mayor atención práctica a cuatro ámbitos fundamentales: la educación, el trabajo, la política y los valores éticos.” En relación con esto último alude a una ética que persiga dos objetivos fundamentales: feminizar a los varones y hacer ver que el feminismo no es solo un asunto de mujeres, sino de interés común. Solo superando, continúa, “… la separación kantiana entre una ética racional masculina y una ética del sentimiento femenina, así como la clásica ruptura entre lo público y lo privado, podrán transformarse los atavismos sociales.”

Como conclusión puede decirse, entonces, que, según se argumenta cada vez con más fuerza e insistencia,el feminismo necesita también que asomen nuevos modelos de masculinidad.


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