Un año comienza, y por eso sentimos esa imperiosa necesidad de reflexionar sobre todas las experiencias vividas y considerar, además, cómo queremos iniciar un nuevo ciclo. En este momento, nos invaden ciertas emociones, pues nos encontramos en el inicio de otro período, lo cual permite proponernos metas y oportunidades. Por esa razón, es propicio analizar si de verdad nos estamos formulando retos viables y cómo podemos hacer para cumplirlos.

Un buen punto de partida es analizar por qué fallan nuestras resoluciones. Sin duda, planear metas cuando llega el año nuevo es una manera de plantearnos propósitos con la mejor intención, sin embargo, existen algunas causas que pueden hacer que las abandonemos.

Las personas que no están listas a dar ese paso hacia un verdadera transformación pueden fracasar al intentar modificar hábitos dañinos para la salud, o tratar de establecer rutinas más saludables como cambios de alimentación o la práctica de alguna actividad física.

Otro aspecto que puede influir es cuando nos fijamos metas poco realistas, por lo que el esfuerzo realizado tal vez resulte en frustración y desmotivación. Además, afecta la falta de convicción en cuanto a ese propósito, al no creer verdaderamente que sea factible, lo cual perjudica altamente nuestro entusiasmo.

Así mismo, puede causarnos predisposición cuando no se trabajan las metas por etapas, pues se crea una expectativa errada pensando que el cambio se dará de un momento a otro o de inmediato.

Ahora bien, existen maneras para llevar tus propósitos adelante. En principio, es importante tener claro que una meta involucra un deseo, lo cual funciona como un motor que nos impulsa. Sin embargo, ese pensamiento no es suficiente, necesitamos la acción para cumplirlo. Si no actuamos en torno al propósito que deseamos acometer, no obtendremos los resultados esperados. Por esa razón, también es primordial planificar los pasos a seguir para lograr los objetivos.

Igualmente, es necesario educar nuestra mentalidad para reorientar ciertos hábitos o comportamientos arraigados que no nos permiten cumplir con las resoluciones establecidas. Se debe registrar ese nuevo patrón de conducta en la mente. Además, hay que tener claro que los cambios implican un esfuerzo, tanto emocional como físico, para ver los resultados en el futuro.

Es relevante que nos enfrentemos a las transformaciones y al temor que nos pueden obstaculizar el camino revisando de manera consciente las excusas que nos limitan y que encontramos ante el miedo a cambiar, así como los pretextos que sabotean nuestros propósitos.

Por otro lado, en caso de que se presenten limitaciones, no debemos desanimarnos, hay que seguir adelante. Tampoco ayuda atribuir a factores externos o a otras personas nuestros fracasos. Ante esos fallos, hay que mantenerse enfocado, retomar el camino, ser responsables de alcanzar la meta, convencidos de que sí se puede lograr.

Se debe tomar el tiempo requerido para hacer una lista de metas reales y revisar frecuentemente si vamos por buen camino.

En general, contar con algunas resoluciones claras y factibles nos sirve de guía y nos ayuda a mejorar defectos personales, problemas de relaciones familiares o individuales, a alcanzar metas académicas o de desarrollo propio, que nos pueden llevar a ser mejores personas.


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