He sido en los últimos años columnista asiduo –todos los lunes– de El Nacional. En el lapso transcurrido he gozado de plena libertad para expresar mis ideas y opiniones sobre la problemática nacional sin ningún tipo de cortapisas. La normalidad de tal conducta sobresale en época donde lo turbio y la preponderancia de intereses personalísimos y subalternos son el pan de cada día. Por tal razón debo manifestar públicamente mi adhesión plena a El Nacional en esta hora aciaga para la libertad. Aciaga, tanto para el país, como al diario en particular.

En otras ocasiones he abordado el tema de la censura, autocensura y coacciones generalizadas;  hasta concluir con el cierre parcial y/o definitivo de los diversos medios de opinión. Las dictaduras y los regímenes totalitarios o autoritarios se han distinguido por ejecutar este tipo de conductas. Reñidas al concepto de democracia. La penúltima dictadura milica (1948-1958) se caracterizó –entre otras cosas– por mantener un férreo control a la prensa. ¡Sin medias tintas!

La dictadura actual mantiene una conducta híbrida muy parecida a su antecesora. Similar (en lo arbitrario e ilegal) con los medios de comunicación incómodos. El cierre definitivo de RCTV resultó ser el clímax de su irrefrenable pasión totalitaria. Luego, perfeccionando, se fueron implementando peculiares métodos coactivos para impedir la libertad de prensa. Desde la supresión de pautas publicitarias emanadas de las ubres generosas de la burocracia oficial; hasta la pícara inducción a organismos privados para impedir la publicidad de sus productos. “A paso de vencedores” continuó la perversa acometida dictatorial. Descubrieron nuevamente la pólvora mediante el control férreo de la entrega del papel a la prensa escrita. Con paciencia franciscana fueron –poco a poco– dotando, de forma parecida a las raciones homeopáticas, la materia prima a los medios. A los complacientes se les premiaba con cesiones puntuales y generosas. A los críticos: ¡Todo lo contrario! Así las cosas llegamos a un punto en que las susodichas entregas fueron suprimidas definitivamente. Así sucedió con El Nacional. Cuya última entrega tradicional se publica hoy (cuando escribo el artículo semanal), luego de una trayectoria intachable por más de setenta y cinco años, desde que se produjo su inauguración en la década de los años cuarenta. La publicación no escrita por parte del diario solo se vio interrumpida en dos ocasiones. Para variar en época triste de dictadura militar ejercida por milicos envalentonados. El célebre caso derivado por la leyenda conocida como “Los tres cochinitos”. Y, la segunda, en ocasión a la exitosa huelga general decretada el 21 de enero de 1958. En ambas oportunidades la interrupción no fue definitiva. La segunda fue de apenas un solo día, cuando el paro general se cumplió a cabalidad: prensa, bancos, transporte, industria, comercial, estudiantil etc.

A partir del 15 de diciembre de 2018 El Nacional se ajustará de manera exclusiva y por tiempo indeterminado al uso expedito de la tecnología de la web. Continuará informando y formando opinión vía Internet. Pero la perfidia y el acoso totalitario continúan. Desde hace aproximadamente cuarenta días el portal de la Cantv mantiene el acceso cerrado al diario. Resulta imposible acceder a través de ABA. Sabemos que esta empresa es oficial; y, que las también conocidas falencias –lentitud y errores– en la prestación de los servicios inherentes a su condición en esta nueva ocasión “se han ido por la calle del medio”: simplemente tienen bloqueado a El Nacional. Para acceder al periódico debemos necesariamente utilizar a otras empresas cuyo costo –indudablemente– es muy caro. Casi imposible de sufragar para la mayoría de los escuálidos bolsillos de la mayoría de la ciudadanía venezolana. Aquellos que no somos “tuertos” ni “aseguradores”  aprovechados.

Así que nuevamente a la dirección del diario le tocará la ingrata pero valiente tarea de intentar evadir la perversa, leonina y antidemocrática maniobra de Maduro y su combo para silenciar, siempre, de manera artera la  formación de la consciencia –día a día– de los venezolanos.

La “Espada de Damocles” pende peligrosamente sobre nuestras cabezas. La asamblea nacional constituyente (ese híbrido asqueroso por ilegítimo) viene amasando una ley regulatoria tendente a silenciar a todos los medios de comunicación similares a El Nacional. Cuando “alumbre ese nuevo parto de los montes”, los compatriotas nos veremos nuevamente imposibilitados al uso, goce y abuso (en el mejor uso del término jurídico) del acceso a Internet. Por tal razón debemos estar preparados para afrontar con resolución la nueva intentona de zancadilla totalitaria. Volverán las pintas en las paredes, las hojas sueltas regadas en profusión (a pesar del escandaloso costo del papel y la tinta) en las calles y por debajo de las puertas. Hasta llegar –de ser necesario– a utilizar las señales de humo popularizadas en las películas de Hollywood y utilizadas por los indios norteamericanos.

Mi admiración y respeto, con deseos de éxito, para Miguel Henrique Otero y su parentela propietaria de El Nacional. Para toda la planta de periodistas, columnistas y trabajadores en esta nueva etapa a transitar. La intuición me indica que el rio volverá a su cauce normal el venidero año. La liberación nacional será producto del esfuerzo común de la ciudadanía y de la población en general solamente por intermedio de acciones de protesta concretas, combativas y expeditas en la calle.

Estamos a apenas quince días de finalizar el año. No habrá Felices Pascuas por todas las razones hartamente conocidas. El año que viene será “feliz” y “próspero” en la medida que asuma un nuevo gobierno de unidad nacional las riendas del país que garantice la transición idónea del totalitarismo al republicanismo… ¡Huelga general o paro general de 24 horas el venidero 10 de enero!

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@CheyeJR


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