A veces llego a pensar que oír las declaraciones de los voceros rojos es un ejercicio masoquista, otras trato de hacerlo potable pensando que es un entrenamiento del humor. Escucho las declaraciones del honorable canciller Jorge Arreaza, al que algunos señalan como presidente honorario de la ilustre cofradía de adoradores del santo Cachón, en Moscú días atrás y confieso mi incompetencia para entender el brollo de sus palabras. Acusa a Estados Unidos de tomar decisiones comunistas, llora por los fondos bloqueados en distintos bancos, anuncia que la producción petrolera es mayor a las cifras emitidas por los organismos internacionales. 

La lista de frases manidas, lloriqueos mediante, acusaciones al imperialismo, a la CIA, y a cuanto funcionario se le vino a su mente delirante fue infinita. El papel del «pobrecito yo», de víctima degollada por la derecha maléfica y sus amos norteamericanos la concluye con una frase que pretendió revestir de ingenio: El sufrimiento de un pueblo no puede ser la clave para generar un cambio de gobierno. Las palabras de este ilustre avechucho, quien al igual que sus compañeros de comparsa habla con sonsonete de ignaro erudito, pretenden una agudeza que luce lejana.

Si bien el vocero internacional de Gofiote cumple su rol de huérfano maltratado a cabalidad, la frase en cuestión ha generado toda clase de comentarios. Lo cierto es que él buscó de trasladar al malvado gobierno norteamericano la causa de todas las penas y vicisitudes que padece la patria grande de Bolívar. Casi llora uno al oírlo.

No deja de ser insólito el desparpajo con el que este caballerito ensarta semejante retahíla de desbarres, y no menos asombroso es el fervor con el que los fieles fanáticos del «proceso», que ya quisieran caraquistas y magallaneros entre los suyos, han recibido dicha frase. Porque a fin de cuentas ellos no son responsables para nada del desastre en que está sumergido Venezuela.  Bien decía mi padre: Se comen un burro, con montura y todo, y ni siquiera eructan.

A la par de ello, los preclaros verdugos criollos que de este lado de la acera campean como la verdolaga, se ceban sobre Leopoldo a quien señalan como el responsable del aparente fracaso del pasado 30 de abril. La mezquindad, y su prima torpeza, no son patrimonio exclusivo de Maduro y su combo. Exigen respuestas inmediatas a un infierno que se ha cimentado con la ayuda, muchas veces interesada y otras tantas por ingenuidad, de ellos mismos.

© Alfredo Cedeño

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