Gerenciar en medio de la complejidad es hoy uno de los retos más importantes e interesantes para el ejecutivo de la seguridad.

Una realidad compleja es aquella que se compone de multiplicidad de variables actuando simultáneamente y entretejiéndose en una dinámica permanente. A esto, se le agrega el hecho que tales variables no se anulan unas a otras, en algunos casos inclusive, se potencian o se complementan en un modelo de convivencia. En la complejidad por su parte, operan un alto número de involucrados, cada quién con sus propios intereses y motivaciones.

Para entender un sistema, un ambiente, un escenario o una organización compleja debemos comenzar por identificar sus espacios de estabilidad. Es decir, aquellas zonas donde los eventos de la realidad se desenvuelven con normalidad, las reglas funcionan, existe orden y el futuro inmediato es relativamente fácil de predecir.

En los entornos complejos los espacios de estabilidad son excepcionales, por ello, los llamaremos islas de estabilidad y pueden presentarse por cantidades o apenas en pocas unidades. Entre las islas de estabilidad y la complejidad existe una barrera de protección denominada línea de la normalidad, es una especie de envoltorio de protección de la estabilidad, y puede ser tan tenue o robusto como lo sea la seguridad del sistema.

Es indudable que en la medida que nos adentramos en el Siglo XXI el mundo se torna cada vez más complejo; a la instantaneidad de las comunicaciones, el salto cuántico de las tecnologías, la ingeniería genética y las energías verdes, se le contrastan los radicalismos ideológico-religiosos, la crisis de representatividad de la democracia occidental y el derrumbe de los valores básicos de convivencia, en un mundo que no detiene su crecimiento y acelerado consumo de sus recursos.

En la complejidad igualmente vienen imbricadas nuevas amenazas que surfean por la dark web y convierten la frustración de jóvenes en bombas suicidas de gran poder, ante las cuales la seguridad queda casi anulada. Para muestra, solo en mayo de 2017 el virus informático wannacry atacó masivamente a cientos de miles de redes corporativas en el mundo con la pretensión de secuestrar los datos en millones de computadores y un terrorista actuando en solitario se voló con varios kilos de explosivos en la salida de un concierto en la ciudad de Manchester en el Reino Unido, matando a 25 personas e hiriendo casi a cien.

Contrario a la intuición, los sistemas que han demostrado más resiliencia en la gestión de la complejidad son aquellos que han entendido la importancia de integrar en sus bordes, es decir, en su seguridad, la capacidad de “leer” e interpretar el entorno a través del estudio e identificación de los fenómenos que los circundan. Bajo este nuevo paradigma, la protección de las islas de estabilidad ha migrado de un modelo de castillo medieval, donde a la realidad se la aisla con un foso profundo y peligroso, a fin de desanimar a potenciales enemigos con intenciones de penetrar y causar el caos, a una realidad interconectada con sus entorno, altamente especializada en la identificación de amenazas, con la habilidad de predecir y prevenir la materialización de riesgos a través de herramientas de inteligencia.

En estos modelos más dinámicos se considera que dentro las islas de estabilidad conviven amenazas en estados latentes dispuestas a actuar en presencia de condiciones favorables, tal es el caso del llamado terrorismo doméstico, que se alimenta de individuos nacionales radicalizados a través de poderosas redes de adoctrinamiento, activándolos para la comisión de atentados en sus zonas de residencia. Es por ello que pensar que un muro fronterizo va a detener los peligros de los flujos migratorios es concebir la seguridad de manera más que elemental.

El reto de gerenciar organizacionalmente y de manera resiliente la complejidad puede sintetizarse en ocho ejes de acción:

  • Crear conciencia del riesgo
  • Analizar en detalle las consecuencias de aquellas decisiones que impliquen asumir nuevos riesgos
  • Aproximarse de manera flexible a la adversidad
  • Prepararse para el peor escenario
  • Diseñar soluciones robustas capaces de afrontar la severidad de cambios repentinos o bruscos
  • Incorporar elementos redundantes cuando se trate de procesos críticos
  • Construir relaciones que se transformen en alianzas para tiempos de adversidad
  • Estar siempre preparados para aprender de los errores

Aquellos que hoy tenemos responsabilidades de dirección en seguridad debemos “abrazar” la complejidad, integrándola a nuestro portafolio de competencias clave, no hacerlo implica seguir viendo hacia dentro cuando todo está pasando afuera.

@seguritips


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