Escribo estas líneas la noche del  Domingo de Ramos, una semana antes de la Pascua Florida  o Domingo de Resurrección –que es la manera común  de llamar el  día en el que la cristiandad celebra que Jesús se haya levantado de entre los muertos para ascender a los cielos y sentarse a la diestra de Dios, su Padre– , y un día después de una jornada de corajuda resistencia ciudadana a las brutales agresiones  con la que las SS y la Gestapo chavistas intentaron, sin éxito, poner fin a las manifestaciones  que, in crescendo,  se han venido sucediendo en el  país  para repudiar el complot judicial que busca legitimar en Venezuela una narcodictadura, ¿vitalicia?, concediendo plenos poderes y extraordinarias facultades a su jefe nominal; pero, también, a la pretensión de éste y sus secuaces de escamotear  unas elecciones que intuyen perdidas desde el vamos. Mediaron, entre este pergeño y su publicación,  siete días de fervor religioso — aunque, dijo bien  Monseñor Lücker, “es imposible rezar con hambre” — y  acontecimientos cuyo desarrollo y consecuencias no podía precisar  ni siquiera el más iluminado visionario; no obstante, claro, siempre hay espacio para la especulación. O el presentimiento. O la mamadera de gallo. Dada la poca seriedad de un presidente bailarin y retrechero, que ha superado de largo  las excentricidades del tostado y olvidado Assad Bucaram, la joda está como demás. Maduro se ridiculiza porque no piensa lo que dice y se auto caricaturiza con   atuendos que parecen forjados por una latonero, ya que un sastre, no importa cuán remendón sea,  es incapaz de tanta tiesura, de modo que mamarle el gallo al régimen que en el papel preside  es  llover sobre mojado; renunciamos, entonces, al choteo (no del todo, porque con esta gente, ¿cómo se hace?) y nos decantamos por la divagación.

Proseguimos, pues, con un insondable misterio que, cual el de la Santísima Trinidad, sirve de dogmático fundamento al culto a la personalidad del comandante perenne, un 3 e 1 (sin naranja, ni  zanahoria, ni remolacha)  en el que convergen Hugo y Simón  con la “Patria”, divina abstracción que cohesiona esa comunión y, ¡espíritu burlón!, se materializó ante Nicolás  degradado a la categoría de insecto pintado de colores que , tal vez, le susurró: Soy yo, Nico, tu padre; tu libertador,  tu patria –¡Ah, la patria!, la augusta y sacrosanta patria mía,  amadaidolatrada (pegado y sin guion) te llevo en el corazón, ¡bua, bua  snif, snif!, lágrimas de emoción y digo con mi llanto lo que yo aprendí en la escuela, bandera de Venezuela por qué  yo te quiero tanto, ¡púyalo que hay más  ¡bua, bua y snif, snif!–.  ¿Alucinación o desvarío? ¿Fue objeto el salsero o salsoso –zar cero o zar soso– de un  pentecostés adelantado en el que el paráclito se manifestó no como el habitual pajarillo puteado por twitteros, sino transfigurado en mariposilla  que orbitó en torno a su cabeza,  y lo compelió a declarar: “me visitan las mariposas, debe ser que me reconocen como un mariposón”? A menos que el ministerio correspondiente o el propio objeto de la espectral aparición del lepidóptero aclaren lo de mariposón, mediante una prudente desambiguación del término, la polifonía callejera coreara un sardónico ¡ay papá, se perdió esa cosecha!, y los menos cáusticos, acaso evoquen a Macondo en registro de cumbia al estilo de la Billo’s Caracas Boys, mariposas amarillas, Mauricio Babilonia/ mariposas amarillas que fueron liberadas.

Pasemos a  las premoniciones  sin caer en la esfera de lo paranormal, sino en el más terrenal ámbito de la sospechas y conjeturas que concitan las  medidas que toma el gobierno según vea cómo vayan viniendo las cosas. Así, cuando el gang verde y rojo oliva enseñoreado en el poder decide vacacionar a la administración pública durante toda la semana mayor,  necesariamente barruntamos que tras el irresponsable asueto hay  perversas e inconfesables  intenciones. Por ejemplo, gestionar  el aparato represivo, sin las ataduras  que impone fingir que se gobierna para todos y no para la clientela, y mantenerlo en alerta permanente ante la desobediencia civil y la rebeldía popular que  Maduro, Padrino, Cabello y otros figurantes de menor cuantía, no pensaban que podían prosperar. Y es que temen a los fantasmas de abril, mes de remembranzas no muy regocijantes y para muchos nada graciosas, pero de enorme significación en los anales de la nación; un mes primaveral que, así los escribí tiempo atrás en esta columna, “es, entre nosotros, no sólo de  flores, cánticos y antífonas, sino también  de descargas de fusilería, traqueteos de ametralladoras y detonar de bombas precedidos por ruidos de sables; es mes de conjuras, revueltas, sediciones y asonadas, la más emblemática de las cuales se recuerda el  día 19, a fin de homenajear a un puñado de civiles que hizo historia para que los militares pudiesen perpetuarse en el mármol o en el bronce destinados ostensiblemente a ennoblecer la brutalidad del guerrero y no la virtud del ciudadano”. 

Para vindicar la gesta de aquel lejano jueves santo, ¡Vuelva al cabildo, Emparan!, la oposición democrática anuncia una movilización que se perfila de órdago y, desde ya, ha sembrado, más que inquietud, culillo en los círculos rojo y rojitos que daban concluida la pelea  en el tramposo cuadrilátero arbitrado por Zapatero, Fernández y Torrijos, los tres tristes tigres de la internacional negociadora que todavía insisten en portar  candelabros en un entierro del que no son deudos sino acreedores.

Es de presumir que la  calle sigue  y seguirá siendo pateada por la disidencia en los días previos a la mega marcha. Asimismo, debe haber continuado y continuará la violencia de los camisas rojas y el acoso a la dirigencia opositora. No son presentimientos; son conclusiones tan elementales  que hasta Watson las  deduciría con apenas  un vistazo a los noticieros de la BBC, la Deutsche Welle, la RAI o RTV.  Maliciamos igualmente que, en el fondo, los que manejan el coroto se aferran a la forma  para  ocultar su derrotero dictatorial y asoman que una confrontación electoral a la manera de Nicaragua no les vendría mal. Por eso se empeñan en  revivir  el pasado y crucificar el futuro; por eso mismo, Leopoldo López permanecerá en prisión y Henrique Capriles fue inhabilitado. No han percibido que la bravura del pueblo es dura de matar y resucita cuando el tirano cree que tiene al Altísimo  agarrado por la chiva. A esa resurrección apostamos.

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