No importa el nombre que cada quien le dé, pero la lucha por la libertad tiene que convertirse en un propósito de vida de todos y cada uno de los venezolanos que queremos vivir en democracia. Es un camino que tenemos que recorrer todos los días con la conciencia de estar ejerciendo un derecho natural, porque de no hacerlo con total integridad, poniendo los ojos en un horizonte de progreso y bienestar para la nación toda, podría llevarnos a un despreciable estado de sumisión que ningún pueblo se merece. El asunto es de vida o muerte porque lo que está en peligro es la vida de la nación misma, de sus instituciones, del derecho que tiene su gente al desarrollo de la salud y a su  formación ciudadana, agredidas sistemáticamente con la violencia de los malos verdugos, por un castrocomunismo vil y despiadado que prescinde de toda forma civil a la hora de maltratar, acorralar, envilecer a todo un pueblo, por el solo hecho de reclamar su libertad y expresar su preferencia por la democracia.  

Ya no se trata de enfrentar a una vulgar dictadura, a la usanza de las conocidas y aborrecidas que han hecho vida en nuestro continente. Ahora se trata de un estado secuestrado por una hegemonía que por permanecer y controlar el poder en función de sus propios beneficios, no siente, ni tiene el menor escrúpulo, en abrirle huecos muy visibles a nuestra soberanía, permitiendo la entrada en nuestro territorio de imperialismos como el ruso y el chino, de organizaciones políticas convertidas en criminales como las FARC, el ELN, de organizaciones terroristas como Hezbolá y, de otras vinculadas al narcotráfico y demás actividades delictuales que campean en nuestro territorio imponiendo sus propias reglas, todas perversas, como lo demuestran día tras día los abusos y aberraciones salvajes que se cometen en el marco del llamado Arco Minero, los mismos que suceden en esa otra selva  que impera en nuestras fronteras, o en los manejos idénticamente perverso que se dan en la adquisición y distribución de alimentos y  medicinas, en el manejo de la documentación ciudadana y paremos  de contar porque la lista es interminable.   

¿Su argumento? El mismo que ha utilizado esa izquierda radical, resentida, envidiosa, mentirosa y reaccionaria, desde antes de la globalización: la lucha contra el imperialismo que, según la visión distorsionada de todos ellos, lo representan los Estados Unidos, sin que podamos entender su falta de rubor para  arrodillarse ante  los imperios que han decretado de forma vitalicia la muerte de la libertad y la democracia, como son la Cuba de los Castro, la Rusia que fue de Stalin y ahora de Putin, la China que fue de Mao y ahora de Xi Jimping que ha impulsado una política de penetración a escala mundial, que ha puesto en marcha un neoliberalismo salvaje, aprovechado por algunos de los miembros de su comité central para construir sus propios imperios mil millonarios.

Lo cierto de todo esto es que estamos en un escenario tan lleno de perversidad, tan criminal en su intención, tan bárbaro en los sistemas utilizados por el régimen para imponérnoslo, que ciertamente asusta, pero al que solo podemos oponer hasta derrotarlo,  resistencia, resistencia  y más resistencia, sabiendo que siempre querrán aplicarnos la única arma que les queda: la represión..

Por fortuna esa represión brutal que con propósito de exterminio aplica sin piedad el régimen contra una población que pacíficamente exige su renuncia, represión que comprende  desde la forma criminal y despiadada de unas tanquetas embistiendo a los manifestantes con toda la intención de dejarlos muertos y aplastados en el pavimento, unos guardias que con ensañamiento, y alevosía disparan a mansalva contra el rostro y la humanidad de gente indefensa, que agrede con la misma violencia a trabadores de la prensa que cumplen con su deber de informar, unos colectivos que actúan como delincuentes en plena labor de asalto y que además de disparar contra la gente, proceden a obstruir la asistencia médica de los heridos que ellos mismos van dejando en el camino, que enfermos de odio siembran terror y muerte a su paso, han quedado grabadas como pruebas de crímenes de lesa humanidad que más temprano que tarde tendrán que enfrentar en las cortes penales internacionales estos insaciables y apocalípticosw impostores que llegaron llenos de odio hace veinte años al poder con “mensajes de igualdad y de justicia”. 

De tal manera que aquí no valen, ni depresión, ni derrotismos, tampoco son admisibles las voces que cada día tratan de quebrar nuestra fuerza, ni las de una vieja guardia que sin poder de convocatoria que los respalde, se resisten a dar por terminado el protagonismo del que una vez gozaron, y muchísimo menos las voces de aquellos que ante cada tropiezo en la batalla, hacen todo lo que esté a su alcance para descorazonar el ímpetu y  la satisfacción de  quienes luchan con el triunfo metido en su espíritu y en sus cojones,  para satisfacción de todos aquellos que apreciamos el esfuerzo de estos jóvenes que lo exponen todo, incluida sus vidas, en esta lucha, que repito, debe y tiene que ser de todos quienes amamos la libertad y la democracia. 

Ese espíritu sereno y valiente que exhiben los protagonistas de la Operación Libertad, es el que debemos adoptar para dar los pasos que nos faltan para completar la tarea. Fuerza y arrojo y sobre todo una clara conciencia de los peligros que todavía nos acechan. Porque si algo debe tener presente y en primer plano nuestro instinto natural de supervivencia como sociedad profundamente democrática, es  que tenemos enemigos, muy poderosos, con la firme intención de aplastar de una vez por todas y de ser posible, para siempre, los logros inmensos alcanzados por una dirigencia joven que con un discurso claro, renovado, entendido por todos, emergió como una esperanza con memoria nueva, y desafiante, contra una dictadura sin límites en su maldad y en su propósito de arruinar al país hasta convertirlo en escombros. Y esto no lo podemos permitir porque sería un golpe trágico que pudiera acabar con nuestros sueños.

El viento sopla a nuestro favor, Todos y cada uno de los venezolanos que queremos el cambio, estamos logrando convertir la suma de nuestros esfuerzos, en la fuerza ya indetenible que nos llevará a la reconstrucción de un país como el que hemos soñado todos los venezolanos. Tenemos a nuestro favor lo logrado por la ruta opositora dirigida por el liderazgo abrumador de Juan Guaidó, respaldada por todas nuestras fuerzas democráticas, logros cuantiosos en valor y cantidad, a pesar de los tropiezos naturales en toda lucha, tropiezos que no pueden ser ni pasto para la intriga permanente de algunas voces dentro de la misma oposición que vieron  la ruta con algo más que un profundo recelo, ni motivo para el desencanto.

Es hora de entender que estamos labrando un triunfo, a pesar de la maldad del régimen, la desesperanza de algunos, la animadversión de otros, el  escepticismo de los indiferentes de siempre, con la disposición de lucha de quienes no se doblegan, el apoyo de un pueblo que quiere un cambio, el respaldo fortalecido cada día mayor de toda la comunidad democrática del mundo, frente a un régimen cada día más débil, al que solo le queda como recurso la maldad de su represión, maldad que ha visto el mundo entero y que como ha sucedido en procesos similares en la historia, termina siempre por hundirlos, poniendo fin a la maldad de su poder.


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